lunes, 31 de marzo de 2014

Máximas de San Juan Bosco sobre la castidad

CASTIDAD
·        Lo que debe distinguiros de los demás, lo que debe ser la característica de nuestra Congregación es la virtud de la castidad.
 
·        La castidad será el mejor triunfo de la Congregación y la forma más patente de agradecer a Dios tantos favores que nos ha concedido.
 
·        Si alguno moralmente no está seguro de poder conservar la castidad, por caridad, no intente hacerse ni sacerdote ni religioso.
 
·        Vino y castidad no pueden estar juntos.
 
·        Humildad, obediencia, castidad serán siempre agradables a María Santísima.
 
·        La virtud sobresaliente de los Salesianos debe ser la Castidad; así como los hijos de San Francisco de Asís se distinguen por su pobreza y los hijos de San Ignacio sobresalen por la obediencia.

domingo, 30 de marzo de 2014

El abandono de los Sagrarios acompañados (15) Beato Manuel González García

XV. El abandono de la Eucaristía-Presencia real

Los cuatro abandonos
Expuestas en capítulos anteriores varias de las formas de abandono con las que afligen al Corazón Eucarístico de Jesús en su estado de Misa y Comunión, no los infieles o herejes, impíos o indiferentes que, o no creen en Él o no lo tratan jamás, sino sus amigos, sus asiduos comensales y visitantes, quédame, para dar remate a este somero y triste estudio, presentar algunos modos de abandono que también por parte de sus acompañantes recibe hartas veces nuestro paciente Jesús en su vida o estado de Sagrario.
Y, sin más preámbulos, puesto que hablo con corazones amigos y enterados, con los que no hay que gastar tiempo disipando prevenciones o ignorancias, apunto las formas de abandonos con que, a mi pobre juicio, lastiman (y no digo ofenden porque casi siempre es más la rutina o la ligereza que la mala voluntad la actora) las almas buenas al Corazón de Jesús en su presencia real del Sagrario.
A saber:
El Corazón de Jesús suele estar abandonado en sus Sagrarios acompañados:
1º. Por la escasa compañía de presencia corporal y espiritual.
2º. Por la débil compañía de imitación.
3º. Por la fría compañía de compasión.
4º. Por la rarísima compañía de la confianza filial y afectuosa.
Cierto que ninguna de esas faltas de compañía pueden pesarse, contarse ni medirse por los medios humanos. Pero los ojos, los oídos y sobre todo, el Corazón que miran, oyen y palpita al lado de allá de la puertecita dorada, ¡vaya si pueden pesar, contar y medir esas faltas y echar de menos las compañías a que esa rica, exuberante, regalada, fecunda y radiante presencia real tiene derecho!

sábado, 29 de marzo de 2014

Domingo IV de cuaresma (ciclo a) San Juan Crisóstomo

San Juan Crisóstomo
Homilía LVII
 
“Habiendo dicho esto Jesús, escupió en tierra, amasó lodo con la saliva y con el lodo ungió los ojos del ciego, y le dijo: Anda, lávate en la piscina de Siloé”. (Juan 9, 6-7).
Los que desean sacar alguna utilidad de lo que se va leyendo, no pasan de prisa ni aun lo más mínimo. Pues por esto se nos ordena escrutar las Escrituras; porque muchas cosas que a primera vista parecen fáciles y sencillas, encierran oculta en sí grande profundidad de ciencia. Observa, por ejemplo, lo que al presente se nos propone: Dicho esto, escupió en tierra. ¿ Por qué lo hace? Para que se manifieste la gloria de Dios y que conviene que Yo haga la obra de Aquel que me envió. No sin motivo trajo al medio esto el evangelista, y añadió que El la había escupido; sino para declarar que Jesús confirmaba sus palabras con sus obras.
¿Por qué no usó el agua sino la saliva para hacer el lodo? Porque lo iba a enviar a Siloé, de manera que no se achacara la curación a la fuente; sino que de la boca de El procedió el poder que hizo los ojos del ciego y los abrió: para esto escupió en tierra. Esto significa el evangelista al decir: E hizo lodo con la saliva. Y para que tampoco pareciera que la virtud y poder procedían de la tierra, ordenó al ciego que fuera y se lavara. Mas ¿por qué no obró el milagro al punto, sino que envió al ciego a Siloé? Para que tú conocieras la fe del ciego y quedara confundida la tosudez de los judíos. Porque es verosímil que todos vieron al ciego cuando hacia allá se encaminaba y llevaba el lodo ungido en los ojos. Pues aquel suceso inesperado hizo. Como no era cosa fácilmente creíble que un ciego recobrara la vista, Jesús prepara por estos largos rodeos a muchos testigos y muchos que contemplaran casó tan insólito; de modo que habiendo atendido, ya no pudieran decir: Es el mismo, no es el mismo. Además, quiere Jesús demostrar que no es contrario a la Antigua Ley, pues remite al ciego a Siloé. Tampoco había peligro de que el milagro se atribuyera a la piscina y su virtud, pues muchos se habían lavado en ella los ojos sin haber conseguido bien alguno. Aquí todo lo hace el poder de Cristo. Por lo cual el evangelista añadió la interpretación de la palabra. Porque una vez que dijo Siloé, añadió: que quiere decir enviado. Lo hizo para que entiendas que fue curado el ciego por Cristo, como ya lo dijo Pablo: Bebían de una roca espiritual que los acompañaba.

Domingo IV de cuaresma (ciclo a) Guión Litúrgico

Entrada:
Cristo es la luz del mundo, y el día conmemorativo de su resurrección es el reflejo perenne, en la sucesión semanal del tiempo, de esta epifanía de su gloria. Al reunirse en este día la Iglesia hace suyo, de generación en generación, el asombro de Zacarías cuando dirige su mirada hacia Cristo anunciándolo como el « sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, y vibra en sintonía con la alegría experimentada por Simeón al tomar en brazos al Niño divino venido como  luz para alumbrar a las naciones. Para celebrar la Eucaristía nos ponemos de pie y cantamos…

Domingo IV de cuaresma (ciclo a) - San Agustín

EL CIEGO DE NACIMIENTO
(SERMÓN 136)
 
1. LA ILUMINACIÓN DEL CIEGO DE NACIMIENTO. Esta lección del santo Evangelio recién oída es la de otras veces; mas bueno será recordarla y preservar la memoria del sopor del olvido. Además, esta lectura, si bien la conocemos hace ya mucho, nos ha producido el mismo deleite que de nueva. Cristo devolvió a un ciego de nacimiento la vista; ¿qué hay en ello de ma-ravilla? Cristo es el sanador o Médico por excelencia, y con esta merced le dio lo que le había hecho imperfectamente dentro del seno materno. ¿Fue distracción o inhabilidad este dejarle sin vista? No, ciertamente; hízola para dársela de milagro más tarde.
Quizá me decís: "¿Por dónde lo sabes tú?" Héselo oído a El mismo; hace un momento lo dijo; todos lo hemos escuchado: al preguntarle sus discípulos, diciendo: Señor, el haber éste nacido ciego, ¿fue culpa suya o de sus padres? La respuesta oísteisla como yo: Ni pecó éste ni sus padres; (nació ciego) para que se manifiesten las obras de Dios en él. Ya, pues, veis por qué aguardaba para darle lo que entonces no le diera. No hizo entonces lo que había de hacer después; no hizo lo que sabía que haría cuando convenía. No penséis, hermanos, que sus padres no tuvieron pecado alguno, ni que al nacer él no hubiese contraído la culpa original, para cuya remisión a los niños se les administra el bautismo, cuya finalidad es borrar los pecados. Mas aquella ceguera ni fue por culpas de sus padres ni por culpa suya, sino para que se manifiesten las obras de Dios en él. Porque, si bien todos, cuando nacimos, contrajimos el pecado original, no por eso nacimos ciegos; aunque, bien mirado, también nosotros nacimos ciegos. ¿Quién, en efecto, no ha nacido ciego? Ciego de corazón. Mas el Señor, que había hecho ambas cosas, los ojos y el corazón, curólas también las dos.
2. ERROR DEL CIEGO SOBRE LA ORACIÓN. Habéis visto al ciego con los ojos de la fe; vísteisle pasar de no ver a ver y le oísteis errar. ¿En qué punto erraba el ciego este? Lo digo: primero, en juzgar que Cristo era un simple profeta, ignorando era el Hijo de Dios; segundo, hemos oído una respuesta suya totalmente falsa, porque dijo: Sabemos que Dios desoye a los pecadores. Si a los pecadores no los oye Dios, ¿hay esperanza para nosotros? Si a los pecadores no los oye Dios, ¿para qué oramos y damos con golpes de pecho testimonio de nuestro pecado? Pecador era ciertamente el publicano aquel que, junto con un fariseo, subió al templo, y mientras éste alardeaba y aireaba sus méritos, él, de pie allá lejos, con la vista en el suelo y golpeándose los pechos, confesaba sus pecados. Y el que confesaba sus pecados salió justificado del templo, más bien que aquel fariseo. No hay que dudarlo; Dios oye a los pecadores; mas este que tal decía, no había lavado aún su rostro en Siloé. Habíasele aplicado en los ojos el barro misterioso, pero aún no había actuado sobre su corazón el beneficio de la gracia.

viernes, 28 de marzo de 2014

Domingo IV de Cuaresma (ciclo a) Catena Aurea

Juan 9,1-41
Y al pasar Jesús, vio un hombre ciego de nacimiento, y le preguntaron sus discípulos: "Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para haber nacido ciego?" Respondió Jesús: "Ni éste pecó ni sus padres: mas para que las obras de Dios se manifiesten en él. Es necesario que yo obre las obras de Aquél que me envió, mientras es de día. Vendrá la noche cuando nadie podrá obrar. Mientras que estoy en el mundo, luz soy del mundo". Cuando esto hubo dicho, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y ungió con el lodo sobre los ojos del ciego: Y le dijo: "Ve, lávate en la piscina de Siloé" (que quiere decir Enviado). Se fue, pues, y se lavó y volvió con vista.
Los vecinos y los que le habían visto antes pedir limosna decían: "¿No es éste el que estaba sentado y pedía limosna?" Los unos decían: "Este es"; y los otros: "No es ése, sino que se le parece". Mas él decía: "Yo soy". Y le decían: "¿Cómo te fueron abiertos los ojos?" Respondió él: "Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, y ungió mis ojos y me dijo: ve a la Piscina de Siloé y lávate: y fui, me lavé y veo". Y le dijeron: "¿En dónde está aquél?" Respondió él: "No sé". Llevaron a los fariseos al que había sido ciego. Y era sábado cuando hizo Jesús el lodo y le abrió los ojos. Y de nuevo le preguntaban los fariseos, cómo había recibido la vista. Y él les dijo: "Lodo puso sobre mis ojos, y me lavé y veo". Y decían algunos de los fariseos: "Este hombre no es de Dios, porque no guarda el sábado". Y otros decían: "¿Cómo puede un hombre pecador hacer estos milagros?" Y había disensión entre ellos. Y vuelven a decir al ciego: "Y tú, ¿qué dices de aquél que abrió tus ojos?" Y él dijo: "Que es profeta".
Mas los judíos no creyeron de él que hubiese sido ciego y que hubiese recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista y les preguntaron y dijeron: "¿Es éste vuestro hijo, el que decís que nació ciego? ¿Pues cómo ve ahora?" Sus padres les respondieron y dijeron: "Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego: mas no sabemos cómo ahora tenga vista, o quien le haya abierto los ojos: nosotros no lo sabemos: preguntadlo a él: edad tiene: que hable él por sí mismo". Esto dijeron los padres del ciego, porque temían a los judíos: porque ya habían acordado los judíos que si alguno confesase a Jesús por Cristo, fuese echado de la sinagoga. Por eso dijeron sus padres: "Edad tiene, preguntadlo a él".
Volvieron, pues, a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: "Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es pecador". El les dijo: "Si es pecador no lo sé: una cosa sé: que habiendo yo sido ciego, ahora veo". Y ellos le dijeron: "¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?" Les respondió: "Ya os lo he dicho y lo habéis oído: ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Por ventura queréis vosotros también haceros sus discípulos?" Y le maldijeron y dijeron: "Tú seas su discípulo, que nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que habló Dios a Moisés; mas éste no sabemos de dónde sea". Aquel hombre les respondió y dijo: "Cierto que es ésta cosa maravillosa, que vosotros no sabéis de dónde es, y abrió mis ojos. Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; mas si alguno es temeroso de Dios y hace su voluntad, a éste oye. Nunca fue oído que abriese alguno los ojos de uno que nació ciego. Si éste no fuese de Dios, no pudiera hacer cosa alguna". Respondieron y le dijeron: "¿En pecado eres nacido todo, y tú nos enseñas?" Y le echaron fuera.
Oyó Jesús que le habían echado fuera: y cuando le halló, le dijo: "¿Crees tú en el Hijo de Dios?" Respondió él y dijo: "¿Quién es, Señor, para que crea en El?" Y Jesús le dijo: "Y lo has visto, y el que habla contigo, ése mismo es". Y él dijo: "Creo, Señor", y postrándose en tierra, le adoró. Y dijo Jesús: "Yo vine a este mundo para juicio: para que vean los que no ven, y los que ven sean hechos ciegos". Y lo oyeron algunos de los fariseos que estaban con él, y le dijeron: "¿Pues qué, nosotros somos también ciegos?" Jesús les dijo: "Si fuéseis ciegos no tendríais pecado: mas ahora, porque decís vemos, por eso permanece vuestro pecado".
 
Crisóstomo, in Joan. Hom 55
Jesucristo curó al ciego al salir del Templo, porque los judíos no habían comprendido la sublimidad de sus palabras, queriendo con su retirada aplacar su furor y ablandar su dureza por medio de un milagro. Daba de esta manera testimonio de lo que se había dicho de El: "Y al pasar Jesús, vio un hombre ciego de nacimiento", etc. Debemos notar aquí, que lo primero que hace al salir del Templo es la obra que debía manifestarlo ante los hombres, porque El fue quien vio al ciego, no se acercó a El el ciego. Y con tanto cuidado lo miró, que al notarlo sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién pecó?", etc.
 
San Agustín, in Joanem tract. 44
La palabra Rabbí quiere decir Maestro. Ellos le llaman Maestro, porque lo que querían era aprender, y por esto habían propuesto una cuestión al Señor, como a su Maestro.
 
Teofilato
Esta pregunta parece censurable, porque los discípulos no habían recibido las fábulas de los gentiles según las cuales, el alma, viviendo en otro mundo, pecó allí. Pero considerándola atentamente se ve que la pregunta no es sencilla.

Vía Crucis meditado - San Josemaría Escrivá de Balaguer


  Señor mío y Dios mío, bajo la mirada amorosa de nuestra Madre, nos disponemos a acompañarte por el camino de dolor, que fue precio de nuestro rescate. Queremos sufrir todo lo que Tú sufriste, ofrecerte nuestro pobre corazón, contrito, porque eres inocente y vas a morir por nosotros, que somos los únicos culpables. Madre mía, Virgen dolorosa, ayúdame a revivir aquellas horas amargas que tu Hijo quiso pasar en la tierra, para que nosotros, hechos de un puñado de lodo, viviésemos al fin in libertatem gloriae filiorum Dei, en la libertad y gloria de los hijos de Dios.

 

I Estación. Condenan a muerte a Jesús


 

  Han pasado ya las diez de la mañana. El proceso está llegando a su fin. No ha habido pruebas concluyentes. El juez sabe que sus enemigos se lo han entregado por envidia, e intenta un recurso absurdo: la elección entre Barrabás, un malhechor acusado de robo con homicidio, y Jesús, que se dice Cristo. El pueblo elige a Barrabás. Pilatos exclama:
      —¿Qué he de hacer, pues, de Jesús? (Mt XXVII, 22).
      Contestan todos: —¡Crucifícale!
      El juez insiste: —Pero ¿qué mal ha hecho?
      Y de nuevo responden a gritos: —¡Crucifícale!, ¡crucifícale!
      Se asusta Pilatos ante el creciente tumulto. Manda entonces traer agua, y se lava las manos a la vista del pueblo, mientras dice:
      —Inocente soy de la sangre de este justo; vosotros veréis (Mt XXVII, 24).
      Y después de haber hecho azotar a Jesús, lo entrega para que lo crucifiquen. Se hace el silencio en aquellas gargantas embravecidas y posesas. Como si Dios estuviese ya vencido.
      Jesús está solo. Quedan lejanos aquellos días en que la palabra del Hombre-Dios ponía luz y esperanza en los corazones, aquellas largas procesiones de enfermos que eran curados, los clamores triunfales de Jerusalén cuando llegó el Señor montado en un manso pollino. ¡Si los hombres hubieran querido dar otro curso al amor de Dios! ¡Si tú y yo hubiésemos conocido el día del Señor!

V/. Te adoramos ¡oh Cristo! y te bendecimos.
R/. Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.

 

Puntos de meditación

     1. Jesús ora en el huerto: Pater mi (Mt XXVI, 39), Abba, Pater! (Mc XIV, 36). Dios es mi Padre, aunque me envíe sufrimiento. Me ama con ternura, aun hiriéndome. Jesús sufre, por cumplir la Voluntad del Padre... Y yo, que quiero también cumplir la Santísima Voluntad de Dios, siguiendo los pasos del Maestro, ¿podré quejarme, si encuentro por compañero de camino al sufrimiento?
      Constituirá una señal cierta de mi filiación, porque me trata como a su Divino Hijo. Y, entonces, como Él, podré gemir y llorar a solas en mi Getsemaní, pero, postrado en tierra, reconociendo mi nada, subirá hasta el Señor un grito salido de lo íntimo de mi alma: Pater mi, Abba, Pater,...fiat!
     2. El Prendimiento: …venit hora: ecce Filius hominis tradetur in manus peccatorum (Mc XIV, 41) …Luego, ¿el hombre pecador tiene su hora? ¡Sí, y Dios su eternidad!…
      ¡Cadenas de Jesús! Cadenas, que voluntariamente se dejó Él poner, atadme, hacedme sufrir con mi Señor, para que este cuerpo de muerte se humille… Porque –no hay término medio– o le aniquilo o me envilece. Más vale ser esclavo de mi Dios que esclavo de mi carne.
     3. Durante el simulacro de proceso, el Señor calla. Iesus autem tacebat (Mt XXVI, 63). Luego, responde a las preguntas de Caifás y de Pilatos... Con Herodes, veleidoso e impuro, ni una palabra (cfr. Lc XXIII, 9): tanto deprava el pecado de lujuria que ni aun la voz del Salvador escucha.
      Si se resisten a la verdad en tantos ambientes, calla y reza, mortifícate... y espera. También en las almas que parecen más perdidas queda, hasta el final, la capacidad de volver a amar a Dios.
     4. Está para pronunciarse la sentencia. Pilatos se burla: ecce rex vester! (Ioh XIX, 14). Los pontífices responden enfurecidos: no tenemos rey, sino a César (Ioh XIX, 15).
      ¡Señor!, ¿dónde están tus amigos?, ¿dónde, tus súbditos? Te han dejado. Es una desbandada que dura veinte siglos... Huimos todos de la Cruz, de tu Santa Cruz.
      Sangre, congoja, soledad y una insaciable hambre de almas... son el cortejo de tu realeza.
     5. Ecce homo! (Ioh XIX, 5). El corazón se estremece al contemplar la Santísima Humanidad del Señor hecha una llaga.
      Y entonces le preguntarán: ¿qué heridas son esas que llevas en tus manos? Y él responderá: son las que recibí en la casa de los que me aman (Zach XIII, 6).
      Mira a Jesús. Cada desgarrón es un reproche; cada azote, un motivo de dolor por tus ofensas y las mías.

jueves, 27 de marzo de 2014

Devoción a las Santas Llagas de Nuestro Señor Jesucristo

Devoción a las cinco llagas

 
No debe ser un vano adorno, la imagen de Jesús crucificado; no debemos contemplarla con indiferencia. Es la imagen de las imágenes, la más santa, la más amable. Cuando estemos en nuestros aposentos, tomemos esa sagrada en nuestras manos, esa imagen, signo de victoria, recuerdo de un amor incomprensible de un Dios enamorado, y besémosla con gratitud y afecto filial.
Al estar de rodillas ante Vuestra imagen sagrada, oh Salvador mío, mi conciencia me dice que yo he sido él que os ha clavado en la cruz, con estas mis manos, todas las veces que he osado cometer un pecado mortal.
Dios mío, mi amor y mi todo, digno de toda alabanza y amor, viendo como tantas veces me habéis colmado de bendiciones, me echo de rodillas, convencido de que aun puedo reparar las injurias con que os he inferido. Al menos os puedo compadecer, puedo daros gracias por todo lo que habéis hecho por mí. Perdonadme, Señor mío. Por eso con el corazón y con los labios digo:
 
A LA LLAGA DEL PIE IZQUIERDO
Santísima llaga del pie izquierdo de mi Jesús, os adoro. Me duele, buen Jesús, veros sufrir aquella pena dolorosa. Os doy gracias, oh Jesús de mi alma, porque habéis sufrido tan atroces dolores para detenerme en mi carrera al precipicio, desangrándoos a causa de las punzantes espinas de mis pecados.
Ofrezco al Eterno Padre, la pena y el amor de vuestra santísima Humanidad para resarcir mis pecados, que detesto con sincera contrición.
 
A LA LLAGA DEL PIE DERECHO
Santísima llaga del pie derecho de mi Jesús, os adoro. Me duele, buen Jesús, veros sufrir tan dolorosa pena.
Os doy gracias, oh Jesús de mi vida, por aquel amor que sufrió tan atroces dolores, derramando sangre para castigar mis deseos pecaminosos y andadas en pos del placer. Ofrezco al Eterno Padre, la pena y el amor de vuestra santísima Humanidad, y le pido la gracia de llorar mis transgresiones y de perseverar en el camino del bien, cumpliendo fidelísimamente los mandamientos de Dios.

La concepción católica de la conciencia en la Veritatis Splendor - Enrique Molina

La conciencia moral

Pbro. Dr. Enrique Molina

 

Las doctrinas que separan entre sí libertad y ley, exaltando indebidamente la libertad, conducen a una interpretación “creativa” de la conciencia moral que se aleja de la tradición y del Magisterio
      Estudiadas ya las cuestiones referentes a las nociones de ley moral y de libertad humana y sus relaciones recíprocas, se aborda en la segunda sección del segundo capítulo de la ‘Veritatis splendor’ el tema de la conciencia moral.
      Veremos, en primer lugar, las interpretaciones teológicas de la conciencia que la Encíclica juzga no compatibles con la verdad contenida en la Escritura, transmitida en la Tradición y enseñada por el Magisterio, y, en segundo lugar, los puntos más significativos de la doctrina sobre la conciencia que presenta el documento.
 
1. Interpretaciones teológicas erróneas de la conciencia moral
      Desde muy antiguo, la doctrina cristiana ha situado en la interioridad del hombre la sede de la verdad 1. Así lo ha recogido también la doctrina de Santo Tomás 2 cuando dice que para cumplir el bien moral no basta hacer lo que es “según la recta razón”, sino que es preciso hacerlo “con la recta razón”, es decir, partiendo de un reconocimiento personal del bien que motive interiormente la elección del mismo.
      De aquí que en la doctrina cristiana se haya entendido siempre que la moralidad auténtica exige el paso del “tú debes” o del “se debe” (obligación externa) al “yo debo” (obligación personal e interior) 3.
      Siguiendo esta misma tradición, la Veritatis splendor sitúa en el corazón del hombre, en su conciencia, la sede viva de la relación entre libertad del hombre y ley de Dios 4.
      Sin embargo, la influencia de algunas tendencias del pensamiento moderno en la Teología católica han llevado a malinterpretar este punto, proponiendo conclusiones que no son aceptables.
      En efecto, el pensamiento moderno ha exagerado la dignidad de la conciencia hasta el punto de hacer de la verdad una cualidad intrínseca del juicio de conciencia, excluyendo toda instancia superior a ella. Se llega a afirmar tajantemente, por ejemplo, que no es posible la existencia de la conciencia errónea 5.
      Siendo la mentalidad del hombre moderno extraordinariamente sensible al hecho de que su dignidad está vinculada a su autonomía en el juicio sobre sus acciones, se ha pasado en algunos ambientes teológicos de pensar que “obrar contra conciencia es siempre pecado”, a sostener que “el único modo de pecar es ir contra la propia conciencia”. Y esto es entendido no sólo como expresión de que la conciencia es la sede de la relación del hombre con la verdad y la ley, sino como “autonomía” absoluta de la conciencia: a ella pertenecería en exclusiva la competencia de decidir lo que es bueno y lo que es malo, sin ulteriores referencias. Así, la conciencia resulta creativa respecto a la verdad, y no vinculada a la verdad 6.
      Los nn. 54-56 de la Encíclica presentan las posturas teológicas de este tipo que se consideran en discordancia con la tradición y el Magisterio de la Iglesia.
      Las doctrinas que separan entre sí libertad y ley, exaltando indebidamente la libertad, conducen a una interpretación “creativa” de la conciencia moral que se aleja de la tradición y del Magisterio (n. 54).

miércoles, 26 de marzo de 2014

Ejercicios Espirituales S.Ignacio (11b/28) LA ENCARNACION 2 - P. Alfredo Sáenz S.J.


Ejercicios Espirituales S.Ignacio (11a/28) LA ENCARNACION 1 - P. Alfredo Sáenz S. J.


Atención pastoral de personas divorciadas - Pontificio Consejo para la Familia

Recomendaciones
Pontificio Consejo para la Familia
14 de marzo de 1997
 
Queremos expresar nuestra fe en el sacramento del matrimonio: unión definitiva de un hombre y una mujer bautizados en Cristo; unión ordenada a la acogida y a la educación de los hijos (ver Gaudium et spes, 48).
Constatamos que el sacramento del matrimonio constituye una riqueza para los mismos esposos, para la sociedad y para la Iglesia. Implica una maduración bajo el signo de la esperanza para los que desean robustecer su amor en la estabilidad y fidelidad, con la ayuda de Dios que bendice su unión. Esa realidad redunda en beneficio también de todas las demás parejas.
En muchos países, los divorcios se han convertido en una auténtica «plaga» social (ver Gaudium et spes, 47). Las estadísticas señalan un crecimiento continuo de los fracasos, incluso entre personas que se hallan unidas en el sacramento del matrimonio. Este preocupante fenómeno lleva a considerar sus numerosas causas, entre las cuales se encuentran: el desinterés, de hecho, del Estado con respecto a la estabilidad del matrimonio y de la familia, una legislación permisiva sobre el divorcio, la influencia negativa de los medios de comunicación social y de las organizaciones internacionales y la insuficiente formación cristiana de los fieles.
Estos «jaques» son una fuente de sufrimiento tanto para los hombres de hoy como, sobre todo, para los que ven que fracasa el proyecto de su amor conyugal.
La Iglesia es muy sensible al dolor de sus miembros: al igual que se alegra con los que se alegran, también llora con los que lloran, (ver Rom 12, 15).
Como ha subrayado muy bien el Santo Padre en el discurso que nos dirigió durante los trabajos de la Asamblea Plenaria: «Estos hombres y estas mujeres deben saber que la Iglesia los ama, no está alejada de ellos y sufre por su situación. Los divorciados vueltos a casar son y siguen siendo miembros suyos, porque han recibido el bautismo y conservan la fe cristiana» (n. 2).

martes, 25 de marzo de 2014

La disponibilidad de La Virgen María en la Anuciación - Juan Pablo II

HOMILÍA DE
JUAN PABLO II

SANTA MISA
EN LA BASÍLICA
DE LA ANUNCIACIÓN

Nazaret
25 de marzo  de 2000

"He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Ángelus).


Beatitud;
hermanos en el episcopado;
padre custodio;
queridos hermanos y hermanas

1. 25 de marzo del año 2000, solemnidad de la Anunciación en el año del gran jubileo:  hoy los ojos de toda la Iglesia se dirigen a Nazaret. He deseado volver a la ciudad de Jesús para sentir una vez más, en contacto con este lugar, la presencia de la mujer de quien san Agustín escribió:  "Él eligió a la madre que había creado; creó a la madre que había elegido" (Sermo 69, 3, 4). Aquí es muy fácil comprender por qué todas las generaciones llaman a María bienaventurada (cf. Lc 1, 48).

Saludo con afecto a Su Beatitud el patriarca Michel Sabbah, y le agradezco sus amables palabras de presentación. Junto con el arzobispo Butros Mouallem y todos vosotros, obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, me alegro por la gracia de esta solemne celebración. Me complace tener la oportunidad de saludar al ministro general franciscano, padre Giacomo Bini, que me ha dado la bienvenida a mi llegada, y expresar al custodio, padre Giovanni Battistelli, así como a los frailes de la Custodia la admiración de toda la Iglesia por la devoción con que realizáis vuestra vocación única. Con gratitud rindo homenaje a vuestra fidelidad a la tarea que os confió san Francisco mismo y que han confirmado los Papas a lo largo de los siglos.

2. Nos hallamos reunidos para celebrar el gran misterio realizado aquí hace dos mil años. El evangelista san Lucas sitúa claramente el acontecimiento en el tiempo y en el espacio:  "A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José; (...) la virgen se llamaba María" (Lc 1, 26-27). Pero para comprender lo que sucedió en Nazaret hace dos mil años, debemos volver a la lectura tomada de la carta a los Hebreos. Este texto nos permite escuchar una conversación entre el Padre y el Hijo sobre el designio de Dios desde toda la eternidad:  "Tú no has querido sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo. No has aceptado holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije:  (...) "Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad"" (Hb 10, 5-7). La carta a los Hebreos nos dice que, obedeciendo a la voluntad del Padre, el Verbo eterno viene a nosotros para ofrecer el sacrificio que supera todos los sacrificios ofrecidos en la antigua Alianza. Su sacrificio eterno y perfecto redime el mundo.

lunes, 24 de marzo de 2014

Autobiografía del hijito que no nació - Hugo Wast

"Autobiografía del hijito que no nació"
de Hugo Wast

Capítulo I
Lo que mi ángel me cuenta

Desde hace un instante soy un ser humano. Mi cuerpo es tan pequeño todavía que no puede ser visto por los ojos de nadie, pero mi alma ya es tan grande como lo será siempre. Dios la ha creado para mí, en el mismo momento en que yo he comenzado a existir. Dios me ama como si yo fuera una persona perfecta. Dios sigue creando un sinnúmero de almas cada día, para todos los seres, hijos de los hombres, que son llamados a la vida. Mi ángel me dicen que nacerán tantos como se necesitan para repoblar el cielo, que el diablo ha despoblado de la tercera parte de sus habitantes.
Estas cosas profundas para persona tan pequeñita como yo, son las primeras que me ha enseñado mi ángel guardián. Debo explicar que tengo un ángel guardián elegido entre los innumerables ángeles que quedaron fieles al servicio de Dios.
¡Mejor aún! Me enseña que Dios me ha amado desde toda la eternidad, como si no hubiera de existir otro ser sino yo. Y que por mí ha realizado infinitas maravillas. Así las ha realizado para todos los seres humanos y su Hijo ha muerto por cada uno de ellos, como si fuera el único en le mundo, para salvarlo de la guerra que hace a los hombres el diablo.
Yo apenas entiendo todo esto, pero él me lo repite y trato de retenerlo. Sin embargo, confieso que me cansa. Querría dormir.
Mi ángel me habla sin ruido y sin palabras. Es como un fluido que me penetra. Lo comprendo perfectamente. Mis oídos todavía no están formados. Me dice que yo soy un hombrecito. O una mujercita. Lo ignora o no me lo quiere decir.
Comprendo que sabe muchas cosas, pero que no conviene que me lo cuente todo. Me guarda infinidad de secretos para cuando yo sea mayor. Dice que si me habla demasiado, mi pequeño cuerpo se va a cansar. Y es verdad, vuelvo a sentirme con ganas de dormir un rato largo.
Será mi primera noche en el seno de mi mamá, que todavía ignora que yo existo. Mi ángel me dice que es mejor que ella siga ignorándolo.
¿Por qué no es bueno que una madre sepa que s hijito o hijita existe ya?
Estoy cansado. Será el primer sueño de mi vida en el suave y tibio seno de mi madre. ¡Qué oscuridad, Dios mío! ¿Es porque todavía mis ojos no se han formado?

Capítulo II
Mi cuerpo va creciendo.
Mis oídos recogen algunos rumores de afuera.
¿Quién es mi ángel? ¿Cómo se llama?

Cada nuevo día mi ángel me despierta con una oración. Todavía yo no puedo aprenderla porque no tengo memoria. Sin embargo me parece que mi cuerpo ya no es tan pequeñito y que llego a percibir algunos rumores que vienen de muy lejos.
Todo lo que está fuera de este rinconcito tibio y suave donde voy criándome, es lejos para mí.
Dice el ángel que algún día todo eso me parecerá muy cerca y que entonces él mismo, que ahora me cuida y enseña, tendrá que alejarse de mí. Esto me ha llenado de preocupaciones, lo cual significa que mi cerebro ya comienza a formarse.
No me animo a preguntarle a mi ángel cómo podrá algún día estar lejos de mí, si Dios le ha mandado que sea mi custodio y compañero siempre, aunque algún día yo deje de estar donde ahora estoy, porque me habré desarrollado completamente.

El abandono de los Sagrarios acompañados (14) Beato Manuel González García

XIV. El abandono de la Ascética de la Comunión por los que la reciben
 
El punto de vista teológico de la Comunión
La asimilación gradual y lenta a Cristo, Hostia gloriosa del cielo, he aquí el verdadero punto de vista teológico y el fin de tu Comunión, como el fin de tu comida natural es la asimilación del alimento a tu cuerpo.
¡Misterio inefable! ¿verdad?, pero a la par principio y razón de un cúmulo de maravillas que se obran en tu alma y que, ¡ay!, tu alma apenas, apenas, si echa cuenta en ellas.
Sacerdote, como tú debes comulgar muy bien, muy bien debes enterarte de las consecuencias ascéticas de ese principio y misterio fisiológico-espiritual.
Como que en ellas se contiene el secreto de tu dicha en la tierra y en el cielo. ¡Tu santificación! O, en otra palabra, ¡tu divinización!

La misericordia y el matrimonio indisoluble - Pbro. Dr. Juan José Pérez Soba

En alguna ocasión negar la misericordia es el único modo de defenderla de su adulteración. El Cardenal Kasper lo afirma con claridad en su libro Misericordia: «Una posterior falta de comprensión grave de la misericordia es la que induce a desatender en nombre de la misericordia, el mandamiento divino de la justicia (...) No podemos aconsejar, por una falsa misericordia, que alguien aborte» (p. 221). Una misericordia injusta no es misericordia. No se puede atentar contra la dignidad humana en nombre de la misericordia.
Por eso mismo, para hablar de misericordia en relación con el matrimonio es muy importante entender bien qué realidad de dignidad humana está implicada en esta institución. No cabría misericordia alguna que atentase contra dicha dignidad. Este bien es lo que la tradición cristiana ha denominado vínculo y es precisamente lo que ha considerado el sujeto real de la indisolubilidad que se atribuye al matrimonio. Es el modo como el Concilio Vaticano II define el matrimonio como una realidad trascendente: «Este vínculo sagrado, en atención al bien tanto de los esposos y de la prole como de la sociedad, no depende de la decisión humana» (GS 48), por lo que lo califica de indisoluble (n. 50). Es un término intrínsecamente unido a la doctrina del matrimonio, pues el Concilio de Trento se sirve de él en sus cánones 5 y 7 sobre este sacramento. Pero no se debe entender como una expresión ajena al amor. El mismo amor en su verdad une las personas mediante vínculos estables. El teólogo Kasper en su libro Teología del matrimonio habla así: «En el vínculo de la fidelidad el hombre y la mujer encuentran su estado definitivo. Se convierten en «un solo cuerpo» (Gn 2,24; Mc 10,8; Ef 5,31), esto es, un nosotros-persona» (1978, 26).
Es decir, cuando se habla de justicia respecto de la relación hombre y mujer sacramental se refiere al respeto de esta dignidad intangible. Cualquier acercamiento a la pastoral matrimonial con el nombre de la misericordia debe saber determinar la realidad del vínculo, si existe o no. Sin esta aclaración previa cualquier posible actitud misericordiosa sería claramente contraria a la justicia. El mismo Cardenal Kasper parece hacerse eco de ello cuando afirma: «La indisolubilidad de un matrimonio sacramental y la imposibilidad de un nuevo matrimonio durante la vida del otro partner «forma parte de la tradición de fe vinculante de la Iglesia que no puede ser abandonada o disuelta apelando a una comprensión superficial de la misericordia a bajo precio».

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