jueves, 13 de junio de 2019

Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote - Himnos de la Liturgia


 

Oficio de Lecturas

Único mediador, Jesús Pontífice,
que por nosotros sin cesar suplicas,
te aclama con razón la raza humana,
plena de dicha.

Por obra del Espíritu, en el vientre
de una doncella estás, que al mundo guías;
naces de excelsa adoración del Padre,
sola hostia digna.

Úngete el Padre eterno Sacerdote
con el óleo de gracia y de alegría,
porque su majestad obtenga siempre
loa infinita.

Al asumir, oh Dios, nuestra natura,
tu sangre ofreces y el bautismo fijas,
y la culpa letal de nuestro pecho
benigno expías.

Jesús, que levantado en un madero
todo atraes a ti, de amores víctima,
haz que a la santa Trinidad cantemos
gloria infinita. Amén.


Laudes


Eres tú nuestro pontífice,
 oh Siervo glorificado,
 ungido por el Espíritu,
 de entre los hombres llamado.

Eres tú nuestro pontífice,
 el que tendiste la mano
 a la mujer rechazada
 y al ciego desamparado.

Eres tú nuestro pontífice;
 el culto de los cristianos,
 tu palabra que acontece
 y el cuerpo santificado.

Eres tú nuestro pontífice;
 morías en cruz clavado
 y abrías la senda nueva
 detrás del velo rasgado.

Eres tú nuestro pontífice,
 hoy, junto al Padre, sentado;
 hoy por la Iglesia intercedes,
 nacida de tu costado.

Eres tú nuestro pontífice;
 ¡Cristo, te florificamos!
 ¡Que tu santo rostro encuentre
 dignos de ti nuestros cantos! Amén.


Vísperas

Sólo el amor halló tal sacerdocio:
el vino de la copa ya no es vino,
el pan es hoy la entrega de su cuerpo,
y en su nombre consagran sus ministros.

No quiso recibir aquella unción
que hacía sacerdotes interinos;
no se purificó, no entró en el templo
con la san re de extraños sacrificios.

No vistió la esplendente vestidura,
puesto en cruz, sin honor y malherido;
ni dio la bendición con gesto augusto
desde el altar, muriendo entre bandidos.

El rito fue el amor y la obediencia,
la ofrenda fue la Pascua de sí mismo;
viviendo entre nosotros fue pontífice
y de sus días hizo su servicio.

Gloria a ti, Jesucristo, nuestro hermano,
que fuiste sacerdote compasivo;
intercede glorioso ante tu Padre,
con quien vives y reinas por los siglos. Amén.


OTROS HIMNOS

I

Cantan tu gloria, Cristo Sacerdote,
los cielos y la tierra:
a ti que por amor te hiciste hombre
y al Padre como víctima te ofrendas.

Tu sacrificio nos abrió las puertas,
de par en par, del cielo;
ante el trono de Dios, es elocuente
tu holocausto en la cruz y tu silencio.

Todos los sacrificios del los hombres
quedaron abolidos:
todos eran figuras que anunciaban
al Sacerdote eterno, Jesucristo.

No te basta el morir, que quieres darnos
alimento de vida:
quedarte con nosotros y ofrecerte
sobre el altar: hacerte eucaristía.

Clavado en cruz nos miras, te miramos,
crece el amor, la entrega.
Al Padre, en el Espíritu, contigo,
eleva nuestro canto y nuestra ofrenda. Amén.

II

A ti, Jesús, te alaban las naciones;
que a tu reino nos llevas,
y en ti cobra esperanza nuestra súplica,
único mediador de cielo y tierra.

Verbo de Dios, por quien todo fue hecho,
nacido de María;
tú, la hostia pura, santa, inmaculada,
que de ofrecerse a Dios sola fue digna.

Ungido por el Padre, Jesucristo,
eterno sacerdote,
reconcilias al cielo con la tierra,
los hombres y los ángeles te adoren.

Dios de Dios verdadero, igual al Padre,
por nosotros te ofreces
en sacrificio, y mueres por nosotros,
trocando en vida eterna nuestra muerte.

Clavado en cruz, nos miras, te miramos,
crece el amor, la entrega.
Al Padre, en el Espíritu, contigo,
eleva nuestro canto y nuestra ofrenda. Amén.

III

A ti, sumo y eterno Sacerdote
de la nueva alianza,
se ofrecen nuestros votos y se elevan
los corazones en acción de gracias.

Desde el seno del Padre, descendiste
al de la Virgen Madre;
te haces pobre, y así nos enriqueces;
tu obediencia, de esclavos libres hace.

Tú eres el Ungido, Jesucristo,
el Sacerdote único;
tiene su fin en ti la ley antigua,
por ti la ley de gracia viene al mundo.

Al derramar tu sangre por nosotros,
tu amor complace al Padre;
siendo la hostia de tu sacrificio,
hijos de Dios y hermanos tú nos haces.

Para alcanzar la salvación eterna,
día a día se ofrece
tu sacrificio, mientras, junto al Padre,
sin cesar por nosotros intercedes.

A ti, Cristo pontífice, la gloria
por los siglos de los siglos;
tú que vives y reinas y te ofreces
al Padre en el amor del Santo Espíritu. Amén.




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