SÍNODO DE LOS OBISPOS
III ASAMBLEA GENERAL
EXTRAORDINARIA
LOS DESAFÍO PASTORALES SOBRE
LA FAMILIA
EN EL CONTEXTO DE LA EVANGELIZACIÓN
EN EL CONTEXTO DE LA EVANGELIZACIÓN
Documento preparatorio
Ciudad del Vaticano
2013
I – El
Sínodo: familia y evangelización
La
misión de predicar el Evangelio a toda la humanidad ha sido confiada
directamente por el Señor a sus discípulos y es la Iglesia quien lleva adelante
tal misión en la historia. En el tiempo que estamos viviendo, la evidente
crisis social y espiritual llega a ser un desafío pastoral, que interpela la
misión evangelizadora de la Iglesia para la familia, núcleo vital de la
sociedad y de la comunidad eclesial. La propuesta del Evangelio sobre la
familia en este contexto resulta particularmente urgente y necesaria. La
importancia del tema surge del hecho que el Santo Padre ha decidido establecer
para el Sínodo de los Obispos un itinerario de trabajo en dos etapas: la
primera, la Asamblea General Extraordinaria del 2014, ordenada a delinear el
“status quaestionis” y a recoger testimonios y propuestas de los Obispos para
anunciar y vivir de manera creíble el Evangelio de la familia; la segunda, la
Asamblea General Ordinaria del 2015, para buscar líneas operativas para la
pastoral de la persona humana y de la familia.
Hoy
se presentan problemáticas inéditas hasta hace unos pocos años, desde la
difusión de parejas de hecho, que no acceden al matrimonio y a veces excluyen
la idea del mismo, a las uniones entre personas del mismo sexo, a las cuales a
menudo es consentida la adopción de hijos. Entre las numerosas nuevas
situaciones, que exigen la atención y el compromiso pastoral de la Iglesia,
bastará recordar: los matrimonios mixtos o interreligiosos; la familia
monoparental; la poligamia, difundida todavía en no pocas partes del mundo; los
matrimonios concordados con la consiguiente problemática de la dote, a veces
entendida como precio para adquirir la mujer; el sistema de las castas; la
cultura de la falta de compromiso y de la presupuesta inestabilidad del vínculo;
formas de feminismo hostil a la Iglesia; fenómenos migratorios y reformulación
de la idea de familia; pluralismo relativista en la concepción del matrimonio;
influencia de los medios de comunicación sobre la cultura popular en la
comprensión de la celebración del casamiento y de la vida familiar; tendencias
de pensamiento subyacentes en la propuestas legislativas que desprecian la
estabilidad y la fidelidad del pacto matrimonial; la difusión del fenómeno de
la maternidad subrogada (alquiler de úteros); nuevas interpretaciones de los
derechos humanos. Pero, sobre todo, en ámbito más estrictamente eclesial, la
debilitación o el abandono de fe en la sacramentalidad del matrimonio y en el
poder terapéutico de la penitencia sacramental.
A
partir de todo esto se comprende la urgencia con la cual el episcopado mundial,
cum et sub Petro, considera atentamente estos desafíos. Por ejemplo, si
sólo se piensa que en el actual contexto muchos niños y jóvenes nacidos de
matrimonios irregulares no podrán ver jamás a sus padres acercarse a los
sacramentos, se comprende el grado de urgencia de los desafíos puestos por la
situación actual, por otro lado difundida ampliamente en la “aldea global”, a
la evangelización.
Esta
realidad presenta una singular correspondencia con la amplia acogida que está
teniendo en nuestros días la enseñanza sobre la misericordia divina y sobre la
ternura en relación a las personas heridas, en las periferias geográficas y
existenciales: las expectativas que se derivan de ello acerca de las decisiones
pastorales sobre la familia son muchas. Por lo tanto, una reflexión del Sínodo
de los Obispos sobre estos temas parece tanto necesaria y urgente, cuanto
imperativa, como expresión de la caridad de los Pastores, no sólo frente a
todos aquellos que son confiados a ellos, sino también frente a toda la familia
humana.
II- La
Iglesia y el Evangelio sobre la familia
La
buena noticia del amor divino ha de ser proclamada a cuantos viven esta
fundamental experiencia humana personal, de vida matrimonial y de comunión
abierta al don de los hijos, que es la comunidad familiar. La doctrina de la fe
sobre el matrimonio ha de ser presentada de manera comunicativa y eficaz, para
que sea capaz de alcanzar los corazones y de transformarlos según la voluntad
de Dios manifestada en Jesucristo.
En
relación a la citación de las fuentes bíblicas sobre el matrimonio y la
familia, se indican en el presente texto sólo las referencias esenciales. Así
también para los documentos del Magisterio parece oportuno limitarse a los
documentos del Magisterio universal de la Iglesia, integrándolos con algunos
textos del Pontificio Consejo de la Familia e invitando a los Obispos que
participan en el Sínodo a referirse a los documentos de sus respectivos
organismos episcopales.
Desde
siempre y en las más diversas culturas no ha faltado nunca la enseñanza clara
de los pastores ni el testimonio concreto de los creyentes, hombres y mujeres,
que en circunstancias muy diferentes han vivido el Evangelio sobre la familia
como un don inconmensurable para la vida de ellos y de sus hijos. El compromiso
del próximo Sínodo Extraordinario es impulsado y sostenido por el deseo de
comunicar a todos, más incisivamente este mensaje esperando que, de este modo,
«el tesoro de la revelación encomendado a la Iglesia vaya llenando los
corazones de los hombres» (DV 26).
El proyecto
de Dios Creador y Redentor
La
belleza del mensaje bíblico sobre la familia tiene su fundamento en la creación
del hombre y la mujer, ambos hechos a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn
1,24-31; 2, 4b-25). Unidos por un vínculo sacramental indisoluble, los esposos
viven la belleza del amor, de la paternidad, de la maternidad y de la dignidad
suprema de participar así en la obra creadora de Dios.
En
el don del fruto de la propia unión asumen la responsabilidad del crecimiento y
de la educación de otras personas para el futuro del género humano. A través de
la procreación, el hombre y la mujer cumplen en la fe la vocación de ser
colaboradores de Dios en la custodia de la creación y en el crecimiento de la
familia humana.
El
Beato Juan Pablo II ha comentado este aspecto en la Familiaris Consortio:
«Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza (cf. Gn 1,26s):
llamándolo a la existencia por amor, lo ha llamado al mismo tiempo al
amor. Dios es amor (1Jn 4,8) y vive en sí mismo un misterio de
comunión personal de amor. Creándola a su imagen y conservándola continuamente
en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la vocación y
consiguientemente la capacidad y la responsabilidad del amor y de la comunión
(cf. Gaudium et Spes, 12). El amor es por tanto la vocación fundamental
e innata de todo ser humano» (FC, n. 11).
Este
proyecto de Dios creador, que el pecado original ha trastornado (cf, Gn 3,1-24),
se ha manifestado en la historia a través de las vicisitudes del pueblo elegido
hasta la plenitud de los tiempos, cuando, con la encarnación del Hijo de Dios
no sólo quedó confirmada la voluntad divina de salvación, sino también, con la
redención, fue ofrecida la gracia para obedecer a esa misma voluntad.
El
Hijo de Dios, el Verbo hecho carne (cf. Jn 1,14) en el vientre de la
Virgen Madre, vivió y creció en la familia de Nazaret y participó en las bodas
de Caná enriqueciendo la fiesta con el primero de sus “signos” (cf. Jn
2,1-11). Él ha aceptado con alegría la hospitalidad familiar de sus primeros
discípulos (cf. Mc 1,29-31; 2,13-17) y ha consolado el luto de la
familia de sus amigos de Betania (cf. Lc 10,38-42; Jn 11,1-44).
Jesucristo
ha restablecido la belleza del matrimonio proponiendo nuevamente el proyecto
unitario de Dios, que había sido abandonado por la dureza del corazón humano,
aún en la tradición del pueblo de Israel (cf. Mt 5,31-32; 19,3-12; Mc
10,1-12; Lc 16,18). Volviendo al origen, Jesús ha enseñado la unidad y
la fidelidad entre los esposos, reprobando el repudio y el adulterio.
Precisamente
a través de la extraordinaria belleza del amor humano – ya celebrada con
matices inspirados en el Cantar de los Cantares y prefigurada en el
vínculo esponsalicio exigido y defendido por Profetas como Oseas (Os
1,2-3,3) y Malaquías (Ml 2,13-16) – Jesús ha confirmado la dignidad
originaria del amor conyugal del hombre y de la mujer.
La
enseñanza de la Iglesia sobre la familia
También
en la comunidad cristiana primitiva la familia aparece como «Iglesia doméstica»
(cf. CCC 1655). En los llamados “códigos familiares” de las Epístolas
Apostólicas neotestamentarias, la grande familia del mundo antiguo es
considerada como lugar de la solidaridad más profunda entre mujeres y maridos,
entre padres e hijos, entre ricos y pobres (cf. Ef 5,21-6,9; Col
3,18-4,1; 1Tm 2,8-15; Tt 2,1-10; 1P 2,13-3,7; cf. además
la Epístola a Filemón). En particular, la Epístola a los Efesios ha
visto en el amor nupcial entre el hombre y la mujer «el gran misterio», que
hace presente en el mundo el amor de Cristo y de la Iglesia (cf. Ef
5,31-32).
En
el curso de los siglos, sobre todo en la época moderna hasta nuestros días, la
Iglesia no ha hecho faltar su constante y creciente enseñanza sobre la familia
y sobre el matrimonio que la fundamenta. Una de las expresiones más altas ha
sido propuesta por el Concilio Ecuménico Vaticano II, en la Constitución
pastoral Gaudium et Spes, la cual, refiriéndose a los problemas más
urgentes, dedica un capítulo entero a la promoción de la dignidad del
matrimonio y de la familia, como aparece en la descripción de su valor para la
constitución de la sociedad: «Así, la familia, en la que distintas generaciones
coinciden y se ayudan mutuamente a lograr una mayor sabiduría y a armonizar los
derechos de las personas con las demás exigencias de la vida social, constituye
el fundamento de la sociedad» (GS 52). De especial intensidad es el
llamado a una espiritualidad Cristocéntrica para los esposos creyentes: «los
propios cónyuges, finalmente, hechos a imagen de Dios vivo y constituidos en el
verdadero orden de personas, vivan unidos, con el mismo cariño, modo de pensar
idéntico y mutua santidad, para que habiendo seguido a Cristo, principio de
vida, en los gozos y sacrificios de su vocación, por medio de su fiel amor,
sean testigos de aquel misterio de amor que el Señor con su muerte y
resurrección reveló al mundo» (GS 52).
También
los Sucesores de Pedro, después del Concilio Vaticano II, han enriquecido con
su Magisterio la doctrina sobre el matrimonio y sobre la familia, en particular
Pablo VI con la Encíclica Humanae vitae, que ofrece específicas
enseñanzas sobre los principios y sobre la praxis. Sucesivamente el Papa Juan
Pablo II en la Exhortación Apostólica Familiaris Consortio ha querido
insistir en este aspecto, al proponer el designio divino sobre la verdad
originaria del amor de los esposos y de la familia, en estos términos: «El
único “lugar” que hace posible esta donación total es el matrimonio, es decir,
el pacto de amor conyugal o elección consciente y libre, con la que el hombre y
la mujer aceptan la comunidad íntima de vida y amor, querida por Dios mismo
(cf. Gaudium et Spes, 48), que sólo bajo esta luz manifiesta su
verdadero significado. La institución matrimonial no es una ingerencia indebida
de la sociedad o de la autoridad ni la imposición intrínseca de una forma, sino
exigencia interior del pacto de amor conyugal que se confirma públicamente como
único y exclusivo, para que sea vivida así la plena fidelidad al designio de
Dios Creador. Esta fidelidad, lejos de rebajar la libertad de la persona, la
defiende contra el subjetivismo y relativismo, y la hace partícipe de la
Sabiduría creadora» (FC 11).
El
Catecismo de la Iglesia Católica recoge estos datos fundamentales: «La
alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una íntima
comunidad de vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes propias por el
Creador. Por su naturaleza está ordenada al bien de los cónyuges así como a la
generación y educación de los hijos. Entre bautizados, el matrimonio ha sido
elevado por Cristo Señor a la dignidad de sacramento [cf. GS 48,1; CIC
can. 1055, §1]» (CCC 1660).
La
doctrina expuesta en el Catecismo se refiere tanto a los principios teológicos
como al comportamiento moral, tratados en dos títulos distintos: El
sacramento del matrimonio (nn. 1601-1658) y El sexto mandamiento
(nn.2331-2391). La atenta lectura de estas partes del Catecismo ayuda a la
comprensión actualizada de la doctrina de la fe, que ha de sostener la acción
de la Iglesia ante los desafíos del presente. Su pastoral se inspira en la
verdad del matrimonio considerado en el designio de Dios, que ha creado el
hombre y la mujer y en la plenitud de los tiempos ha revelado en Jesucristo
también la plenitud del amor esponsalicio elevado a sacramento. El matrimonio
cristiano fundado sobre el consenso y también dotado de efectos propios, como
los bienes y las obligaciones de los esposos, sin embargo no ha sido sustraído
al régimen del pecado (cf. Gn 3, 1-24), que puede procurar heridas
profundas y también ofensas a la misma dignidad del sacramento.
La
reciente Encíclica del Papa Francisco, Lumen Fidei, habla de la familia
en su vínculo con la fe que revela «hasta qué punto pueden ser sólidos los
vínculos humanos cuando Dios se hace presente en medio de ellos» (LF
50). «El primer ámbito que la fe ilumina en la ciudad de los hombres es la
familia. Pienso sobre todo en el matrimonio, como unión estable de un hombre y
una mujer: nace de su amor, signo y presencia del amor de Dios, del
reconocimiento y la aceptación de la bondad de la diferenciación sexual, que
permite a los cónyuges unirse en una sola carne (cf. Gn 2,24) y ser
capaces de engendrar una vida nueva, manifestación de la bondad del Creador, de
su sabiduría y de su designio de amor. Fundados en este amor, hombre y mujer
pueden prometerse amor mutuo con un gesto que compromete toda la vida y que
recuerda tantos rasgos de la fe. Prometer un amor para siempre es posible
cuando se descubre un plan que sobrepasa los propios proyectos, que nos
sostiene y nos permite entregar totalmente nuestro futuro a la persona amada».
«La fe no es un refugio para gente pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace
descubrir una gran llamada, la vocación al amor, y asegura que este amor es
digno de fe, que vale la pena ponerse en sus manos, porque está fundado en la
fidelidad de Dios, más fuerte que todas nuestras debilidades» (LF 53).
III –
Cuestionario
Las
siguientes preguntas permiten a las Iglesias particulares participar activamente
en la preparación del Sínodo Extraordinario, que tiene como objetivo anunciar
el Evangelio en los actuales desafíos pastorales en relación a la familia.
1 - Sobre
la difusión de la Sagrada Escritura y del Magisterio de la Iglesia en relación
a la familia
a)
¿Cuál es el real conocimiento de las enseñanzas de la Biblia, de la Gaudium
et Spes, de la Familiaris Consortio y de otros documentos del
Magisterio post-conciliar sobre el valor de la familia según la Iglesia
Católica? ¿Cómo nuestros fieles son formados en la vida familiar según las
enseñanzas de la Iglesia?
b)
Allí donde se conocen las enseñanzas de la Iglesia ¿son éstas integralmente
aceptadas? ¿se verifican dificultades para ponerlas en práctica? ¿Cuáles?
c)
¿Cómo se difunden las enseñanzas de la Iglesia en el contexto de los programas
pastorales a nivel nacional, diocesano y parroquial? ¿Qué catequesis se ofrece
sobre la familia?
d)
¿En qué medida – y en particular en relación a qué aspectos – dichas enseñanzas
son realmente conocidas, aceptadas, rechazadas y/o criticadas en ambientes
extra eclesiales? ¿Cuáles son los factores culturales que obstaculizan la plena
recepción de las enseñanzas de la Iglesia sobre la familia?
2 - Sobre
el matrimonio según la ley natural
a)
¿Qué lugar ocupa el concepto de ley natural en la cultura civil, tanto a nivel
institucional, educativo y académico, como a nivel popular? ¿Qué visiones
antropológicas se dan por sobrentendidas en el debate sobre el fundamento
natural de la familia?
b)
¿Es comúnmente aceptado, en cuanto tal, el concepto de ley natural en relación
a la unión entre el hombre y la mujer, de parte de los bautizados en general?
c)
¿Cómo es contestada, en la práctica y en la teoría, la ley natural en lo que
respecta a la unión entre el hombre y la mujer en vista de la formación de una
familia? ¿Cómo es propuesta y profundizada en los organismos civiles y
eclesiales?
d)
¿Cómo se deberían afrontar los desafíos pastorales que surgen cuando
bautizados, no practicantes o que se declaran no creyentes, piden la
celebración del matrimonio?
3 – La
pastoral de la familia en el contexto de la evangelización
a)
¿Qué experiencias han sido maduradas en las últimas décadas en orden a la
preparación al matrimonio? ¿Cómo se ha tratado de estimular la tarea de
evangelización de los esposos y de la familia? ¿En qué modo se puede promover
la conciencia de la familia como “Iglesia doméstica”?
b)
¿Se ha logrado proponer estilos de oración en familia, que sean capaces de
resistir ante la complejidad de la vida y de la cultura actual?
c)
¿En qué modo las familias cristianas han sabido realizar la propia vocación de
trasmitir la fe en la actual situación de crisis entre las generaciones?
d)
¿De que manera las Iglesias locales y los movimientos de espiritualidad
familiar ha sabido crear caminos ejemplares?
e)
¿Qué aporte específico han logrado dar los matrimonios y las familias, en orden
a la difusión de una visión integral del matrimonio y de la familia cristiana,
que sea creíble hoy?
f)
¿Qué atención pastoral ha demostrado la Iglesia para sostener el camino de los
matrimonios en formación y de aquellos que atraviesan por una crisis?
4 – Sobre
la pastoral para afrontar algunas situaciones matrimoniales difíciles
a)
¿Es una realidad pastoral relevante en la Iglesia particular la convivencia ad
experimentum? ¿Es posible estimar numéricamente un porcentaje?
b)
¿Existen uniones libres de hecho, sin reconocimiento religioso ni civil? ¿Hay
datos estadísticos confiables?
c)
¿Son una realidad pastoral relevante en la Iglesia particular los que están
separados y los divorciados casados de nuevo? ¿Cuál es el porcentaje
numéricamente estimable? ¿Cómo se enfrenta esta realidad a través de programas
pastorales adecuados?
d)
En estos casos: ¿Cómo viven los bautizados su irregularidad? ¿Son concientes de
ella? ¿Manifiestan simplemente indiferencia? ¿Se sienten marginados y viven con
sufrimiento la imposibilidad de recibir los sacramentos?
e)
¿Qué piden las personas divorciadas y casadas de nuevo a la Iglesia a propósito
de los sacramentos de la Eucaristía y de la Reconciliación? Entre las personas
que se encuentran en estas situaciones ¿cuántas piden dichos sacramentos?
f)
¿Podría ofrecer realmente un aporte positivo a la solución de las problemáticas
de las personas implicadas la agilización de la praxis canónica en orden al
reconocimiento de la declaración de nulidad del vínculo matrimonial? Si la
respuesta es afirmativa ¿en qué forma?
g)
¿Existe una pastoral orientada a la atención de estos casos? ¿Cómo se
desarrolla esa actividad pastoral? ¿Existen al respecto programas a nivel
nacional y diocesano? ¿Cómo es anunciada a los separados y a los divorciados
casados de nuevo la misericordia de Dios? ¿Cómo se pone en práctica el apoyo de
la Iglesia en el camino de fe de estas personas?
5 - Sobre
las uniones de personas del mismo sexo
a)
¿Existe en el país una ley civil de reconocimiento de las uniones de personas
del mismo sexo equiparadas, de algún modo, al matrimonio?
b)
¿Qué actitud asumen las Iglesias particulares y locales ante el Estado civil,
promotor de uniones civiles entre personas del mismo sexo, y también ante las
mismas personas implicadas en este tipo de uniones?
c)
¿Qué atención pastoral es posible desarrollar en relación a las personas que
han elegido vivir según este tipo de uniones?
d)
¿Cómo habría que comportarse pastoralmente, en el caso de uniones de personas
del mismo sexo que hayan adoptado niños, en vista de la transmisión de la fe?
6 - Sobre
la educación de los hijos en las situaciones matrimoniales irregulares
a)
¿Cuál es en estos casos la proporción estimada de niños y adolescentes, en
relación a los niños nacidos y educados en familias regularmente constituidas?
b)
¿Con qué actitud los padres se dirigen a la Iglesia? ¿Qué piden? ¿Sólo los
sacramentos o también la catequesis?
c)
¿Cómo las Iglesias particulares intentan responder a la necesidad de los padres
de estos niños de ofrecer una educación cristiana para sus hijos?
d)
¿Cómo se desarrolla la praxis sacramental en estos casos: la preparación, la
administración del sacramento y el acompañamiento?
7 - Sobre
la apertura de los cónyuges a la vida
a)
¿Tienen los cristianos un real conocimiento de la doctrina de la Humanae
vitae sobre la paternidad responsable? ¿Qué conciencia se tiene del valor
moral de los diferentes métodos de control de los nacimientos? ¿Qué
profundizaciones podrían ser sugeridas sobre esta materia desde el punto de
vista pastoral?
b)
¿Es aceptada la mencionada doctrina moral? ¿Cuáles son los aspectos más
problemáticos que dificultan la aceptación en la gran mayoría de los
matrimonios?
c)
¿Qué métodos naturales son promovidos de parte de las Iglesias particulares
para ayudar a los cónyuges a aplicar la doctrina de la Humanae vitae?
d)
¿Cuál es la experiencia respecto a este tema en la praxis del sacramento de la
Penitencia y en la participación en la Eucaristía?
e)
¿Qué contrastes se detectan entre la doctrina de la Iglesia y la educación
civil en relación a esta temática?
f)
¿Cómo se puede promover una mentalidad más abierta a la natalidad? ¿Cómo se
puede favorecerse el aumento de los nacimientos?
8 - Sobre
la relación que existe entre la familia y la persona
a)
Jesucristo revela el misterio y la vocación del ser humano ¿La familia es realmente
un ambiente privilegiado para que esto tenga lugar?
b)
¿Qué situaciones críticas de la familia en el mundo actual pueden constituir un
obstáculo para el encuentro de la persona con Cristo?
c)
¿En qué medida las crisis de fe que las personas pueden atravesar inciden en la
vida familiar?
9 - Otros
desafíos y propuestas
¿Existen
otros desafíos y propuestas en relación a los temas tratados en este
cuestionario que merezcan ser considerados como urgentes o útiles?
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