sábado, 23 de noviembre de 2013

Solemnidad de Cristo Rey (ciclo c ) Catena Aurea

Lucas 23,35-43
Mas Jesús decía: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen". Y dividiendo sus vestidos echaron suertes. Y el pueblo estaba mirando y los príncipes, juntamente con él, le denostaban y le decían: "A otros hizo salvos, sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios". Le escarnecían también los soldados, acercándose a El, presentándole vinagre, y diciéndole: "Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo".
Había también sobre El un título escrito en letras griegas, latinas y hebraicas: "Este es el rey de los judíos". Y uno de aquellos ladrones que estaban colgados, le injuriaba diciendo: "Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros". Mas el otro, respondiendo, le reprendió en esta forma: "Ni aún tú temes a Dios, estando en el mismo suplicio: y nosotros en verdad por nuestra culpa, porque recibimos lo que merecen nuestras obras; mas éste, ningún mal ha hecho". Y decía a Jesús: "Señor, acuérdate de mí cuando vinieres a tu reino". Y Jesús le dijo: "En verdad te digo, que hoy serás conmigo en el paraíso".

Teofilacto
Esto lo hacían por burla: porque ¿cuándo los príncipes así obraban, qué había de hacer el vulgo? Prosigue: "Y el pueblo estaba (el que había pedido su crucifixión) mirando (esto es, el fin), y los príncipes, juntamente con él, le denostaban".

San Agustín De conc. evang. lib. 3, cap. 13
Dijo príncipes, y no añadió "de los sacerdotes", comprendiendo así a todos los que eran jefes, y así iban incluidos también los escribas y los ancianos.

Beda
Los que aún contra su voluntad confiesan que ha salvado a otros. Prosigue: "Y decían: a otros hizo salvos; sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo, el escogido de Dios".

San Atanasio ut supra
No salvándose a sí mismo, sino salvando a sus creaturas, era como quería el Señor ser reconocido por Salvador: el médico no se llama de este modo cuando se cura a sí mismo, sino cuando cura a los demás. De este modo es considerado el Señor como Salvador, cuando El no necesitaba de salvación. Tampoco quería ser reconocido como tal bajando de la cruz, sino muriendo: mucho mayor es el mérito de la muerte del Salvador, respecto de los hombres, que si entonces hubiere bajado de la cruz.



Griego

Viendo el diablo que todo le salía mal, vacilaba, y no pudiendo ya otra cosa, suscitó la idea de que se administrase al Salvador un brebaje para que lo bebiese. Prosigue: "Le escarnecían también los soldados, acercándose a El, y presentándole vinagre". Lo que el demonio desconocía que se verificaba contra él mismo; porque presentando al Salvador la amargura de la indignación nacida de la infracción de la ley -con la que dominaba a tantos-, el Salvador la aceptó, y nos dio luego vino en vez de vinagre, que fue el que la sabiduría mezcló.


Teofilacto

Fueron los soldados los que ofrecieron el vinagre al Salvador, como militares que asisten a su rey. Prosigue: "Diciendo: Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo".


Beda

Debe notarse que los judíos se burlaban del nombre de Cristo, blasfemando y como si a ellos estuviese ya confiada la interpretación de las Sagradas Escrituras, pero los soldados, como las desconocían, no insultaban a Jesucristo como el escogido de Dios, sino como rey de los judíos.


Teofilacto

Véase aquí otra nueva astucia del demonio, promovida en contra de Jesucristo. Publicaba la causa de la muerte del Salvador en tres idiomas diferentes, para que ninguno de los transeúntes ignorasen que había sido crucificado porque se había querido proclamar rey; decía pues: "Y había también sobre El un título escrito en letras griegas, latinas y hebreas: Este es el rey de los judíos". En lo cual se daba a conocer que los más poderosos de todo el mundo, como eran los romanos, los más sabios, como eran los griegos, y los que de un modo especial adoraban a Dios, deberían someterse al imperio de Jesucristo.


San Ambrosio

Con razón se impone un título sobre la cruz; porque el reino que tiene Jesucristo no es propio del cuerpo, sino de su poder divino. Leo el título de rey de los judíos, cuando leo, ( Jn 18,36) mi reino no es de este mundo. Leo la causa de Jesús escrita encima de su cabeza, cuando leo: ( Jn 1,1) y Dios era el Verbo; ( 1Cor 11,3) la cabeza de Cristo es Dios.


San Cirilo

Uno de los ladrones también le insultaba a la vez con los judíos. Prosigue: "Y uno de aquellos ladrones, que estaban colgados, le injuriaba diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo, y a nosotros". El otro reprobaba sus palabras. Prosigue: "Respondiendo el otro le reprendía, diciendo: Ni aún tú temes a Dios, estando en el mismo suplicio". Y confesaba su propia culpa añadiendo: "Y nosotros en verdad, por nuestra culpa, porque recibimos lo que merecen nuestras obras".


Crisóstomo

Este sentenciado hace el papel de juez, y empieza a juzgar sobre la verdad después de haber confesado sus culpas ante Pilato a costa de muchos tormentos, porque una cosa es el hombre cuando juzga a quien no conoce, y otra cosa es Dios, que penetra en las conciencias. Pero ante el hombre, el castigo se sigue a la confesión, mientras que ante Dios, a la confesión sigue la salvación. Mas el ladrón publica que Jesús es inocente cuando añade: "Pero éste ningún mal ha hecho". Como diciendo: Ve aquí un nuevo ultraje: castigar la inocencia junto con la criminalidad. Nosotros, viviendo, hemos matado a otros, pero éste ha dado vida a otros; nosotros hemos robado lo ajeno; pero éste manda distribuir aun lo suyo. El buen ladrón predicaba a los presentes, reflexionando sobre las palabras con que el otro increpaba al Salvador. Pero cuando vio que estaban endurecidos sus corazones, se volvió hacia Aquél que conoce los secretos de la conciencia. Prosigue: "Y decía a Jesús: Señor, acuérdate de mí cuando vinieres a tu reino". Ves un crucificado, y lo confiesas Dios. Ves el aspecto de un sentenciado, y publicas su dignidad de rey. Abrumado de tormentos, pides a la fuente de la justicia que perdone tu maldad. Ves, aunque oculto, el reino, mas tú olvidas tus maldades públicas, y reconoces la fe de una cosa oculta. La iniquidad perdió al discípulo de la verdad; la misma verdad, ¿no perdonará al discípulo de la iniquidad?


San Gregorio moralium 18, 25

Los clavos habían fijado sus pies y sus manos a la cruz, y nada se encontraba en el ladrón que no padeciese, más que el corazón y la lengua. Por inspiración divina, ofreció al Señor todo lo que en sí había encontrado libre, de conformidad con lo que está escrito: ( Rom 10,10) "Con el corazón se cree lo que es justo; con la boca se confiesa para salvarse". El Apóstol hace mención ( 1Cor 3) de tres virtudes en aquél que está lleno de la gracia, y que el ladrón recibió y conservó en la cruz. Tuvo fe, porque creyó que reinaría con Dios, a quien veía morir a su lado; tuvo esperanza, porque pidió entrar en su reino, y tuvo caridad, porque reprendió con severidad a su compañero de latrocinios, que moría al mismo tiempo que él, y por la misma culpa.
 

San Ambrosio

Se da en esto un admirable ejemplo de verdadera conversión, por lo que se concede tan pronto al ladrón el perdón de sus culpas. El Señor le perdonó pronto, porque pronto se convirtió: la gracia es más poderosa que la súplica. El Señor concede siempre más de lo que se le pide: el ladrón sólo pedía que se acordase de él, pero el Señor le dice lo que sigue: "En verdad te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso". La vida consiste en habitar con Jesucristo, y donde está Jesucristo allí está su reino.


Teofil

Y así como un rey trae consigo lo mejor del botín cuando vuelve victorioso de la guerra, así el Señor, habiéndose apoderado de una porción de las presas, que antes eran del diablo -como el ladrón-, la lleva consigo al paraíso.
 

Crisóstomo

Digno era de verse al Salvador entre los ladrones, como la balanza de la justicia, pesando la fe y la infidelidad. El diablo había arrojado a Adán del paraíso, pero Jesucristo introdujo al ladrón en el paraíso, en presencia de todos, y de sus mismos apóstoles. Por una sola palabra y con sola la fe entró en el paraíso, para que nadie dudase de entrar a pesar de sus errores. Obsérvese la prontitud: desde la cruz al cielo, desde la condenación al paraíso; para que se sepa que el Señor lo hizo todo, no para demostrar la bondad del ladrón, sino su clemencia. Algunos dicen: si ya se ha premiado bastante a los buenos, ¿para qué la Resurrección? Si ya introdujo al ladrón en el paraíso, y su cuerpo quedó aquí expuesto a la corrupción, no hace falta que vuelva a resucitar. Pero la carne, que sufrió con el ladrón, ¿habrá de quedar sin premio? Oigamos a San Pablo que dice a los fieles de Corinto: ( 1Cor 15,53) "Conviene que esto, corruptible, revista la incorruptibilidad". Pero si el Señor había ofrecido el reino de los cielos y llevó al ladrón al paraíso, todavía no le ha premiado. Pero dicen que con el nombre de paraíso dio a entender el reino de los cielos, porque se expresaba en los términos acostumbrados cuando hablaba al ladrón, quien nada había oído de la predicación divina. Algunos no leen "hoy estarás conmigo en el paraíso", sino, "te digo hoy"; y después, "que serás conmigo en el paraíso". Pero esto tiene una solución más sencilla: Los médicos cuando desahucian a un enfermo incurable, dicen: Ya está muerto. Pues así el ladrón: como ya no podía volver a su vida pecadora, se dice que entró en el paraíso.


Teofilacto

Esto es lo más verdadero para todos, porque tanto el ladrón como los demás santos, aun cuando no han alcanzado todo lo ofrecido -para que, como se dice por el Apóstol a los hebreos ( Heb 11,40), no se les cumpla sin estar nosotros presentes-, se encuentran, sin embargo, en el reino de los cielos, y en el paraíso.


San Gregorio Niceno

Ahora conviene dilucidar otra vez, cómo es que se considera al ladrón como digno de entrar en el paraíso, siendo así que una espada de fuego impide la entrada a los santos. Pero obsérvese que el divino anuncio la llama móvil, de tal modo que se vuelve impidiendo la entrada a los que no son dignos de entrar y facilitando la entrada libre a la vida a los que son dignos de ella.


San Gregorio moralium 12, 7

Se llama versátil (mudable) aquella espada, porque se sabía que había de llegar tiempo en que se la hiciese desaparecer: cuando viniere Aquél que nos había de facilitar el camino del paraíso, por medio de su Encarnación.


San Ambrosio

Pero debe advertirse que otros Evangelistas (San Mateo y San Marcos) dicen que los dos ladrones blasfemaban del Señor, y éste dice que uno lo ultrajaba y el otro reprendía. También puede suceder que este ladrón lo blasfemase al principio, pero que de repente se convirtió. También pudo ser que hablase en plural refiriéndose a uno sólo, como sucede en la carta del Apóstol a los hebreos ( Heb 11,37): "Andaban en pieles de cabra, y fueron aserrados". Sólo Elías tenía tal manto y únicamente Isaías fue aserrado. En sentido místico puede decirse que los dos ladrones representan a los dos pueblos que habían de ser crucificados con Cristo por medio del bautismo, y cuya discordancia también manifiesta la diferencia de los que habían de querer.
 

Beda

Todos los que somos bautizados en nombre de Jesucristo, somos bautizados en virtud de su muerte, porque siendo pecadores, hemos sido purificados por medio del bautismo ( Rom 6,3). Pero hay algunos, que glorificando a Jesús muerto según la carne, son coronados; y otros, que no queriendo obrar según la fe y las promesas del bautismo, son privados de la gracia que recibieron.

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