sábado, 2 de marzo de 2013

Domingo III de cuaresma (ciclo c) - San Agustín

La higuera estéril
(Lc 13, 6-13)

La higuera es el género humano. Los tres años son los tres tiempos: uno antes de la ley, otro durante la ley y el tercero bajo la gracia. No es desacertado entender simbolizado en la higuera al género humano, pues el primer hombre, al pecar, cubrió sus vergüenzas con hojas de higuera, ocultando de esta manera los miembros de donde nacimos. Los miembros que antes del pecado eran motivo de gloria, después de él se convirtieron en ocasión de vergüenza. En efecto, estaban desnudos y no se avergonzaban, pues no tenían de qué antes de haber cometido el pecado. No podían avergonzarse tampoco de las obras de su creador, porque ningún mal procedente de sus obras había contaminado aún las obras buenas del Creador. De ahí nació, por tanto, el género humano: el hombre del hombre, el culpable del deudor, el mortal del mortal y el pecador del pecador. Este árbol simboliza a aquellos que se negaron siempre a dar fruto. La segur amenazaba las raíces de tal árbol. Intercede el colono, se aplaza el castigo, ofreciendo en cambio una ayuda. El colono que intercede es todo santo que dentro de la Iglesia ruega por cuantos están fuera de ella. ¿Y qué significa: Señor, perdónale también por este año? Es decir, en este tiempo de gracia perdona a los pecadores, perdona a los infieles, perdona a los estériles, perdona a los infructuosos. Cavaré alrededor, le echaré un cesto de abono; y si diere fruto, bien; si no, vendrás y lo cortarás. Vendrás, pero ¿cuándo? En el juicio. Vendrás, pero ¿cuándo? Entonces vendrá a juzgar a vivos y a muertos. En el entretiempo se concede el perdón. ¿Qué significado tiene cavar un hoyo alrededor, sino enseñar la humildad y la penitencia? El hoyo es tierra de abajo. El cesto de abono has de entenderlo en buen sentido. Es estiércol, pero produce fruto. El estiércol del agricultor es el dolor del pecador. Los que hacen penitencia, sí lo entienden bien y la hacen de verdad, la hacen en el estiércol. Así, pues, a este árbol se le dice: Haced penitencia; llegó el reino de los cielos.
¿Qué simboliza la mujer que llevaba dieciocho años enferma? Haced memoria. Dios completó su obra en seis días. Tres veces seis hacen dieciocho. Lo simbolizado en los tres años del árbol, está simbolizado en los dieciocho años de la mujer. Estaba encorvada; no podía mirar hacia arriba, ya que en vano escuchaba arriba el corazón. Pero la enderezó el Señor. Hay esperanza, pero para los hijos. Mucho se promete al hombre en el tiempo de espera hasta el día de juicio. Y ¿qué es el hombre? En cuanto pertenece al mismo hombre, nada hay en él que sea justo. El hombre justo es algo grande, pero el que es justo lo es por la gracia de Dios. ¿Qué es el hombre, si tú no te acuerdas de él? ¿Quieres ver lo que es el hombre? Todo hombre es mentiroso. Hemos cantado: Levántate, Señor; no prevalezca el hombre. ¿Qué quiere decir no prevalezca el hombre? ¿No eran hombres los apóstoles? ¿No lo eran los mártires? El mismo Jesús se dignó hacerse hombre. ¿Qué significa, pues, levántate, Señor; no prevalezca el hombre si todo hombre es mentiroso? Levántate, ¡oh verdad!; que no prevalezca la mentira. Por tanto, si el hombre quiere ser algo, no lo sea por sí mismo; pues si quisiera serlo de ese modo, sería un mentiroso. Si quiere ser veraz, lo será por Dios, no por sí mismo.
Luego, Levántate, Señor; no prevalezca el hombre. Antes del diluvio tuvo tanta fuerza la mentira, que después de él sólo quedaron ocho hombres. A partir de ellos se pobló la tierra otra vez de hombres mentirosos. Entonces Dios se escogió un pueblo para sí y ¡cuántos milagros no se obraron! ¡Cuántos beneficios se le dispensaron! Rescatado de la esclavitud de Egipto, fue conducido a la tierra prometida; le fueron enviados santos profetas; recibió el templo, el sacerdocio, el rey y la ley. Pero hijos bastardos me mintieron. Por último fue enviado el prometido. Que no prevalezca el hombre, a no ser porque Dios se hizo hombre. A pesar de haber hecho obras divinas, fue despreciado; a pesar de haber otorgado tantos beneficios, fue apresado, flagelado y colgado. Hasta tal punto prevaleció el hombre que prendió al Hijo de Dios, lo azotó, lo coronó de espinas y lo clavó en la cruz. Hasta que fue bajado de la cruz y colocado en el sepulcro, prevaleció el hombre. Si hubiese permanecido allí, hubiese prevalecido el hombre. Pero esta profecía se refiere a él: «Señor, tú te dignaste venir en carne al mundo, Verbo hecho carne; en cuanto Verbo, por encima de nosotros; en cuanto carne, entre nosotros; en cuanto Verbo-carne, entre Dios y el hombre. Para nacer según la carne, elegiste a una virgen; para ser concebido encontraste una virgen y nacido la dejaste virgen. Pero no eras conocido; te manifestabas y permanecías oculto. Se manifestaba la debilidad y quedaba oculto el poder. Y todo esto se hizo para derramar tu sangre, nuestro precio. Hiciste tantos milagros, diste el beneficio de la salud a los enfermos; recibiste males por los bienes; fuiste insultado; pendiste del madero; los impíos movieron sus cabezas ante ti y te dijeron: Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz. ¿Es cierto que habías perdido tu poder, o más bien demostrabas tu paciencia? Con todo, te insultaron, se mofaron de ti y huyeron como vencedores tras tu muerte. He aquí que yaces en el sepulcro. Levántate, Señor; no prevalezca el hombre. No prevalezca el impío enemigo; no prevalezca el ciego judío. Levántate, Señor; no prevalezca el hombre». Y así aconteció. ¿Qué resta sino que sean juzgados los pueblos en tu presencia? Resucitó, como sabéis, subió al cielo y desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
¡Ea, árbol estéril! No te rías porque se te perdone; se aplazó el empleo de la segur, pero no te sientas seguro. Vendrá y te cortará. Cree que ha de llegar. Todo esto que ves, no existía extendido por todo el orbe terráqueo en otro tiempo. Se leía en la profecía, pero no se veía realizado en la tierra. Sin embargo, ahora se lee y se ve. Así se convocó a la Iglesia. No se le dijo: «Ve, hija, y oye», sino oye y ve. Oye lo profetizado, ve lo cumplido. Hermanos amadísimos: Cristo no había nacido aún de una virgen; se prometió y la promesa se cumplió. Aún no había hecho milagros; se prometieron y los hizo. Aún no había padecido; se prometió y se cumplió. No había resucitado; se prometió y se cumplió. No había ascendido al cielo; fue anunciado antes y se cumplió. No se había extendido su nombre por toda la tierra; se profetizó y se cumplió. No habían sido derribados y destruidos los ídolos y se hizo realidad. No habían aparecido los herejes impugnando a la Iglesia; se profetizó y se cumplió. Pues de igual modo aún no ha llegado el día del juicio, pero puesto que está profetizado, se cumplirá. Quien se mostró veraz en tantos acontecimientos predichos, ¿resultará mentiroso respecto al día del juicio? Nos dejó un documento autógrafo de sus promesas. Dios se hizo deudor prometiendo, no recibiendo un préstamo. ¿Podemos decirle: «Dame lo que recibiste»? ¿Quién le dio primero a él, que se le devolverá? No podemos, por tanto, decirle: «Devuelve lo que recibiste», pero sí, y con todo derecho, «Cumple lo que prometiste».
Lo prometió a nuestros padres, pero dejó una garantía que pudiéramos leer nosotros. Si nos llama a cuentas quien dejó la garantía y dice: «Leed mis deudas, es decir, mis promesas; contad lo que ya cumplí y contad también lo que aún debo. Ved lo mucho que pagué y lo poco que debo. Porque me falta ese poquito, ¿pensáis que prometo y no cumplo?» Por tanto, el árbol estéril haga penitencia y produzca frutos dignos de ella. Quien está encorvado y mira a la tierra, se alegra con la felicidad terrena y, no creyendo en la otra, piensa que sólo en esta vida se puede ser feliz. Quien esté así de encorvado, levántese; si no puede enderezarse por sí solo, invoque a Dios. ¿Acaso se enderezó por sí misma aquella mujer? ¡Pobre de ella, si Dios no le hubiese tendido la mano!
(SAN AGUSTÍN, Sermón 110, o.c., t. X, BAC, Madrid, 1983, pp. 782-787)



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