Ante
la renuncia del
Papa Benedicto
La conmoción que en
estos momentos recorre el mundo, ante la noticia de la renuncia del papa
Benedicto XVI a seguir ocupando la sede de Pedro, me lleva a ofrecer una breve
reflexión a los fieles de mi diócesis de Mar del Plata, y a todos los hombres y
mujeres de buena voluntad.
De una vida
enteramente dedicada a Jesucristo y a su Iglesia, como fue la suya, no podemos
esperar sino motivaciones santas. En un hombre extremadamente lúcido, la
conciencia de la seriedad de esta decisión ha sido largamente ponderada ante
Dios.
Resulta edificante
leer sus propias palabras, pronunciadas ante los cardenales reunidos en
consistorio: “Tras haber examinado repetidamente mi conciencia ante Dios, he
llegado a la certeza de que mis fuerzas, dada mi avanzada edad, ya no se
corresponden con las de un adecuado ejercicio del ministerio petrino (…) De
cara a gobernar la barca de San Pedro y difundir el Evangelio, son
necesarias tanto la fortaleza de mente como la del cuerpo, fuerza que en
los últimos meses se ha deteriorado hasta tal punto en mi que he tenido que
reconocer mi incapacidad para cumplir”.
No nos queda otra
actitud más que el sincero agradecimiento y la admiración por todo lo que un
hombre excepcional como él ha entregado a la Iglesia. Su magisterio nos ha
iluminado y queda en el tesoro de la sabiduría de la Iglesia. Su fortaleza ante
las contradicciones del mundo nos ha dado ejemplo para vivir el Evangelio: “En
el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo” (Jn
16,33).
Las palabras
finales de su anuncio nos conmueven en forma especial: “En cuanto a mí,
deseo servir devotamente a la Santa Iglesia de Dios en el futuro a través de
una vida dedicada a la oración”.
Santidad, en nombre
de la diócesis de Mar del Plata, quiero asegurarle que lo seguiremos
acompañando, también en esta nueva etapa de su vida, seguramente llena de nueva
fecundidad.
+ Antonio Marino
Obispo de Mar del
Plata
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