Ésta,
ésta es la llaga que quieren mostrar estas paginillas. Y mostrarla en toda su
longitud, latitud y hondura, y con toda la sangre que mana y las lágrimas que
cuesta y los bienes que impide y los males que acarrea a los que son causa de
tenerla abierta...
¿Qué es?
Decía
en el capítulo anterior que abandonan exteriormente el Sagrario los que,
conociéndolo y pudiéndolo visitar, no van habitualmente a él.
Ahora
añado que el abandono interior es ir al Sagrario con el cuerpo y no con el
alma. Ir a él y no estar en él. Es ir con el cuerpo para que la
boca se abra y trague la sagrada Forma. Los labios se muevan y balbuceen
algunas palabras. La cabeza se incline. Las rodillas se doblen por un espacio
de tiempo más o menos largo, pero no con el alma. Que no medita lo que hay y lo
que se da y lo que se pide en el Sagrario. Que no se prepara para comer con un
gran aseo y un excitado apetito, ni saborea ni agradece la Comida. Que no habla
ni escucha al Huésped que la visita. Que no se presta a recoger y guardar las
gracias que le trae, los avisos que le da, los ejemplos que le enseña, los
deseos que le insinúa, la correspondencia de amor que le impone...
¡Cuántas,
cuántas veces tendrá que repetir el Maestro, desairado en el interior de
algunos comulgantes y visitantes de sus Sagrarios, de exterior humillado y
devoto, la queja del Señor con su pueblo: "Éste no me honra más que con
sus labios y rodillas; pero su corazón, qué lejos está de Mí!..."
Un ejemplo
Y para
que la definición y el tipo del abandono interior entren y se graben hondamente
en el alma de los que leen estos renglones. Y para que por anticipado se vea el
alcance y la trascendencia de este mal, busco en el Evangelio ejemplos que lo
aclaren.
Y
¡ojalá no fuera tan gráfico y expresivo el que ofrece la escena de la primera
Comunión que se dio en la tierra por las manos del mismo divino Autor!
La primera Comunión y el primer
abandono interior
Leed la
descripción que de ella hace singularmente el evangelista san Lucas y,
apenados, encontraréis como cortejo de esa primera Comunión, ese maltrecho
abandono interior de que os vengo hablando.
Lo que
el Maestro y sus Apóstoles dicen preguntándose y respondiéndose momentos antes
y después de recibir aquella primera Hostia consagrada, revela muy al vivo lo
que el Jesús de esta Hostia encontró en el alma de sus primeros comulgantes.
¿Qué
encuentra?
En el
alma de Judas, suponiendo que llegara a comulgar, encuentra la traición, y en
ella los ecos de todos los aullidos del odio de los condenados; y la cara de
envidia y venganza de los demonios. En el alma de los otros o de los más, en
vez de la gratitud y el asombro que absorbieran todos los afectos y
sentimientos, encuentra el afán mundano, la ambición rastrera y vulgar y
cruelmente inoportuna, en aquel doloroso instante de separación, sobre quién
de ellos sería reputado el mayor cuando se estableciera su reino en la
tierra. Y, si esto aun fuera poco, al comunicarles su próxima prisión y el gran
escándalo y pedirles angustiado se previnieran con los auxilios de las armas
espirituales que les dejaba, principalmente en aquella Comunión, toda la
respuesta que de ellos obtiene es que cuentan ya con dos espadas... Y
después, como acción de gracias de la Comunión... ¡el sueño en la agonía del
Huerto, la huida, la negación!...
Almas
delicadas ¿no es verdad que al meditar en esa primera entrada de Jesús
Sacramentado en las almas de los hombres, lo siente uno muy solo allí
dentro, en el alma y en los sentimientos de sus amigos? O dicho con su palabra:
¿no es verdad que se le siente en aquella Comunión muy abandonado?
¿Qué
palabra del Evangelio, qué acento de aquellas bocas, qué gestos de aquellas
caras, da a entender o presumir que la ternura y la vehemencia de aquel gran
Corazón, a punto de derretirse o de estallar en aquella hora augusta de la
dádiva máxima y del máximo sacrificio, encontraran en los corazones de sus
Apóstoles ecos y latidos de supremas correspondencias o, al menos, muestras
ligeras de inteligencia?
¡Jesús
solo, abandonado en el alma de sus amigos! Es decir, ¡Jesús visitando almas y
viviendo en las casas de sus amigos sin ser entendido, ni secundado, ni
escuchado, ni preguntado, ni tomado en cuenta!...
Ése es el abandono interior que
se repite en una proporción que asusta en nuestros Sagrarios.
¿Verdad
que merece ser meditado y llorado?
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