Mas Jesús decía: "Padre, perdónalos,
porque no saben lo que hacen". Y dividiendo sus vestidos echaron suertes.
Y el pueblo estaba mirando y los príncipes, juntamente con él, le denostaban y
le decían: "A otros hizo salvos, sálvese a sí mismo, si éste es el Cristo,
el escogido de Dios". Le escarnecían también los soldados, acercándose a
El, presentándole vinagre, y diciéndole: "Si tú eres el rey de los judíos,
sálvate a ti mismo".
Había también sobre El un título escrito
en letras griegas, latinas y hebraicas: "Este es el rey de los
judíos". Y uno de aquellos ladrones que estaban colgados, le injuriaba
diciendo: "Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo y a nosotros".
Mas el otro, respondiendo, le reprendió en esta forma: "Ni aún tú temes a
Dios, estando en el mismo suplicio: y nosotros en verdad por nuestra culpa,
porque recibimos lo que merecen nuestras obras; mas éste, ningún mal ha
hecho". Y decía a Jesús: "Señor, acuérdate de mí cuando vinieres a tu
reino". Y Jesús le dijo: "En verdad te digo, que hoy serás conmigo en
el paraíso".
Teofilacto
Esto lo hacían por burla: porque ¿cuándo los príncipes así obraban, qué
había de hacer el vulgo? Prosigue: "Y el pueblo estaba (el que había
pedido su crucifixión) mirando (esto es, el fin), y los príncipes, juntamente
con él, le denostaban".
San Agustín De conc. evang. lib. 3, cap. 13
Dijo príncipes, y no añadió "de los sacerdotes", comprendiendo
así a todos los que eran jefes, y así iban incluidos también los escribas y los
ancianos.
Beda
Los que aún contra su voluntad confiesan que ha salvado a otros.
Prosigue: "Y decían: a otros hizo salvos; sálvese a sí mismo, si éste es
el Cristo, el escogido de Dios".
San Atanasio ut supra
No salvándose a sí mismo, sino salvando a sus creaturas, era como quería
el Señor ser reconocido por Salvador: el médico no se llama de este modo cuando
se cura a sí mismo, sino cuando cura a los demás. De este modo es considerado
el Señor como Salvador, cuando El no necesitaba de salvación. Tampoco quería
ser reconocido como tal bajando de la cruz, sino muriendo: mucho mayor es el
mérito de la muerte del Salvador, respecto de los hombres, que si entonces
hubiere bajado de la cruz.
Griego
Viendo el diablo que todo le salía mal, vacilaba, y no pudiendo ya otra
cosa, suscitó la idea de que se administrase al Salvador un brebaje para que lo
bebiese. Prosigue: "Le escarnecían también los soldados, acercándose a El,
y presentándole vinagre". Lo que el demonio desconocía que se verificaba
contra él mismo; porque presentando al Salvador la amargura de la indignación
nacida de la infracción de la ley -con la que dominaba a tantos-, el Salvador
la aceptó, y nos dio luego vino en vez de vinagre, que fue el que la sabiduría
mezcló.
Teofilacto
Fueron los soldados los que ofrecieron el vinagre al Salvador, como
militares que asisten a su rey. Prosigue: "Diciendo: Si tú eres el rey de
los judíos, sálvate a ti mismo".
Beda
Debe notarse que los judíos se burlaban del nombre de Cristo,
blasfemando y como si a ellos estuviese ya confiada la interpretación de las
Sagradas Escrituras, pero los soldados, como las desconocían, no insultaban a
Jesucristo como el escogido de Dios, sino como rey de los judíos.
Teofilacto
Véase aquí otra nueva astucia del demonio, promovida en contra de
Jesucristo. Publicaba la causa de la muerte del Salvador en tres idiomas
diferentes, para que ninguno de los transeúntes ignorasen que había sido
crucificado porque se había querido proclamar rey; decía pues: "Y había
también sobre El un título escrito en letras griegas, latinas y hebreas: Este
es el rey de los judíos". En lo cual se daba a conocer que los más
poderosos de todo el mundo, como eran los romanos, los más sabios, como eran
los griegos, y los que de un modo especial adoraban a Dios, deberían someterse
al imperio de Jesucristo.
San Ambrosio
Con razón se impone un título sobre la cruz; porque el reino que tiene
Jesucristo no es propio del cuerpo, sino de su poder divino. Leo el título de
rey de los judíos, cuando leo, ( Jn 18,36) mi reino no es de este mundo. Leo la
causa de Jesús escrita encima de su cabeza, cuando leo: ( Jn 1,1) y Dios era el
Verbo; ( 1Cor 11,3) la cabeza de Cristo es Dios.
San Cirilo
Uno de los ladrones también le insultaba a la vez con los judíos.
Prosigue: "Y uno de aquellos ladrones, que estaban colgados, le injuriaba
diciendo: Si tú eres el Cristo, sálvate a ti mismo, y a nosotros". El otro
reprobaba sus palabras. Prosigue: "Respondiendo el otro le reprendía,
diciendo: Ni aún tú temes a Dios, estando en el mismo suplicio". Y
confesaba su propia culpa añadiendo: "Y nosotros en verdad, por nuestra
culpa, porque recibimos lo que merecen nuestras obras".
Crisóstomo
Este sentenciado hace el papel de juez, y empieza a juzgar sobre la
verdad después de haber confesado sus culpas ante Pilato a costa de muchos
tormentos, porque una cosa es el hombre cuando juzga a quien no conoce, y otra
cosa es Dios, que penetra en las conciencias. Pero ante el hombre, el castigo
se sigue a la confesión, mientras que ante Dios, a la confesión sigue la
salvación. Mas el ladrón publica que Jesús es inocente cuando añade: "Pero
éste ningún mal ha hecho". Como diciendo: Ve aquí un nuevo ultraje:
castigar la inocencia junto con la criminalidad. Nosotros, viviendo, hemos
matado a otros, pero éste ha dado vida a otros; nosotros hemos robado lo ajeno;
pero éste manda distribuir aun lo suyo. El buen ladrón predicaba a los
presentes, reflexionando sobre las palabras con que el otro increpaba al
Salvador. Pero cuando vio que estaban endurecidos sus corazones, se volvió
hacia Aquél que conoce los secretos de la conciencia. Prosigue: "Y decía a
Jesús: Señor, acuérdate de mí cuando vinieres a tu reino". Ves un
crucificado, y lo confiesas Dios. Ves el aspecto de un sentenciado, y publicas
su dignidad de rey. Abrumado de tormentos, pides a la fuente de la justicia que
perdone tu maldad. Ves, aunque oculto, el reino, mas tú olvidas tus maldades
públicas, y reconoces la fe de una cosa oculta. La iniquidad perdió al
discípulo de la verdad; la misma verdad, ¿no perdonará al discípulo de la
iniquidad?
San Gregorio moralium 18, 25
Los clavos habían fijado sus pies y sus manos a la cruz, y nada se
encontraba en el ladrón que no padeciese, más que el corazón y la lengua. Por
inspiración divina, ofreció al Señor todo lo que en sí había encontrado libre,
de conformidad con lo que está escrito: ( Rom 10,10) "Con el corazón se
cree lo que es justo; con la boca se confiesa para salvarse". El Apóstol
hace mención ( 1Cor 3) de tres virtudes en aquél que está lleno de la gracia, y
que el ladrón recibió y conservó en la cruz. Tuvo fe, porque creyó que reinaría
con Dios, a quien veía morir a su lado; tuvo esperanza, porque pidió entrar en
su reino, y tuvo caridad, porque reprendió con severidad a su compañero de
latrocinios, que moría al mismo tiempo que él, y por la misma culpa.
San Ambrosio
Se da en esto un admirable ejemplo de verdadera conversión, por lo que
se concede tan pronto al ladrón el perdón de sus culpas. El Señor le perdonó
pronto, porque pronto se convirtió: la gracia es más poderosa que la súplica.
El Señor concede siempre más de lo que se le pide: el ladrón sólo pedía que se
acordase de él, pero el Señor le dice lo que sigue: "En verdad te digo que
hoy estarás conmigo en el paraíso". La vida consiste en habitar con
Jesucristo, y donde está Jesucristo allí está su reino.
Teofil
Y así como un rey trae consigo lo mejor del botín cuando vuelve
victorioso de la guerra, así el Señor, habiéndose apoderado de una porción de
las presas, que antes eran del diablo -como el ladrón-, la lleva consigo al
paraíso.
Crisóstomo
Digno era de verse al Salvador entre los ladrones, como la balanza de la
justicia, pesando la fe y la infidelidad. El diablo había arrojado a Adán del
paraíso, pero Jesucristo introdujo al ladrón en el paraíso, en presencia de
todos, y de sus mismos apóstoles. Por una sola palabra y con sola la fe entró
en el paraíso, para que nadie dudase de entrar a pesar de sus errores.
Obsérvese la prontitud: desde la cruz al cielo, desde la condenación al
paraíso; para que se sepa que el Señor lo hizo todo, no para demostrar la bondad
del ladrón, sino su clemencia. Algunos dicen: si ya se ha premiado bastante a
los buenos, ¿para qué la Resurrección? Si ya introdujo al ladrón en el paraíso,
y su cuerpo quedó aquí expuesto a la corrupción, no hace falta que vuelva a
resucitar. Pero la carne, que sufrió con el ladrón, ¿habrá de quedar sin
premio? Oigamos a San Pablo que dice a los fieles de Corinto: ( 1Cor 15,53)
"Conviene que esto, corruptible, revista la incorruptibilidad". Pero
si el Señor había ofrecido el reino de los cielos y llevó al ladrón al paraíso,
todavía no le ha premiado. Pero dicen que con el nombre de paraíso dio a
entender el reino de los cielos, porque se expresaba en los términos
acostumbrados cuando hablaba al ladrón, quien nada había oído de la predicación
divina. Algunos no leen "hoy estarás conmigo en el paraíso", sino,
"te digo hoy"; y después, "que serás conmigo en el
paraíso". Pero esto tiene una solución más sencilla: Los médicos cuando
desahucian a un enfermo incurable, dicen: Ya está muerto. Pues así el ladrón: como
ya no podía volver a su vida pecadora, se dice que entró en el paraíso.
Teofilacto
Esto es lo más verdadero para todos, porque tanto el ladrón como los
demás santos, aun cuando no han alcanzado todo lo ofrecido -para que, como se
dice por el Apóstol a los hebreos ( Heb 11,40), no se les cumpla sin estar
nosotros presentes-, se encuentran, sin embargo, en el reino de los cielos, y
en el paraíso.
San Gregorio Niceno
Ahora conviene dilucidar otra vez, cómo es que se considera al ladrón
como digno de entrar en el paraíso, siendo así que una espada de fuego impide
la entrada a los santos. Pero obsérvese que el divino anuncio la llama móvil,
de tal modo que se vuelve impidiendo la entrada a los que no son dignos de
entrar y facilitando la entrada libre a la vida a los que son dignos de ella.
San Gregorio moralium 12, 7
Se llama versátil (mudable) aquella espada, porque se sabía que había de
llegar tiempo en que se la hiciese desaparecer: cuando viniere Aquél que nos
había de facilitar el camino del paraíso, por medio de su Encarnación.
San Ambrosio
Pero debe advertirse que otros Evangelistas (San Mateo y San Marcos)
dicen que los dos ladrones blasfemaban del Señor, y éste dice que uno lo
ultrajaba y el otro reprendía. También puede suceder que este ladrón lo
blasfemase al principio, pero que de repente se convirtió. También pudo ser que
hablase en plural refiriéndose a uno sólo, como sucede en la carta del Apóstol
a los hebreos ( Heb 11,37): "Andaban en pieles de cabra, y fueron
aserrados". Sólo Elías tenía tal manto y únicamente Isaías fue aserrado.
En sentido místico puede decirse que los dos ladrones representan a los dos
pueblos que habían de ser crucificados con Cristo por medio del bautismo, y cuya
discordancia también manifiesta la diferencia de los que habían de querer.
Beda
Todos los que somos bautizados en nombre de Jesucristo, somos bautizados
en virtud de su muerte, porque siendo pecadores, hemos sido purificados por
medio del bautismo ( Rom 6,3). Pero hay algunos, que glorificando a Jesús
muerto según la carne, son coronados; y otros, que no queriendo obrar según la
fe y las promesas del bautismo, son privados de la gracia que recibieron.
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