martes, 4 de diciembre de 2012

Examen de conciencia sobre las bienaventuranzas

EXAMEN SOBRE LAS BIENAVENTURANZAS

          Las bienaventuranzas no son ninguna lista de cosas que hay que hacer o de mandamientos que hay que cumplir. Las bienaventuranzas son un anuncio de felicidad que Jesús proclama en el inicio de su misión. Jesús, dice el evangelio de Mateo, recorría toda Galilea, enseñando en las sinagogas, anunciando la buena noticia del Reino y curando las enfermedades y dolencias del pueblo. Y lo seguían multitudes venidas de todas partes, de Palestina y de más allá de Palestina. Y un día, dice el evangelio, Jesús sube a la montaña, y se sienta, y empieza a proclamar quienes son los que pueden sentirse dichosos porque Dios los quiere como herederos de su Reino. Esta proclamación, son las bienaventuranzas. No son, por tanto, ninguna lista de mandamientos. Pero cuando los escuchamos, sin duda que nos tocan muy adentro y nos hacen pensar si Jesús podría decirnos, también a nosotros, su mensaje de felicidad. Si podría decirnos: «¡ Dichosos vosotros!’>. Todas las bienaventuranzas nos llevan hacia una misma actitud de fondo, la actitud del seguidor de Jesús, la actitud que el propio Jesús vivía. Pero, aunque nos lleven a una misma actitud de fondo, para profundizar­las más nos irá bien leerlas ahora una por una, y hacernos algunas preguntas. Para que el mensaje de felicidad de Jesús sea también nuestro.

Dice Jesús: Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
-¿Es Dios y su Reino la cosa más importante de mi vida? ¿El objetivo de mi vida es seguir el Evangelio de Jesús, aunque a veces no me resulte fácil?
-¿Confío en Dios por encima de todo, y me sostengo en él, especialmente cuando me resulta difícil ser fiel al Evange­lio?
- ¿Deseo y trabajo por el bienestar de todos, especialmente de los necesitados? ¿Vivo austeramente? ¿Comparto mis bienes con los que tienen menos que yo?

Dice Jesús: Dichosos los sufridos, porque ellos here­darán la tierra.
- Sea cual sea mi situación, ¿procuro vivir en paz en mi interior, y transmitir paz a mi alrededor? ¿Intento tomarme los problemas con espíritu positivo, y sin crear angustias innecesarias a los que me rodean?
-¿Soy sencillo? ¿Sé reconocer mis limitaciones? ¿Sé aceptar que no tengo siempre la razón? ¿Estoy dispuesto a aprender de los demás?
-¿Soy amable? ¿Soy agradecido? ¿Me preocupo por hacer la vida más fácil y agradable a los demás?

Dice Jesús: Dichosos los que lloran, porque ellos serán consolados.
-¿Me pongo confiadamente en manos de Dios en los dolores y tristezas?
- ¿Siento como propios los dolores y tristezas que veo a mi alrededor?
-¿Me siento solidario de todos los que sufren, aquí y en el mundo entero, por el hambre, la guerra, la pobreza y cualquier clase de injusticia?

Dice Jesús: Dichosos los que tienen hambre y sed de  justicia, porque ellos quedarán saciados.
- ¿Me doy cuenta del mal que hay en mí? ¿Me doy cuenta de todo aquello que hago y no debería hacer, y de las actitudes que debería cambiar? ¿Me doy cuenta de todo lo que debería hacer y no hago, para vivir más de acuerdo con la justicia de Dios?
-¿Deseo de todo corazón que el amor, la vida y la justicia de Dios alcancen a todos y renueven nuestro mundo?

Dice Jesús: Dichosos los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
-¿Hago todo lo que está en mis manos para ayudar a los que sufren? ¿Visito a los enfermos? ¿Hago compañía a los que están solos? ¿Colaboro de algún modo con entidades dedicadas a la ayuda y la solidaridad?
- Como el buen samaritano, que se acercó a ayudar a aquel desconocido que estaba allí a la vera del camino, ¿sé yo también que debo ayudar a los que necesiten mi ayuda, aunque no los conozca o incluso me caigan mal?

Dice Jesús: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
-¿Sé reconocer las cosas buenas de los demás y alegrar­me sinceramente? ¿Sé reconocer las cosas buenas de los que no piensan como yo o incluso me caen mal? ¿Sé reconocer las cosas buenas de los que no son cristianos?
- ¿Voy de buena fe? ¿O bien desconfío siempre de todos y estoy convencido de que en principio es mejor pensar mal de los demás?
-¿Intento comprender las actitudes y actuaciones de los demás? ¿Soy capaz de ponerme en la piel de los demás?
-¿Mantengo siempre la ilusión de que las personas y las cosas pueden ser mejores, o más bien digo a menudo que no hay nada que hacer?

Dice Jesús: Dichosos los que trabajan por la paz, porque ellos se llamarán hijos de Dios.
-¿Procuro ser portador de paz a mi alrededor, o más bien a menudo provoco problemas y conflictos? Cuando estoy enemistado con alguien, o se producen tensiones, ¿hago todo lo que puedo por arreglarlo, aunque piense que la culpa es del otro?
-Cuando hay que discutir algo ¿procuro que mi aportación sea para encontrar soluciones, o más bien contribuyo a complicar las cosas y a crear mal ambiente?
-¿Estoy atento, y me preocupan, los problemas de la paz en el mundo? Si tengo ocasión, ¿participo en actividades en favor de la paz?

Dice Jesús: Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
- Aunque me pueda acarrear críticas o desprecios, ¿man­tengo con firmeza las actitudes cristianas fundamentales, como son el espíritu de servicio y de entrega, la sencillez, el desprendimiento, el compartir los propios bienes, el perdón, el amor a los enemigos, la lucha contra la injusticia, la defensa de los pobres y los débiles?
-¿Estoy contento de ser cristiano? ¿Me manifiesto cristia­no, con sencillez pero al mismo tiempo con convicción? ¿Transmito la alegría de ser cristiano?
¿Soy, para aquellos que tengo cerca de mí, un signo de alegría, de esperanza, de vida renovada, como lo era Jesús?

1 comentario:

  1. Esta guía para hacer examen de conciencia es muy luminosa y fomenta la configuración del dinamismo de las virtudes infusas y teologales
    Gracias

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