sábado, 2 de febrero de 2013

Shahbaz Bhatti y la persecución a los cristianos de hoy -Mons Aguer



Testamento espiritual
de Shahbaz Bhatti
del Ministro de Pakistan asesinado

Mi nombre es Shahbaz Bhatti. Nací en una familia católica. Mi padre, un profesor jubilado, y i madre, ama de casa; me educaron según los valores cristianos y las enseñanzas de la biblia, que han influido en mi infancia.

Desde niño solía ir a la Iglesia y encontrar una profunda inspiración en las enseñanzas, el sacrificio y la crucifixión de Jesús. Fue el amor de Jesús que me llevó a ofrecer mis servicios a la Iglesia. Las terribles condiciones de los cristianos de Paquistán me remueven. Recuerdo un Viernes Santo, cuando sólo tenía trece años, oí un sermón sobre el sacrificio de Jesús por nuestra redención y la salvación del mundo. Y pensé corresponder a su amor dando amor a nuestros hermanos y hermanas poniéndome al servicio de los cristianos, especialmente de los pobres, de los necesitados, de los perseguidos que viven en este país islámico.
Me pidieron que ponga fin a mi lucha, pero siempre lo he rechazado, aún a riesgo de mi propia vida. Mi respuesta siempre ha sido la misma. No quiero popularidad, no quiero posiciones de poder. Quiero solo un lugar a los pies de Jesús. Quiero que mi vida, m i carácter, mis acciones hablen por mí y digan que estoy siguiendo a Jesucristo. Este deseo es tan fuerte en mí que me considero privilegiado si en mi esfuerzo de luchar para ayudar a los más necesitados, los pobres, los cristianos perseguidos en Pakistán, Jesús quiere aceptar el sacrificio de mi vida.
Quiero vivir por Cristo y por Él quiero morir. No siento miedo en este país. Muchas veces los extremistas han querido matarme, encarcelarme, me han amenazado, perseguido y aterrorizado a mi familia. Yo digo que el tiempo que viva, hasta mi último aliento, voy a continuar sirviendo a Jesús y a esta pobre humanidad doliente, los cristianos, los necesitados, los pobres.
Creo que los cristianos de todo el mundo que han tendido la mano a los musulmanes afectados por el trágico terremoto del 2005 han construido puentes de solidaridad, de amor, de comprensión, de cooperación y tolerancia entre las dos religiones. Si estos esfuerzos continúan estoy convencido que ganaremos los corazones y las mentes de los extremistas. Esto producirá un cambio positivo: las gentes no se odiarán, no matarán en nombre de la religión, se amarán unos a otros, portarán armonía, cultivarán la paz y la comprensión en esta región.
Creo que los más necesitados, los pobres, los huérfanos, cualquiera sea su religión, serán considerados sobre todo como seres humanos. Pienso que esas personas son parte de mi cuerpo en Cristo, que son la parte perseguida y necesitada del cuerpo de Cristo. Si nosotros llevamos a cabo esta misión, ganaremos un lugar a los pies de Jesús y lo podremos ver sin sentir vergüenza

 

 

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