viernes, 18 de abril de 2014

Viernes Santo - Pasión según San Juan - Catena Aurea

Juan 18,1-19,42
Cuando Jesús hubo dicho estas cosas, salió con sus discípulos de la otra parte del arroyo de Cedrón, en donde había un huerto, en el cual entró con sus discípulos. Y Judas, que lo entregaba, sabía también aquel lugar, porque muchas veces concurría allí Jesús con sus discípulos.
Judas, pues, habiendo tomado una cohorte y los alguaciles de los Pontífices y de los fariseos, vino allí con linternas y con hachas y con armas. Mas Jesús, sabiendo todas las cosas que habían de venir sobre El, se adelantó y les dijo: "¿A quién buscáis?" Le respondieron: "A Jesús Nazareno". Jesús les dice: "Yo soy". Y Judas, aquel que lo entregaba, estaba también con ellos. Luego, pues, que les dijo yo soy, volvieron atrás y cayeron en tierra. Mas El les volvió a preguntar: "¿A quién buscáis?" Y ellos dijeron: "A Jesús Nazareno". Respondió Jesús: "Os he dicho que yo soy, pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos". Para que se cumpliese la palabra que dijo: De los que me diste, a ninguno de ellos perdí.
Mas Simón Pedro, que tenía una espada, la sacó: e hirió a un siervo del Pontífice; y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco. Jesús entonces dijo a Pedro: "Mete tu espada en la vaina. ¿El cáliz que me ha dado el Padre, no le tengo de beber?"
La cohorte, pues, y el tribuno, y los ministros de los judíos, prendieron a Jesús, y lo ataron. Y lo llevaron primero a Anás, porque era suegro de Caifás, el cual era el Pontífice de aquel año. Y Caifás era el que había dado el consejo a los judíos: Que convenía que muriese un hombre por el pueblo.
Simón Pedro y otro discípulo, seguían a Jesús. Y aquel discípulo era conocido del Pontífice, y entró con Jesús en el atrio del Pontífice. Mas Pedro estaba fuera a la puerta. Y salió el otro discípulo, que era conocido del Pontífice, y le dijo a la portera, e hizo entrar a Pedro. Y dijo a Pedro la criada portera: "¿No eres tú también de los discípulos de este hombre?" Dice él: "No soy". Los criados y los ministros estaban en pie a la lumbre, porque hacía frío, y se calentaban; y Pedro se estaba también en pie calentándose con ellos.
El Pontífice, pues, preguntó a Jesús sobre sus discípulos y sobre su doctrina. Jesús le respondió: "Yo manifiestamente he hablado al mundo; yo siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, a donde concurren todos los judíos, y nada he hablado en oculto. ¿Qué me preguntáis a mí? Preguntad a aquellos que han oído lo que yo les hablé: he aquí éstos saben lo que yo he dicho".
Cuando esto hubo dicho, uno de los ministros que estaban allí dio una bofetada a Jesús, diciendo: "¿Así respondes al Pontífice?" Jesús le respondió: "Si he hablado mal, da testimonio del mal; mas si bien, ¿por qué me hieres?" Y Anás lo envió atado al Pontífice Caifás.
Estaba, pues allí, en pie, Simón Pedro calentándose. Y le dijeron: "¿No eres tú también de sus discípulos?" Negó él, y dijo: "No soy". Dícele uno de los criados del Pontífice, pariente de aquél a quien Pedro le había cortado la oreja: "¿No te vi yo a ti en el huerto con El?" Y otra vez negó Pedro, y luego cantó el gallo.
Llevan, pues, a Jesús desde casa de Caifás al Pretorio, y era por la mañana; y ellos no entraron en el Pretorio por no contaminarse y poder comer la Pascua. Pilatos, pues, salió fuera a ellos, y dijo: "¿Qué acusación traéis contra este hombre?" Respondieron, y le dijeron: "Si éste no fuera malhechor, no te lo hubiéramos entregado". Pilatos les dijo entonces: "Tomadle allá vosotros, y juzgadle según vuestra Ley". Y los judíos le dijeron: "No nos es lícito a nosotros matar a alguno". Para que se cumpliese la palabra que Jesús había dicho, señalando de qué muerte había de morir.
Volvió, pues, a entrar Pilatos en el Pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: "¿Eres tú el Rey de los judíos?" Respondió Jesús: "¿Dices tú esto de ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?" Respondió Pilatos: "¿Soy acaso yo judío? Tu nación y los Pontífices te han puesto en mis manos: ¿qué has hecho?" Respondió Jesús: "Mi reino no es de este mundo. Si de este mundo fuera mi reino, mis ministros sin duda pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; mas ahora mi reino no es de aquí". Entonces Pilatos le dijo: "¿Luego Rey eres tú?" Respondió Jesús: "Tú dices que yo soy Rey. Yo para esto nací y para esto vine al mundo, para dar testimonio de la verdad: todo aquel que es de la verdad escucha mi voz". Pilatos le dice: "¿Qué cosa es verdad?".
Y cuando esto hubo dicho, salió otra vez a los judíos y les dijo: "Yo no hallo en El ninguna causa. Costumbre tenéis vosotros que os suelte uno en la Pascua. ¿Queréis, pues, que os suelte al Rey de los judíos?" Entonces volvieron a gritar todos, diciendo: "No a éste, sino a Barrabás". Y Barrabás era un ladrón.
Pilatos, pues, tomó entonces a Jesús, y azotóle. Y los soldados, tejiendo una corona de espinas, se la pusieron sobre la cabeza y le vistieron un manto de púrpura. Y venían a El y decían: "Dios te salve, rey de los judíos": y le daban de bofetadas. Pilatos, pues, salió otra vez fuera, y les dijo: "Ved que os lo saco fuera, para que sepáis que no hallo en El causa alguna". (Y salió Jesús llevando una corona de espinas, y un manto de púrpura). Y Pilatos les dijo: "Ved aquí el hombre".
Y cuando le vieron los Pontífices y los ministros, daban voces diciendo: "Crucifícale, crucifícale". Pilatos les dice: "Tomadle allá vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo en El causa". Los judíos le respondieron: "Nosotros tenemos ley, y según la ley debe morir, porque se hizo Hijo de Dios". Cuando Pilatos oyó estas palabras, temió más.
Y volvió a entrar en el Pretorio y dijo a Jesús: "¿De dónde eres tú?" Mas Jesús no le dio respuesta. Y Pilatos le dice: "¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para crucificarte, y que tengo poder para soltarte?" Respondió Jesús: "No tendrías poder alguno sobre mí, si no te hubiera sido dado de arriba. Por tanto, el que a ti me ha entregado, mayor pecado tiene": Y desde entonces procuraba Pilatos soltarle.
Mas los judíos gritaban diciendo: "Si a éste sueltas, no eres amigo del César, porque todo aquel que se hace Rey contradice al César". Pilatos, pues, cuando oyó estas palabras, sacó fuera a Jesús y se sentó en su tribunal, en el lugar que se llama Lithóstrotos, y en hebreo Gabbatá. Y era el día de la preparación de la Pascua y como la hora de sexta, y dice a los judíos: "Ved aquí vuestro Rey". Y ellos gritaban: "Quita, crucifícale". Les dice Pilatos: "¿A vuestro Rey he de crucificar?" Respondieron los Pontífices: "No tenemos otro Rey sino César". Y entonces se lo entregó para que fuese crucificado.
Y tomaron a Jesús y le sacaron fuera. Y llevando la cruz a cuestas, salió para aquel lugar que se llama Calvario, y en hebreo Gólgota; y allí le crucificaron, y con El a otros dos, de una parte y otra, y a Jesús en medio.
Y Pilatos escribió también un título, y lo puso sobre la cruz. Y lo escrito era: "Jesús Nazareno, Rey de los judíos". Y muchos de los judíos leyeron este título, porque estaba cerca de la ciudad el lugar en donde crucificaron a Jesús. Y estaba escrito en hebreo, en griego y en latín. Y decían a Pilatos los Pontífices de los judíos: "No escribas Rey de los judíos, sino que El dijo: Rey soy de los judíos". Respondió Pilatos: "Lo que he escrito, he escrito".
Los soldados, después de haber crucificado a Jesús, tomaron sus vestiduras (y las hicieron cuatro partes, para cada soldado su parte) y la túnica. Mas la túnica no tenía costura, sino que era toda tejida desde arriba. Y dijeron unos a otros: "No la partamos, mas echemos suertes sobre ella, cuya será": para que se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron mis vestidos entre sí y echaron suertes sobre mi vestidura.
Y los soldados, ciertamente, hicieron esto. Y estaban junto a la cruz de Jesús, su Madre y la hermana de su Madre, María de Cleofás y María Magdalena. Y como vio Jesús a su Madre, y al discípulo que amaba, que estaba allí, dijo a su Madre: "Mujer, he ahí a tu Hijo". Después dijo al discípulo: "He ahí a tu Madre". Y desde aquella hora el discípulo la recibió por suya.
Después de esto, sabiendo Jesús que todas las cosas eran ya cumplidas, para que se cumpliera la Escritura, dijo: "Sed tengo". Había allí un vaso lleno de vinagre. Y ellos, poniendo alrededor de un hisopo una esponja empapada en vinagre, se la aplicaron a la boca. Y luego que Jesús tomó el vinagre, dijo: "Consumado es": e inclinando la cabeza, dio el espíritu.
Y los judíos (porque era Parasceve), a fin de que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado (porque aquél era el grande día del sábado), rogaron a Pilatos que les quebrasen las piernas y que fuesen quitados. Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y al otro que fue crucificado con El. Mas cuando llegaron a Jesús, viéndole ya muerto, no le quebrantaron las piernas, sino que uno de los soldados le abrió el costado con una lanza y salió luego sangre y agua. Y el que lo vio, dio testimonio, y verdadero es el testimonio de él. Y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis. Porque estas cosas fueron hechas para que se cumpliera la Escritura: No desmenuzaréis hueso de El. Y también dice otra Escritura: Verán en el que traspasaron.
Después de esto, José de Arimatea (que era discípulo de Jesús, aunque oculto por miedo a los judíos) rogó a Pilatos que le permitiese quitar el cuerpo de Jesús. Y Pilatos se lo permitió. Vino, pues, y quitó el cuerpo de Jesús. Y Nicodemo, el que había ido primeramente de noche a Jesús, vino también, trayendo una confección, como de cien libras, de mirra y de áloe. Y tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con aromas, así como los judíos acostumbran a sepultar. Y en aquel lugar, en donde fue crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que aun no había sido puesto alguno. Allí, pues, por causa de la Parasceve de los judíos, porque estaba cerca el sepulcro, pusieron a Jesús.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 112
Terminado el sermón que el Señor había dirigido a sus discípulos después de la cena, y la oración elevada al Padre, empieza el evangelista San Juan la historia de su pasión, en estos términos: "Habiendo dicho esto, salió con sus discípulos hacia la otra parte del torrente", etc. No sucedió esto en seguida de concluida la oración, sino que mediaron otras cosas que omitió y se leen en los otros evangelistas.
 
San Agustín, De cons. evang. 3, 3
Se suscitó entre ellos una contienda sobre quién era el mayor, según dice San Lucas (22,24), y añade que el Señor dijo a Pedro: "He aquí que Satanás os ha solicitado para cribaros como el trigo" ( Lc 22,31), etc. Y, según San Mateo (26,30) y San Marcos (14,26), después de rezado el Himno salieron para el Monte de los Olivos. Y continuando su relación San Mateo, dijo: "Entonces fue el Señor con ellos a una granja llamada Gethsemaní", ( Mt 26,36). Este es el lugar de que habla San Juan, donde había un huerto, en el que entró Jesús con sus discípulos.
 
San Agustín, ut supra
Las palabras después de haber dicho esto, son para que no pensemos que la entrada en el huerto fue antes.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
Pues ¿por qué no dice que cesando en su oración fue al huerto? Porque aquella oración fue pronunciada para los discípulos. Fue, pues, de noche, y pasó el río, y se apresuró a ir al sitio conocido por el traidor, ahorrando a sus enemigos el trabajo, y mostrando a sus discípulos que va voluntariamente.

 
Alcuino
Dice "a la otra parte del arroyo de Cedrón"; esto es, a la otra parte del torrente de los cedros, pues es genitivo del griego cedran 1. Pasó el torrente, el que se encuentra en el camino del torrente de su pasión, y bebió en el camino en donde estaba el huerto, para borrar en un huerto el pecado que en el huerto había sido cometido, pues la palabra paraíso significa huerto de delicias.
 
Crisóstomo, ut supra
Pero para que no pienses al nombrar el huerto que era para esconderse, añadió: "Pues Judas, que le entregaba, conocía el lugar, porque Jesús lo frecuentaba con sus discípulos".
 
San Agustín, ut supra
Con profunda sabiduría del Padre de los hijos, fue allí tolerado el lobo que, cubierto con piel de oveja, aprendió entre ellos el lugar donde, dada la ocasión, dispersaría el pequeño rebaño acometiendo insidiosamente al pastor.
 
Crisóstomo, ut supra
Muchas veces había concurrido allí Jesús con sus discípulos, para comunicarles secretos que no debían saber los demás. Esto lo hizo en los montes y en los huertos, buscando siempre lugar apartado de la muchedumbre, para que el alma no se distrajera de lo que oía. Allí, pues, fue Judas, pues era donde Jesús pasaba muchas noches, así como hubiera ido a su domicilio, si hubiera creído encontrarle durmiendo.
 
Teofilacto
Sabía Judas que el Señor acostumbraba enseñar a sus discípulos algo sublime y misterioso en los días festivos y en tales lugares y, por cuanto aquellos eran días solemnes, creyó que estaría allí para preparar a sus discípulos a celebrarlos.
 
Glosa
Había demostrado el Evangelista el modo como Judas pudo dar con el sitio donde estaba Cristo; ahora explica cómo llegó, diciendo: "Judas, pues, habiendo tomado una cohorte y los subalternos de los Pontífices", etc.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 112
La cohorte no fue de judíos, sino de soldados. Entiéndase que la recibió del Procónsul para prender al culpable, observando el procedimiento de autoridad legítima, a fin de que nadie osara hacer resistencia, a pesar de ser tanta y tan bien armada la gente que iba, que asustaba y acobardaba la idea de que alguno se atreviera a defender a Cristo.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
¡Pero de qué modo se ganaron a los soldados con dinero, que iban dispuestos a todo!
 
Teofilacto
Llevaban haces y linternas, por si Cristo se escapaba ocultándose en la oscuridad.
 
Crisóstomo, ut supra
Muchas veces habían enviado, en otras ocasiones, a prenderlo, pero no lo consiguieron. De donde claramente se ve que en aquella se entregó espontáneamente. Por eso dice: "Jesús, pues, sabiendo todo lo que iba a venir sobre El, se adelantó y les dijo: "¿A quién buscáis?".
 
Teofilacto
No pregunta para querer saber (pues perfectamente conocía todo lo que le iba a suceder), pero queriendo manifestar que, aun estando presente, no podía ser visto ni distinguido por ellos; "Díjoles el Señor: Yo soy".
 
Crisóstomo, ut supra
Estando en medio de ellos, cegó sus ojos. Y para manifestar que no fue por causa de la oscuridad, indica el Evangelista que llevaban luces. Si, pues, no las llevaran, habían de conocerle al menos por la voz. Y si Judas, que siempre había estado con El, no le conocía, tampoco le hubieran conocido ellos; por esto añade: "Estaba también Judas", etc. Hizo esto el Señor para manifestar que, no sólo no le hubieran podido prender, pero que ni aun le hubieran visto estando en medio de ellos, si El no lo hubiera permitido; por esto dice: "En cuanto les dijo: yo soy, retrocedieron", etc.
 
San Agustín, ut supra
¿Dónde está la cohorte de soldados? ¿Dónde está el terror y el aparato de las armas? Una voz rechazó, hirió y derribó a tan gran turba, enfurecida de odio y temible por las armas, sin disparar una saeta. Es que Dios se ocultaba bajo la carne, y el eterno día de tal modo se escondía en los miembros humanos, que era buscado por las tinieblas con la luz de las linternas y de los haces para distinguirle. ¿Qué hará como Juez el que como reo así obra? Ahora, por medio del Evangelio, hace resonar por todas partes esta palabra: "Yo soy", dice Cristo, y los judíos esperan al anticristo, para volverse atrás y caer en tierra, porque los que abandonan el cielo desean la tierra.
 
San Gregorio, super Ezech. hom 9
¿Por qué razón los elegidos caen de cara y los réprobos de espalda, sino porque el que cae de espalda no ve a dónde cae, al paso que el que cae de frente ve dónde cae? Por eso los malvados, que caen en las cosas invisibles, caen de espaldas, porque caen en donde no pueden ver lo que les viene detrás, mientras que los justos, que se abniegan a sí mismos y a las cosas visibles para levantarse por medio de las invisibles, caen como de cara, porque, arrepentidos por el temor, se reconcentran y humillan.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83
Nadie diga que el Señor mismo indujo a los judíos a que le matasen, entregándose El mismo en sus manos; pues claramente les demostró lo que bastaba para que ellos desistiesen. Pero por cuanto permanecían en su malicia, y no tenían excusa, entonces se entregó El mismo en sus manos. Por eso, "Volvió, pues, a preguntarles, ¿a quién buscáis? pero ellos", etc.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 112
Ya habían oído primero, yo soy, pero no habían comprendido que el que pudo todo lo que quiso, no quiso esto. Pero si nunca hubiera permitido el ser prendido por ellos, no habrían llevado a cabo aquello por lo que venían, ni El hubiera hecho aquello por lo que había venido y, por tanto, después de haber mostrado su poder a los ojos de los que querían y no podían prenderle, se deja prender para hacerles cumplir inconscientes su voluntad. Y sigue: "Si, pues, me buscáis a mí, dejad ir a éstos".
 
Crisóstomo, ut supra
Como si dijera: "Si me buscáis a mí, nada tenéis que ver con éstos; he aquí que yo mismo me entrego", demostrando así la consecuencia de su amor a los suyos, hasta la última hora.
 
San Agustín, ut supra
Esto manda a sus enemigos, y hacen esto que manda; les permite que se vayan aquellos que El no quiere que perezcan.
 
Crisóstomo, ut supra
Para demostrar el Evangelista que esto no fue efecto de la voluntad de ellos, sino del poder del que era prendido, añade: "Para que se cumpliese la palabra que dijo: Porque no perdí a los que me diste", etc. Esta perdición no se refería a la muerte natural, sino a la eterna, pero el Evangelista la entendió de la muerte presente.
 
San Agustín, ut supra
¿Acaso no habían de morir después? ¿Cómo entender que los perdería si entonces morían, sino porque aún no creían en El como creen los que se salvan?
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
Confiando Pedro en la palabra que había dicho el Señor sobre lo que había de suceder, se arma contra los que habían venido. Por eso dice: "Teniendo, pues, Simón Pedro una espada", etc. ¿Cómo, pues, el que había recibido orden de no tener bolsa ni dos túnicas, tiene espada? Me parece que él venía preparado temiendo los acontecimientos próximos.
 
Teofilacto
O bien, porque necesitando la espada para el sacrificio del cordero, la llevaba aun después de la cena.
 
Crisóstomo, ut supra
Pero ¿cómo el que tenía orden de no devolver una bofetada, es homicida? Porque tenía el mandato principal de no vengarse; pero aquí no se vengaba sino que defendía al Maestro. Además, aun no eran perfectos, y si no, verás después cómo Pedro es azotado y lo lleva con humildad. No sin causa, añade después: "Y le cortó la oreja derecha". Paréceme que esto quiere significar la impetuosidad del apóstol, porque él tiraba a la cabeza.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 112
Sólo este Evangelista expresa el nombre de este criado, cuando dice: "El nombre de este siervo era Malcho", así como sólo San Lucas expresa que el Señor le tocó la oreja y le curó.
 
Crisóstomo, ut supra
Entonces hizo este milagro para enseñarnos que conviene hacer bien a los que nos hacen mal, revelando al mismo tiempo su poder. Pero el Evangelista citó el nombre para que los que leyeren pudiesen averiguar si verdaderamente sucedió esto. Y dice que era criado del Sumo Pontífice, porque es notable el hecho, no sólo porque le curó, sino porque hizo la cura en favor de aquel que había venido a prenderle, y poco después le había de abofetear.
 
San Agustín, ut supra
El nombre de Malcho quiere decir que ha de reinar  2. ¿Qué significa, pues, esta oreja amputada en la defensa del Señor y por el Señor curada, sino que cortado el oído del hombre viejo se ha renovado en el espíritu y no en la vetustez de la letra? El que haya recibido de Cristo, ¿quién duda que ha de reinar con Cristo? El que fuese criado revela aquella antigüedad que engendra la esclavitud, así como su curación es figura de la libertad.
 
Teofilacto
También la amputación de la oreja derecha del siervo del Príncipe de los Sacerdotes era signo de la sordera de éstos, que había invadido principalmente a los Príncipes de los Sacerdotes, pero su curación significa la sumisión de la inteligencia que rendirán los Israelitas a la venida de Elías.
 
San Agustín, ut supra
El Señor reprobó el hecho de Pedro, y prohibió su repetición en lo sucesivo, y por eso dijo, pues, Jesús: "Vuelve tu espada a la vaina"; lo dijo amonestándole a la paciencia, y para que esto quedara escrito.
 
Crisóstomo, ut supra
Al mismo tiempo que le contuvo con la reprensión, como refiere San Mateo, por otra parte le consolaba diciendo: "¿No quieres que beba el cáliz que me dio mi Padre?" Manifestando que lo que sucedía no era efecto del poder de los judíos sino de su permisión, y que lejos de ser contrario a Dios, era obediente hasta la muerte.
 
Teofilacto
En lo que dice El mismo de su cáliz, revela cuán grata y aceptable le parecía la muerte por la salvación de los hombres.
 
San Agustín, ut supra
En cuanto a lo que dice que es el Padre quien le ha dado el cáliz de la pasión, es lo que dice el Apóstol: "No perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros" ( Rom 8,32). Pero el Autor de este cáliz es el mismo que lo bebe, por lo que dice el Apóstol: "Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros" ( Ef 5,2).
 
Teofilacto
Después de hecho cuanto bastaba para contener a los judíos, como ellos de ningún modo entraran en razón, entonces permitió ser llevado; y por esto dice: "La cohorte, pues, y el tribuno, y los ministros", etc.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 112
Prendieron, pues, al que no se acercaron, ni entendieron, ni oyeron aquello: "Acercáos a El y seréis iluminados" ( Sal 33,6), porque si se acercasen de corazón, lo tomarían en palmas no para matarle, sino para recibirle; pero del modo que le prendieron se apartaron más lejos de El. Sigue: Y ataron a Aquel por quien más bien debieron querer ser desatados; y tal vez estaban con ellos los que libertados después por El dijeron: "Desataste mis ataduras" ( Sal 115,16). Después que los aprensores por la traición de Judas ataron al Señor, para que se entienda que Judas no es digno de alabanza por la utilidad de esta traición, sino punible por la espontaneidad del crimen, dice: "Y le llevaron primero a casa de Anás", etc.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
Gozaban, pues, y se gloriaban en lo que hacían, llevándolo como en trofeo.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 113
Ni calla el motivo por qué esto se hizo así, añadiendo: "Pues era suegro de Caifás", etc. Con razón, queriendo San Mateo contar esto con más brevedad, dice que fue conducido a Caifás, porque si fue llevado primero a Anás, su suegro, es para que se entienda que así lo quiso Caifás.
 
Beda
A fin de que siendo condenado por otro juez de igual jurisdicción, pareciese menos criminal su sentencia. O tal vez porque en tal dirección podía estar situada su casa que fuera preciso pasar por ella. O bien por disposición divina sucedió que los que estaban unidos por parentesco lo estuviesen también por crimen. Pero lo que dice de ser Pontífice de aquel año, es contrario a la Ley, en la que estaba mandado que no hubiera más que un solo sumo Pontífice, muerto el cual sucediera su hijo. Pero el pontificado estaba ya corrompido por la ambición.
 
Alcuino
Refiere Josefo que este Caifás había comprado el sacerdocio por un año; no es, pues, de extrañar que un Pontífice inicuo juzgara inicuamente, pues frecuentemente el que llega por avaricia al sacerdocio, se conserva en él por la injusticia.
 
Crisóstomo, ut supra
No se aturda el que oiga hablar de prisiones; recuerde la profecía, de que la muerte de Jesús fue la salvación del mundo. Así sigue: "Era pues, Caifás quien había aconsejado a los judíos; porque conviene que muera un hombre por el pueblo"; tanto era, pues, la superabundancia de la verdad, que rebosaba hasta en la boca de los enemigos.
 
San Agustín, De cons. evang. 2, 6
No todos los Evangelistas refieren del mismo modo la negación de Pedro, que es comprendida entre las afrentas hechas al Señor, pues San Mateo y San Marcos cuentan primero las injurias, y después la tentación de Pedro; pero San Lucas explica primero las tentaciones de Pedro, y después los ultrajes hechos al Señor. San Juan empieza a decir sobre la tentación de Pedro: "Seguían a Jesús, Simón Pedro y otro discípulo".
 
Alcuino
Seguían al Maestro por devoción, aunque de lejos por el temor.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 113
Quién fuese el otro discípulo, puede asegurarse sin temeridad, por el silencio que guarda San Juan, pues acostumbra a darse a conocer de este modo, y añadiendo: al que amaba Jesús. Y sin duda, pues, es él mismo.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
El mismo se oculta por humildad, pues refiere con gran sinceridad el modo cómo en el momento de huir todos él siguió, y posponiéndose a Pedro, precisado a nombrarse a sí mismo, para dar a conocer la certeza con que puede asegurar mejor que los otros lo que sucedió en el atrio, porque se hallaba dentro, prescinde de su propia alabanza, diciendo: "Aquel discípulo era conocido del Pontífice". No da gran importancia a lo que dice de sí, pero porque había dicho que entró con Jesús solo, a fin de que no se forme de él una elevada idea, añade la razón. El haber ido Pedro fue un acto de amor; el no haber entrado lo fue de temor. Por lo que sigue: "Pero Pedro estaba a la puerta fuera".
 
Alcuino
Fuera estaba el que había de negar al Señor; y no estaba en Cristo quien no se atrevía a confesarle.
 
Crisóstomo, ut supra
Mas que Pedro entró en la casa con permiso, lo explica diciendo: "Salió, pues, aquel discípulo y habló a la portera, e introdujo a Pedro"; pero no fue él quien le introdujo, porque Pedro estaba unido a Cristo y le seguía: "Dícele la criada portera: ¿por ventura eres tú de los discípulos de este hombre? Dice él: No soy". ¿Qué dices, oh Pedro? ¿No dijiste antes: Si conviniere daré mi vida por ti ( Mt 26,35)? ¿Qué, pues, ha sucedido que no puedes soportar ni aun la pregunta de una portera? No era soldado el que preguntaba, sino una vil portera. Ni dijo: Eres discípulo de un seductor, sino de aquel hombre; palabra que es de compasión. Dice, pues: "¿Acaso también tú?" porque Juan estaba dentro.
 
San Agustín, ut supra
¡Pero qué es de admirar si Dios predijo la verdad y el hombre presumió la falsedad! En verdad que en esta negación de Pedro ya comenzada debemos observar que no sólo niega a Cristo diciendo que no es Cristo, sino que (se niega) a sí mismo, negando que sea cristiano. El Señor no había dicho a Pedro: Negarás que eres mi discípulo, sino "me negarás" ( Mt 26,34; Lc 22,51). Negó, por tanto, a Cristo cuando negó ser su discípulo. ¿Qué otra cosa hizo de este modo sino negar que era cristiano? ¡Cuántos, aun niños y doncellas supieron despreciar la muerte confesando a Cristo después de él, y conquistaron el reino de los cielos! Lo que entonces no pudo éste que había recibido las llaves de aquel reino, porque se dijo: "Dejad ir a éstos", porque de los que me diste no perdí a ninguno de ellos. He aquí, pues, a Pedro que si después de haber negado a Cristo marchara de aquí, sin duda perecería.
 
Crisóstomo, in Serm. De Petro et Elia
Es sin duda un secreto, que la Divina Providencia permitió que cayera primero el mismo Pedro, a fin de templar la dureza de la sentencia para con los pecadores en vista de este caso. Pedro, doctor y maestro de todo el mundo, pecó y alcanzó el perdón, a fin de que este ejemplo de indulgencia fuese la regla para todos los jueces. Esta es la razón por la que yo pienso que la potestad sacerdotal no ha sido encomendada a los ángeles, porque siendo éstos impecables castigarían a los pecadores sin compasión. Por eso se ha constituido sobre los hombres a otros también pecadores, para que, reconociendo en sí las mismas pasiones que en los otros, se muestren benignos con ellos.
 
Teofilacto
Hay algunos que queriendo atribuir a Pedro una falsa gracia, dicen que éste negó porque quería estar siempre con Cristo y seguirle; pues conocía que si confesaba ser discípulo de Cristo, le separarían de El y no podría en adelante seguir y ver al que amaba, y por esta razón fingió ser uno de los ministros, para evitar que, conociéndole por su tristeza, fuese echado fuera. Por eso dice: "Estaban, pues, en pie los criados y los ministros alrededor del fuego, porque hacía frío y se calentaban, y Pedro estaba con ellos", etc.
 
San Agustín, ut supra
No era invierno, y sin embargo hacía frío, como suele suceder en el equinoccio de verano.
 
San Gregorio, Moralium 2, 3
Ya se había enfriado en el corazón de Pedro el calor de la caridad, y renaciendo en él el amor a la vida presente, como si padeciese la misma enfermedad que los perseguidores, se calentaba.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
Como no podían imputarle a Cristo ningún crimen, le preguntaron sobre sus discípulos; por lo que se dice: "El Pontífice, pues, preguntó a Jesús sobre sus discípulos"; tal vez dónde estaban, o cómo los había reunido. Esto lo decía, queriendo tratarle como sedicioso y acusarle de innovador, sin atender casi a nada más que a sus discípulos.
 
Teofilacto
Sobre su doctrina investiga cuál es; si discrepaba de la Ley de Moisés, o la contradecía, para tomar de aquí pretexto para condenarle como antagonista de Dios.
 
Alcuino
No pregunta por amor a conocer la verdad, sino para encontrar motivo de acusación y entregarlo al Pretor romano para que le condene. Pero el Señor de tal modo atemperó su respuesta, que ni ocultó la verdad, ni demostró que se defendía. Sigue: "Respondió Jesús: Yo he hablado al mundo manifiestamente; Yo siempre enseñé en la sinagoga y en el templo", etc.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 113
No es de pasar por alto esta cuestión. Si, pues, a sus discípulos no les hablaba claramente, sino que les ofrecía hora en que les hablaría descubiertamente, ¿cómo ha hablado manifiestamente al mundo? Además, hablaba mucho más claro a sus discípulos cuando se hallaban separados de las turbas, y entonces les explicaba las parábolas que presentaba oscuras a los demás. Pero se ha de entender que cuando dijo "He hablado públicamente", es como si dijera: "Muchos me han oído", aunque interiormente no comprendían. Y cuando hablaba aparte a sus discípulos, tampoco lo hacía en secreto; porque ¿quién habla secretamente haciéndolo en público, principalmente si lo dice a pocos para que lo comuniquen a muchos?
 
Teofilacto
Recuérdese aquí aquella profecía que dice: "No hablé en secreto ni en lugar tenebroso de la tierra" ( Is 45,19).
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
O en verdad habló en secreto, pero no como ellos buscaban, tímida y sediciosamente, sino diciendo cosas sublimes, en presencia de grande auditorio. Queriendo probar sobradamente la verdad de su aserto, añade: "¿Qué me preguntas? Pregunta a aquellos que me oyeron qué es lo que les he dicho; éstos lo saben". Como diciendo: Tú me preguntas por los míos; pregunta a mis enemigos, que me preparan acechanzas. Estas palabras son sólo propias de un hombre que fía en la verdad de su dicho. Este es un irrefutable argumento de la verdad (una prueba sin réplica) que resulta de la declaración de los enemigos citados por el acusado.
 
San Agustín, ut supra
Hasta lo mismo que habían oído y no habían entendido era de tal naturaleza, que no podían por ello acusarle justa y verazmente; y cuantas veces intentaron preguntarle para encontrar de qué acusarle, les respondió de modo que resultó contra ellos su falacia y frustró sus calumnias.
 
Teofilacto
Como Jesús apelara al testimonio de los que le habían oído, queriendo un ministro excusarse de ser de los que admiraban a Jesús, le dio una bofetada. Por eso dice: "Luego que hubo dicho", etc.
 
San Agustín, De cons. evang. 3, 6
Esto demuestra bien que Anás era Pontífice, pues no había sido aún enviado a Caifás cuando se dijo esto; y estos dos, Anás y Caifás, eran Pontífices, como lo dice San Lucas en el principio de su Evangelio.
 
Alcuino
Aquí se cumple aquella profecía de Isaías: "Presenté mi mejilla a los que me abofeteaban" ( Is 3,6). Pero Jesús, herido injustamente, contestó con mansedumbre: "Si he hablado mal, pruébalo; pero si he hablado bien, ¿por qué me hieres?".
 
Teofilacto
Como si dijera: Si hallas algo reprensible en lo que he dicho, demuestra lo que dije mal; y si no puedes probarlo, ¿por qué te enfureces? O de otro modo: Si enseñé malamente en las sinagogas, atestíguaselo al Príncipe de los Sacerdotes; pero si enseñé bien, de modo que hasta vosotros, siendo ministros, os admirabais, ¿por qué ahora me hieres cuando antes te admirabas?
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 113
¿Qué más verdadero, suave y justo que esta respuesta? Si consideramos quién es el abofeteado, ¿no querríamos que el agresor fuese consumido por fuego del cielo, o tragado por la tierra, o revolcado por el demonio, o castigado con cualquier pena grave? ¿Acaso le faltaría poder para mandar alguno de estos castigos al que creó el mundo, si no prefiriera mejor enseñarnos la paciencia con que se vence al mundo? Tal vez diga alguno: ¿por qué no hizo lo que El mismo mandó, no contestando así al agresor, sino presentándole la otra mejilla? Porque al dar una respuesta tan llena de mansedumbre, no sólo ofreció la otra mejilla, sino que preparó todo el cuerpo para clavarlo en la cruz. Así demostró mejor que cumplía el precepto de la paciencia con la predisposición de su corazón que con demostración exterior de su cuerpo, pues puede suceder que el hombre ofrezca airado la otra mejilla, siendo más perfecto contestar mansamente la verdad con ánimo tranquilo y dispuesto a sufrir mayores agravios.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
¿Qué cosa era más justa que la de replicar al Señor o aceptar su dicho? Pero no fue así, porque lo que se hacía no era un juicio, sino un acto tiránico y sedicioso. No sabiendo qué hacer, lo envían atado a Caifás. Sigue: "Y Anás lo envió atado al Pontífice Caifás".
 
Teofilacto
Sospechando que siendo éste más astuto podría imaginar algún medio para condenar a muerte a Jesús.
 
San Agustín, ut supra
Desde el principio le conducían a casa de éste, como dice San Mateo, porque era el Príncipe de los Sacerdotes en aquel año. Es necesario comprender que ejercían el pontificado sucesivamente un año cada uno, y es de creer que Jesucristo fue conducido primero a casa de Anás por orden de Caifás, o bien porque las casas de éstos estuvieran situadas en tal disposición que no pudiera pasarse sino por casa de Anás.
 
Beda
Lo que se ha dicho de llevarle atado no se ha de entender de que entonces le ataran, sino que estaba atado desde que le habían aprehendido; por tanto, lo envió a Caifás como se lo habían presentado. Y pudo también suceder que en aquel acto le hubiesen soltado mientras le preguntaban, y después, atado otra vez, le hubiera enviado a Caifás.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 113
Habiendo dicho el Evangelista que Anás había mandado a Jesús atado a casa de Caifás, volvió a continuar su narración desde donde había dejado a Pedro, para explicar lo que había sucedido en la casa de Anás sobre las tres negaciones de Pedro. Dice, pues: "Estaba Simón Pedro en pie y calentándose". Aquí resume lo que antes había dicho.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
El fervoroso discípulo estaba inmóvil de espanto separado de Jesús, y esto es para que aprendamos cuán débil es la naturaleza cuando Dios abandona al hombre. Preguntado por segunda vez, niega también por lo que sigue: "Dijéronle, pues: ¿por ventura eres tú de sus discípulos?".
 
San Agustín, De cons. evang. 3, 6
Vemos que en esta ocasión, no ya en la puerta, sino estando al fuego, negó Pedro por segunda vez, lo que no podía suceder si no hubiera vuelto después de que había salido fuera, como dice San Mateo. Había, pues, salido y le vio fuera otra criada. Esto es, que habiéndose levantado y salido vio a Pedro, y dijo a los que allí estaban (esto es, a los que juntamente con él estaban alrededor del fuego dentro en el atrio): "Y éste estaba con Jesús Nazareno" ( Mt 26,71). Aquel, pues, que había salido fuera, habiendo oído esto, volviendo, juró a aquellos que lo afirmaban que no conocía a aquel hombre ( Mt 26,72). San Juan dice a continuación: "Dijeron: ¿por ventura eres tú de sus discípulos?". Lo que creemos fue dicho a Pedro, que volvía. Y esto se confirma, no sólo por lo que dicen San Mateo y San Marcos de la otra criada que citan, sobre esta segunda negación, sino que también por lo que dice San Lucas, refiriéndose a lo que otro de los que asistían hizo con Pedro. Por lo que dice San Juan: "Dijéronle, pues, a él". San Juan, siguiendo su narración, cuenta de este modo la tercera negación: "Uno de los siervos del Pontífice le dice", etc. San Mateo y San Marcos señalan en número plural a aquellos que hablaban con Pedro (mientras San Lucas habla de uno, San Juan también de uno, y éste pariente de aquel a quien cortó la oreja). Fácil es de entender que San Mateo y San Marcos siguieron la costumbre de usar el plural por el singular, o que tal vez uno, porque lo había visto, afirmaba de ciencia propia, y los demás, apoyados en éste, acusaban juntamente a Pedro.
 
Crisóstomo, ut supra
Ni los recuerdos del huerto, ni lo que allí se dijo, ni el mucho amor que allí con sus palabras había manifestado, vienen a la memoria de Pedro. Por lo que sigue: "Otra vez, pues, negó Pedro; y en el momento el gallo cantó".
 
San Agustín, ut supra
¡He aquí cumplida la profecía del médico y demostrada la presunción del enfermo! No se verificó, pues, lo que éste había dicho: "Pondré mi vida por ti" ( Jn 13,37); sino que sucedió lo que Jesús había predicho: "Me negarás tres veces" ( Lc 22,61).
 
Crisóstomo, ut supra
Los evangelistas escribieron acordes la negación de Pedro, no acusando al discípulo, sino para enseñarnos cuán malo es no entregarse totalmente en manos de Dios y confiar en sí mismo.
 
Beda
En sentido espiritual están significados por la primera negación de Pedro aquellos que antes de la pasión negaron que Jesús fuese Dios; en la segunda, aquellos que negaron, después de su resurrección, su divinidad e igualmente su humanidad. También significa el primer canto del gallo la resurrección de Jesucristo como cabeza, y por el segundo la resurrección de todo el cuerpo (universal). Por la primera criada que obligó a Pedro a negar, se entiende la avaricia; por la segunda la voluptuosidad, y por el criado o muchos criados los demonios que seducen para negar a Cristo.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 114
Vuelve el Evangelista al punto de su narración donde había quedado, cuando explicó la negación de Pedro, y dice: "Conducen, pues, a Jesús desde casa de Caifás al Pretorio". Ya había dicho que había sido enviado a Caifás desde casa de Anás, compañero y suegro suyo; pero ¿por qué de casa de Caifás es llevado al Pretorio, que no es más que la residencia del procónsul Pilato?
 
Beda
Se llama Pretorio el tribunal del Pretor; y los pretores se llaman prefectos o preceptores, porque imponen sus preceptos a los ciudadanos.
 
San Agustín, ut supra
O por alguna causa urgente, Caifás se había trasladado de la casa de Anás (a donde ambos habían acudido para oír al Salvador) al Pretorio del procurador Pilato, dejando a su suegro el cuidado de oír a Jesús. O bien Pilato había constituido su tribunal en la casa de Caifás, por ser suficientemente espaciosa para habitar su dueño y separadamente el juez.
 
San Agustín, De cons. evang. 3, 7
Sin embargo, desde el principio era conducido al mismo Caifás, a quien al fin fue llevado como reo convicto, pues ya antes había opinado Caifás que Jesús debía morir, y que sin demora fuese entregado a Pilato para que le condenara a muerte. Sigue: "Era, pues, de mañana".
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
Es llevado a Caifás antes del canto del gallo, y a Pilato entrada la mañana; con lo que demuestra el Evangelista que en todo el intermedio de la madrugada fue Jesús interrogado por Caifás sin conseguir nada, y por esto le remitió a Pilato. Pero dejando para los otros Evangelistas los demás detalles, pasa adelante. Sigue, pues: "Y ellos no entraron en el Pretorio".
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 114
Esto es, en aquella parte de la casa de Caifás que Pilato ocupaba 3. Por qué no entraron lo expresa a continuación: "Para no contaminarse, a fin de comer la Pascua".
 
Crisóstomo, ut supra
Porque era entonces cuando los judíos celebraban la Pascua. Pero Jesús la había anticipado un día, reservando su muerte para que se realizara en el sexto día de la semana, que era cuando se celebraba la antigua Pascua. O bien tomando por Pascua todos los días de la festividad.
 
San Agustín, ut supra
Porque habían empezado los días de los ázimos, en los cuales no podían entrar en la habitación de un extranjero sin contaminarse.
 
Alcuino
Se llamaba Pascua propiamente el día en que el cordero era sacrificado, en la tarde del día catorce de la luna, y los siete días siguientes se denominaban de los ázimos, durante los cuales no podía tenerse en las casas nada fermentado. Pero el día de la Pascua se cuenta entre los ázimos, según San Mateo ( Mt 26,17). En el día primero de los ázimos se acercaron los discípulos a Jesús y le preguntaron: "¿Dónde quieres que te preparemos la comida de Pascua?" Los días de los ázimos se llamaban Pascua, como en este pasaje: "Para que comieran la Pascua", porque la Pascua no era en el día del sacrificio del cordero, que se sacrificaba el día catorce por la tarde, sino una gran solemnidad que se celebraba el día quince, después de comer la Pascua 4. Este es, en efecto, el día catorce de la luna, en el que el Señor, así como los demás judíos, celebró la Pascua, y en el día quince, cuando se celebraba la gran solemnidad, fue crucificado. Pero el día catorce de la luna empezó su inmolación desde que fue aprehendido en el huerto.
 
San Agustín, ut supra
¡Oh impía ceguedad! ¡Temían contaminarse en el Pretorio de un juez extranjero, y no hacían escrúpulo de verter la sangre de un hermano inocente! Pues que el acto de matar al Señor, autor de la vida, no debe atribuirse a su conciencia, sino a ignorancia.
 
Teofilacto
Pero Pilato, aunque procediendo benignamente, sale al fin. Sigue: "Salió, pues, Pilato al encuentro de ellos", etcétera.
 
Beda
Era costumbre de los judíos entregar atado al juez a aquel que juzgaban reo de muerte, para que, viéndolo atado, entendiera que era condenado a muerte.
 
Crisóstomo, ut supra
Pero Pilato, aunque le vio atado y llevado en toda forma, no consideró esto como prueba irrecusable o indudable de la acusación, sino que preguntó así: "Y les dijo: ¿De qué tenéis que acusar a este hombre?" Con esta pregunta da a comprender lo improcedente que sería concederles el suplicio en virtud de un juicio que ellos habían usurpado. Pero ellos, rehusando sostener directamente la acusación, se evaden alegando ciertas conjeturas. Por lo que sigue: "Respondieron y dijeron: "Si no fuera malhechor", etc.
 
San Agustín, ut supra
Pregúntese y que respondan los libertados de los espíritus inmundos, los enfermos curados, los leprosos limpiados, sordos oyendo, mudos hablando, ciegos viendo, muertos resucitados y, lo que es más que todo, ignorante hecho sabio, si Jesús es malhechor; pero esto lo decían porque ya lo había anunciado el profeta: "Ellos me volvían mal por bien" ( Sal 34,12).
 
San Agustín, De cons. evang. 3, 8
Pero veamos si esto es contrario a lo que dice San Lucas, que le acusaron de ciertos crímenes. Dice: "Empezaron a acusarle diciendo: Hemos hallado a éste sublevando nuestra nación, y prohibiendo dar tributo al César, y proclamando que El es el Cristo-Rey" ( Lc 26,2). Pero, según San Juan, por el contrario, aparecen los judíos como no queriendo declarar los crímenes, para que sometiéndose Pilato a la autoridad de ellos, desistiese de averiguar qué era lo que le imputaban, y le considerase reo por el solo hecho de haber merecido ser entregado por ellos. Pero debemos entender que se dijo esto y lo otro que San Lucas contó, pues cada uno citó muchas preguntas y respuestas, según les pareció suficiente para su relato; porque el mismo San Juan dice ciertas cosas que fueron objetadas y que veremos en su lugar. Sigue: "Díceles, pues, Pilato: Tomadle, pues, vosotros", etc.
 
Teofilacto
Como si dijera: Por cuanto vosotros exigís sentencia de condenación con una arrogancia como si nunca hubierais pecado, juzgadlo vosotros y condenadle; yo de ningún modo juzgaré así como juez.
 
Alcuino
Como si dijera: Vosotros, que tenéis vuestra legislación, sabéis qué ley juzga tales delitos. Obrad según sabéis que es justo.
Sigue: "Dijeron, pues, los judíos: A nosotros no nos es lícito matar a alguno".
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 114
Pero la Ley ¿no mandó que no se perdonara a ningún malhechor, principalmente de los seductores en materia de religión? Pero se ha de entender que si ellos dijeron que no les era lícito matar a alguno, fue por la santidad de la fiesta que ya habían empezado a celebrar. ¿De tal manera os ha hecho perder el juicio la malicia, que os creéis limpios de la sangre inocente y la entregáis a otro para que la derrame?
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
O bien ellos no le condenaban a muerte por haber perdido gran parte de su poder con la sujeción a la dominación romana. O de otro modo: él había dicho: "Vosotros juzgadle según vuestra Ley", cuando ellos afirmaban que el crimen de Jesús no era según la ley judía; pues decían así: "A nosotros no nos es lícito"; pues no pecó, según nuestra ley, sino que su crimen es público porque se llama Rey. También porque deseaban crucificarle para difamarle con este género de muerte, pues no les era permitido crucificar, sino que mataban de otro modo, como lo demuestra el haber apedreado a San Esteban. Y por esto añade: "Para que se cumpliese la palabra de Jesús", etc., por cuanto a los judíos no les era permitido crucificar. O dice esto el Evangelista porque no debía ser crucificado sólo por ellos, sino que también por los gentiles.
 
San Agustín, ut supra
Así se lee en San Marcos donde dice: "He aquí que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los Príncipes de los sacerdotes y a los escribas, y le entregarán a los gentiles" ( Mc 10,33). Pilato, pues, era romano, y le habían enviado los romanos de procurador a Judea. Para que se cumpliese, pues, la palabra de Jesús, esto es, la de ser entregado a los gentiles para que le matasen, no quisieron los judíos aceptar el permiso de juzgarle, diciendo: "A nosotros no nos es lícito matar a alguno".
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
Queriendo Pilato librar a Jesús del odio de los judíos, no dilató el juicio; por lo que dice: "Entró, pues, Pilato en el Pretorio y llamó a Jesús", etc.
 
Teofilacto
Aparte de esto, como tenía gran opinión de Jesús, se proponía apurar exquisitamente todas las cosas dejando a un lado el estrépito de los judíos. Y sigue: "Y le dijo: ¿Eres tú el Rey de los judíos?".
 
Alcuino
Con estas palabras manifestó Pilato que los judíos le acusaban del crimen de que se proclamaba Rey de los judíos.
 
Crisóstomo, ut supra
Esto lo había oído Pilato de muchos; y porque ninguna otra cosa tenían que decir, a fin de evitar largas investigaciones, quiso traer a discusión lo que comúnmente se decía. Sigue: "Responde Jesús: ¿Dices esto por ti mismo, o te lo han dicho otros?".
 
Teofilacto
Insinúa Jesús con estas palabras que Pilato es un juez parcial, como si dijera: Si dices esto por ti mismo, manifiesta las señales de mi rebelión; pero si lo oíste a otros, abre una indagación en regla.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 115
Sabía el Señor el sentido con que preguntaba y lo que se le respondería, pero El hizo esta pregunta al procónsul, no para saber, sino para que constase lo que quiso que se supiese.
 
Crisóstomo, ut supra
No preguntó, pues, como ignorante, sino queriendo que los judíos fuesen condenados por boca del mismo Pilato. "Respondió Pilato: ¿Acaso yo soy judío?".
 
San Agustín, ut supra
Hizo desaparecer la sospecha de que se le pudiese imputar que hablaba por sí mismo, haciendo ver que lo había oído de los judíos; por lo que sigue: "Tu nación y tus Pontífices te han entregado en mis manos". Y después, preguntando: "¿Qué has hecho?" da a entender suficientemente cuál era el crimen que se le imputaba, como si dijera: Si niegas que eres Rey, ¿qué has hecho para que te entregaran en mis manos? Como si no se admirara de que fuese entregado al juez para ser castigado porque se llamase Rey.
 
Crisóstomo, ut supra
Tranquiliza, pues, a Pilato sobre que no existe ningún peligro, y quiere manifestarle que no es sólo hombre, sino también Dios e Hijo de Dios, y hace desaparecer la sospecha de tiranía que había aterrado a Pilato; y sigue: "Respondió Jesús: mi reino no es de este mundo", etc.
 
San Agustín, ut supra
Esto es lo que nuestro buen Maestro nos quiso demostrar. Pero antes quiso hacernos ver la vana opinión que los hombres tenían de su reino, tanto los gentiles como los judíos, a quienes Pilato la había oído, como si hubiese cometido un crimen digno de muerte por haber supuesto un reino que ellos creían ilegítimo. O bien, como aquellos que están en posesión del poder acostumbran envidiar a los que han de sucederles, los romanos y los judíos querían precaver que este nuevo poder les fuese contrario. Porque si a la pregunta de Pilato hubiese contestado en seguida, habría parecido que su respuesta se dirigía sólo contra la falsa opinión de los gentiles, y no a la de los judíos. Pero después de la respuesta de Pilato, la respuesta de Jesús se dirige a los gentiles y a los judíos, como si dijera: Judíos y gentiles, oíd: no impido vuestra dominación en este mundo. ¿Qué más queréis? Creyendo, venid al reino que no es de este mundo. ¿Cuál es, pues, su reino sino el de los que creen en El, a quienes dice no sois de este mundo, aunque quiera que estéis en este mundo? Por lo que no dice: Mi reino no está en este mundo, sino "no es de este mundo" ( Jn 8,23). Es, pues, de este mundo todo lo que en la humanidad, si bien creado por Dios, fue generado de la raza viciada de Adán. Fue, pues, hecho un reino, no ya de este mundo, de todo aquello que fue regenerado en Cristo. Así, pues, Dios nos sacó del poder de las tinieblas y nos trasladó al reino del Hijo de su amor.
 
Crisóstomo, ut supra
O dice en esto que no tiene aquí un reino como el de los reyes de la tierra, porque su poder viene del cielo, y no es humano, sino mucho más esclarecido. Y sigue: "Si mi reino fuera de este mundo", etc. Pone de manifiesto la imbecilidad del reino de este mundo que toma su fuerza de sus ministros, cuando el reinado de Dios no necesita a nadie y se basta a sí mismo.
 
San Agustín, ut supra
Habiendo probado que su reino no es de este mundo, añadió: "Ahora, pues, mi reino no es de aquí". No dice: No está aquí, porque aquí está su reino hasta el fin de los tiempos, conteniendo dentro de sí la mala yerba mezclada con el trigo hasta la siega; pero, sin embargo, no es de aquí, sino que peregrina en este mundo.
 
Teofilacto
O bien no dice: No está aquí, sino "no es de aquí"; pues reina en el mundo y ejerce su providencia disponiendo de las cosas según su voluntad; su reino no tiene su fundamento en causas inferiores, sino en los cielos, antes de los siglos.
 
Crisóstomo, ut supra
Tomando de aquí motivo, los herejes dicen que es ajeno a la constitución del mundo. Pero aunque dice: "Mi reino no es de aquí", no priva al mundo de su providencia y de su gobierno, sino que quiere demostrar solamente que su reino no es humano ni perecedero.
"Pilato le dice: ¿Luego tú eres Rey? Jesús responde: Tú lo dices", etc.
 
San Agustín, ut supra
No porque temiera declararse Rey, sino porque habló de modo que ni se negó Rey, ni confesó ser tal Rey que se creyera que su reino era de este mundo. Las palabras: "Tú lo dices" quieren decir: Como hombre carnal hablas correctamente. En seguida añadió: "Yo he nacido para esto". La sílaba de este pronombre debe pronunciarse de tal manera que no pueda entenderse en este sentido: Yo he nacido en tal condición, sino en este otro: "Para esto he nacido", recordando aquella expresión "A esto vine al mundo", por la que manifestó claramente que se refería a su nacimiento, por el que encarnado vino al mundo; no a aquel nacimiento sin principio por el cual era Dios.
 
Teofilacto
O de otro modo: Preguntado por Pilato si era Rey, respondió el Señor: "Yo para esto he nacido". Es decir: Yo he nacido para ser Rey; pues por lo mismo que he sido engendrado por un Rey, afirmo que yo también soy Rey.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83
Si, pues, ha nacido Rey, no hay más que recibirle. "A esto (dijo) he venido, para dar testimonio a la verdad"; esto es, para persuadir a todos de esto mismo. Y es de notar que hizo brillar su humildad cuando sufría en silencio que los que le llevaban dijesen: "Este es un malhechor". Pero cuando fue preguntado acerca de su reino, habló a Pilato de tal modo que le instruyera, elevándole a cosas más sublimes. Y por las palabras "Para dar testimonio de la verdad" dio a entender que no había hecho nada subversivo.
 
San Agustín, ut supra
Dando Jesucristo testimonio de la verdad, lo da de sí mismo, porque ésta es su palabra: "Yo soy la verdad" ( Jn 14,6); pero como no todos tienen fe, añadió: "Todo el que es de la verdad oye mi voz". Oye, en verdad, con los oídos del alma; esto es, obedece a mi voz, como si dijera: Cree en mí. Por las palabras: "Todo el que es de la verdad" expresa la gracia de su vocación ( Rom 8). Si consideramos la naturaleza en que hemos sido creados, habiéndonos creado a todos la verdad, ¿quién habrá que no sea de la verdad? Pero no todos han recibido de la verdad la gracia de obedecer a la verdad. Porque si dijo "Todo el que pertenece a la verdad oye mi voz", podrá creerse que se llama venido de la verdad el que obedece a la verdad; pero no dice esto, sino "Todo el que es de la verdad oye mi voz". Oye, ciertamente; pero él no es de la verdad porque oye su voz, sino que oye porque es de la verdad, pues este don le ha sido dado por la verdad.
 
Crisóstomo, ut supra
Con estas palabras le atrae y le persuade a que se haga de los discípulos de la verdad; con estas breves palabras de tal modo le cautivó, que preguntó: "¿Qué es verdad?"
 
Teofilacto
Pues casi había desaparecido de entre los hombres y era desconocida de todos los incrédulos.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 115
Cuando dijo Pilato: "¿qué es la verdad?" creo que le vino a la memoria en seguida la costumbre que tenían los judíos de dar la libertad a un preso en la Pascua; y así, no esperó que Jesús le respondiera, para no perder tiempo, cuando recordó la costumbre de soltar uno en la Pascua, lo que verdaderamente deseó, como lo manifiesta esto que dijo: "Y en cuanto preguntó, salió otra vez", etc.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83
El sabía que esta pretensión debía hacerse con tiempo, pues convenía librarle del ímpetu de los judíos, y por eso salió.
 
Alcuino
O tal vez no esperó a oír la respuesta, porque quizá no era digno de oírla. Sigue: "Y les dijo: Yo no encuentro en El ninguna causa".
 
Crisóstomo, ut supra
No dijo: porque delinquió, y es digno de muerte, indultadle por la festividad; sino que primero, justificándole, les exhorta en seguida para que si no querían reconocer su inocencia a mayor abundamiento, le perdonasen por razón de la festividad; y por esto les dijo: "Es costumbre vuestra", etc.
 
Beda
Esta costumbre no era precepto de ley, sino que venía de tradición de sus padres, para que, en memoria de la libertad de Egipto, la diesen en la Pascua a un preso. Y después, exhortándolos, dice: "¿Queréis, pues, que os deje en libertad al Rey de los judíos?"
 
San Agustín, ut supra
No pudo arrancar de su corazón la creencia de que Jesús era Rey de los judíos. Como si el título de la cruz hubiera quedado clavado en su corazón por la misma verdad, aquella sobre la que preguntó ¿qué es la verdad?
 
Teofilacto
Pilato respondió de una manera admirable, que Jesús no había faltado en nada, pero siguieron preocupándole con la idea que quería ser Rey, y que el representante de la potestad de los romanos no podía absolver a aquel que se titulaba Rey, y émulo del poder de Roma. Así, pues, al decir: yo absolveré al Rey de los judíos, presentó a Jesús como inocente, y se mofó de los judíos, como si dijera: Al que vosotros acusáis de que se llama Rey, a éste mando absolver, porque tal Rey no existe.
 
San Agustín, ut supra
Porque oído esto, clamaron como sigue: "Clamaron todos otra vez diciendo: no a éste, sino a Barrabás, pero Barrabás era un ladrón". No os reprobamos ¡oh judíos, porque librasteis en la Pascua a un malhechor, sino porque matasteis a un inocente! Lo que sin embargo, si no se hubiera realizado, no se habría verificado la verdadera Pascua.
 
Beda
Por cuanto despreciaron al Salvador, y libraron al ladrón, el diablo ejerce en ellos hasta el día sus latrocinios.
 
Alcuino
El nombre de Barrabás es interpretado así: "Este hijo del maestro de ellos", esto es, del diablo, porque fue maestro del ladrón en sus crímenes y de los judíos en su perfidia.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 116
Como los judíos clamaron que no querían que Pilato les pusiese a Jesús en libertad en celebración de la Pascua, sino al ladrón Barrabás, añade: "Entonces Pilato tomó a Jesús, y lo azotó". Se puede creer que Pilato no hizo esto sino con el fin de que, dándose por satisfechos los judíos con los oprobios inferidos a Jesús, desistieran de ensañarse hasta pedir su muerte. Esta es la razón porque Pilato permitió o tal vez mandó que su cohorte hiciera lo que sigue. Refiere el Evangelista lo que los soldados hicieron, pero no dijo que por orden de Pilato. Sigue, pues: "Y los soldados, tejiendo una corona de espinas la impusieron sobre su cabeza, y le vistieron un traje de púrpura y se acercaban a El y le decían: Dios te salve, rey de los judíos".
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83
Como Pilato le había dado este nombre, ellos lo toman para ultrajarle.
 
Beda
Pusiéronle por diadema una corona de espinas, y por manto de púrpura, como lo usaban los reyes antiguamente, le envolvieron con un harapo de púrpura, lo que no está en contradicción con lo que dice San Mateo, que le pusieron una capa de escarlata. Porque (como dice Orígenes), la púrpura y la escarlata son de un mismo género, porque son gotas de color de sangre que fluyen de las incisiones del árbol de la grana, con las que se tiñe tela de ambos colores. Lo que los soldados hacían por irrisión, era para nosotros un misterio, pues por la corona de espinas se significan nuestros pecados, los cuales cargó sobre sí, y son como las espinas que brotan de la tierra de nuestro cuerpo; así como en el vestido de púrpura se representa nuestra carne dominada por las pasiones. O también la gloria de la Iglesia cubierta de púrpura con los triunfos de la sangre de los mártires.
 
Crisóstomo, ut supra
Lo que ejecutaban los soldados no era en cumplimiento de una orden del procurador, sino que lo hacían para complacer a los judíos. Sin duda que por instigación de éstos, le atormentaron desde que comenzó la noche, y sobornados con dinero se prestaron a toda clase de excesos. Pero en medio de tantos ultrajes, Jesús sufrió en silencio. Tú, pues, oyendo esto, fíjalo en tu consideración, y viendo cómo el Rey del universo y Señor de los ángeles sufre las injurias con paciencia en silencio, imítale.
 
San Agustín, ut supra
Así se cumplía lo que Cristo había dicho de sí mismo. Así los mártires aprendían a sobrellevar todo lo que sus perseguidores quisieron hacer con ellos. Así el reino, que no era de este mundo, triunfaba del mundo soberbio, no luchando violentamente, sino sufriendo con humildad.
 
Crisóstomo, ut supra
A fin, pues, de que a la vista de lo que los soldados habían hecho aplacaran su encono, les presentó a Jesús coronado. Por lo que sigue: "Salió fuera Pilato otra vez y les dijo: He aquí que os lo presento de nuevo para que conozcáis que no hallo ningún delito en El".
 
San Agustín, ut supra
Esto prueba que Pilato no ignoraba lo que habían hecho los soldados, y que si no lo había mandado, lo había permitido, por la razón antes indicada de que, saciándose a su satisfacción sus enemigos con sus oprobios, desistieran de pedir su muerte. Sigue: "Salió, pues, Jesús llevando una corona de espinas y un vestido de púrpura"; no deslumbrando con las insignias reales, sino saturado de oprobios. Sigue: "Y les dijo: He aquí el Hombre". Como diciendo: si envidiáis al Rey, perdonadle ya, porque viendo estáis su abatimiento; apláquese la envidia ante el furor de los ultrajes.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 116
La envidia de los judíos no se apaga a vista de tanta ignominia, sino que se enciende más y crece. Por esto dice: "Y cuando le vieron los Pontífices y ministros, clamaban diciendo: Crucifícalo".
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83
Vio, pues, Pilato que todo era en vano, y por eso les dice: "Tomadle vosotros y crucificadle". Esta palabra era execrable e impulsaba a los judíos a ejecutar un acto que no estaba permitido. Ellos presentaban a Jesús para que el juez sentenciara un juicio, pero sucedió lo contrario, porque el juicio del procurador fue más bien absolverlo. Por esto añade: "Yo no encuentro en El causa", defendiéndole siempre de las acusaciones, de lo que se deduce evidentemente que consintió los primeros suplicios por el furor de ellos. Pero nada bastó para que aquellos judíos fieros como perros sintieran la vergüenza. "Respondiéronle los judíos: Nosotros tenemos ley, y según ella debe morir, porque se hizo Hijo de Dios".
 
San Agustín, ut supra
¡He aquí otra mayor envidia! Después de semejante pretensión, parecía pequeña la audacia de investirse de la autoridad real, y, sin embargo, Jesús nada había usurpado falsamente, porque era verdaderamente ambas cosas: Unigénito Hijo de Dios, y Rey constituido por Dios sobre el monte santo de Sión ( Sal 2); y para demostrar entonces ambas cosas, prefirió, siendo tan poderoso, ser igualmente paciente.
 
Crisóstomo, ut supra
Mientras ellos disputaban mutuamente, El callaba, cumpliéndose aquella profecía de que "No abrió su boca y toleró su juicio con humildad" ( Is 53,7).
 
San Agustín, De cons. evang. 3, 8
Esto puede convenir con lo que recuerda San Lucas, dicho en la acusación de los judíos: "Hemos encontrado a éste sublevando nuestra nación" ( Lc 23,2), para añadir: "porque se hizo Hijo de Dios".
 
Crisóstomo, ut supra
Cuando Pilato oyó esto, se aterró, no fuera verdad lo que decían y juzgara inicuamente, y así sigue: "Como, pues, oyese Pilato estas palabras, temió más".
 
Beda
No temió por lo que oyó de la ley, pues era extranjero, sino que por lo que más temió fue por si sacrificaba al Hijo de Dios. Pero los judíos no se horrorizaron por lo que decían, sino que, por el contrario, le sacrificaban por aquello mismo por que debían adorarle.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83
Aterrorizado Pilato, inquiere de nuevo. Sigue: "Y entrando otra vez en el Pretorio, dijo a Jesús: ¿De dónde eres tú?" Pero no le vuelve a preguntar: "¿Tú, qué has hecho?" Sigue: "Jesús no le dio ninguna respuesta", porque ya había oído: "Yo, para esto nací y a esto vine, para dar testimonio de la verdad", y: "Mi reino no es de aquí". Cuando debiera Pilato resistir y salvarle, hizo lo contrario, y se dejó llevar del ímpetu de los judíos. Por esta razón, pues, Jesús no le respondió, porque preguntaba en vano. Y a juzgar por las obras no quería Jesús valerse de excusas, demostrando que para esto había venido espontáneamente.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 116
Este silencio de nuestro Señor Jesucristo, repetido frecuentemente, se encuentra reproducido en las narraciones de todos los evangelistas: el mismo silencio ante el Príncipe de los sacerdotes, y en casa de Herodes, y hasta en la del mismo Pilato, para que se cumpliera la profecía de Isaías: "Como cordero sin balar delante del que le esquila, no abrió su boca" ( Is 53,7). Del mismo modo no respondió a los que le preguntaban, no obstante que muchas veces había respondido a cualquiera que le preguntó. Por eso su silencio de ahora es comparado al del cordero, a fin de no ser tenido por reo, sino por inocente; esto es, no como reo convencido por la conciencia de sus crímenes, sino como mansa víctima inmolada por pecados ajenos.
 
Crisóstomo, ut supra
Como calló, le dijo Pilato: "¿No me respondes? ¿Ignoras que tengo poder para crucificarte y tengo poder para soltarte?" Ved cómo se condena a sí mismo. Si, pues, todo depende de ti, ¿por qué no le absuelves, no hallando en El crimen? Y como profirió sentencia contra sí mismo, respondió Jesús: "No tendrías ninguna potestad sobre mí si no te fuese dada de arriba", dando a entender que no sucedía aquello en el orden natural de las demás cosas, sino que se elevaba a un fin espiritual. Pero oyendo esto, no se crea que el Salvador le absolvía de todo crimen, y por esto dice: "Quien me entregó a ti tiene mayor pecado". Y ciertamente éste era el modo de dar a entender que ni unos ni otros estaban libres de pecado. O como si dijera: esto ha sido permitido sin que por ello sean menos culpables.
 
San Agustín, ut supra
He aquí que responde. Por tanto, cuando no respondía, no era que callaba como reo astuto, sino como oveja; y cuando respondía, era como Pastor que enseñaba. Aprendamos, pues, lo que enseñó por medio del Apóstol: "No hay poder que no venga de Dios" ( Rom 13,1). Y mayor pecado comete el que entrega a la potestad a un inocente para que le condene, que la potestad misma que condena a muerte por temor de un mal mayor. (Tal era, en verdad, el poder que Dios le había dado con sumisión a la potestad del César). Esta es la razón por qué dijo: "No tendrías potestad alguna sobre mí (esto es, cualquiera que sea la que tengas), si tal como es no te hubiese sido dada de arriba"; pero porque sé hasta dónde llega (la que no es tanta que seas libre omnímodamente), por esto el que me entregó a ti tiene mayor pecado; él entregándome a tu potestad por envidia, y tú abusando de tu potestad sobre mí por miedo. No debe el juez matar a un inocente por temor; pero es mucho peor hacer el mal por envidia que por miedo. Por esto no dice el que me entregó a ti tiene pecado (como si él no lo tuviera), sino que dijo mayor pecado tiene, para que entendiera que también él lo tenía.
 
Teofilacto
Dice, pues, quien me entregó a ti, esto es, Judas, o también la turba. Como el Señor dio una respuesta convincente, como la de que "si Yo mismo no me entregara y el Padre lo permitiera no tendrías potestad sobre mí", desde entonces se empeñó más Pilato en absolverle. Por eso sigue: "Y desde entonces buscaba Pilato medio de soltarle".
 
San Agustín, ut supra
Lee lo anteriormente dicho y verás los esfuerzos de Pilato por salvar a Jesús, y de esto sacarás en consecuencia (por este motivo) que no habría consentido en el pecado matando al inocente que había sido entregado a su potestad.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 116
Los judíos creyeron imponerse mejor a Pilato para que condenara a muerte a Cristo, amenazándole con el César que con lo que anteriormente habían dicho: "Nosotros ley tenemos, y, según ella, debe morir, porque se supuso Hijo de Dios". Por eso dice: "Pero los judíos clamaban: Si das libertad a éste, no eres amigo del César; pues todo el que se titula Rey", etc.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83
Pero ¿de dónde sacaréis las pruebas? ¿De la púrpura, de la diadema, de los carruajes, de los soldados? ¿No iba siempre acompañado de sus doce discípulos, de villa en villa, sin más que el alimento, el vestido y hospedaje?
 
San Agustín, ut supra
A Pilato le importaba poco la Ley. Lo que más le importaba era lo de matar al Hijo de Dios. Pero ahora no se atreve a despreciar al César, autor de su potestad, como desprecia la Ley extranjera. Por eso sigue: "Pilato, pues, oyendo esto, sacó fuera a Jesús y se sentó en su tribunal, llamado Lithóstrotos, y en hebreo Gabbata".
 
Crisóstomo, ut supra
Salió, pues, para examinar la causa, pues esto demostraba sentarse en el tribunal.
 
Glosa
Así como el tribunal es propio de los jueces, lo es de los reyes el trono o el solio, y de los doctores la cátedra.
 
Beda
Lithóstrotos, que significa sobre un pedestal, era un sitio elevado 5.
Sigue: "Era, pues, Parasceve o víspera de la Pascua, cerca de la hora sexta".

Alcuino
Parasceve quiere decir preparación. Este es el nombre que se daba al sexto día, en el que se preparaba lo necesario para el sábado 6; como se dijo del maná: "El día sexto recogeréis doblado" ( Ex 16,26). Por cuanto en el día sexto fue hecho el hombre, y descansó Dios en el séptimo, también en el día sexto padece por el hombre el Salvador, y el sábado descansa en el sepulcro. Sigue: "Era, pues, como la hora de sexta".
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 117
¿Por qué San Marcos dice "era la hora de tercia cuando le crucificaron" ( Mc 15,25) sino porque era en esta hora cuando fue crucificado el Señor por la lengua de los judíos, y en la de sexta por las manos de los soldados, y entendamos que era ya pasada la hora quinta y comenzada la sexta cuando Pilato se sentó en el tribunal que es casi la hora de sexta de que habla San Juan, y fue conducido y crucificado, sucediendo junto a la cruz lo que se refiere, al cumplirse íntegra la hora sexta, desde la cual hasta la nona se oscureció el sol y se extendieron las tinieblas, como certifican Mateo, Marcos y Lucas. Pero como los judíos procuraron echar la culpa de la crucifixión de Jesús sobre Pilato y sus soldados, San Marcos, pasando por alto la hora en que el Señor fue crucificado, hace mención de la tercia, para que no aparezca que sólo los soldados crucificaron a Jesús, sino que también los judíos pidieron a la hora de tercia que fuese crucificado. También se presenta otra solución a esta dificultad, que consiste en que no se cuente la hora de sexta desde principio del día, sino desde la Parasceve, porque ni tampoco San Juan dijo que era como la hora de sexta del día, sino que dijo: "Era la Parasceve casi hora de sexta". Parasceve en latín es preparación. En nuestra Pascua fue inmolado Cristo, como dice el Apóstol ( 1Cor 5,7). La preparación de la Pascua, si la empezamos a contar desde la hora de nona de la noche, que fue cuando los Príncipes de los sacerdotes pronunciaron la sentencia de inmolación del Señor (diciendo reo es de muerte) ( Mt 26,66) hasta la hora de tercia del día que fue crucificado Cristo, según atestigua el Evangelista San Marcos, consta de seis horas: tres de noche y tres de día.
 
Teofilacto
Otros resuelven esta dificultad culpando a los copistas de que las letras del alfabeto griego fueron cambiadas, porque los griegos usaban las letras como cifras y la letra griega g significa tres y la letra V seis. El copista puede haber confundido ambos signos.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 83
Salió, pues, Pilato para examinar la causa, y sin embargo, sin hacer examen alguno lo entregó, esperando conmoverles; y por eso les dice a los judíos: "He aquí vuestro rey".
 
Teofilacto
Como si dijera: He aquí al hombre y confesad que es imposible que empuñe vuestro cetro en el estado de humillación en que se encuentra, y que vosotros nada tenéis que temer de El.
 
Crisóstomo, ut supra
Y en verdad que lo que él decía era suficiente para que los judíos depusieran su cólera; pero temblaban de que si le dejaban en libertad, volvería a reunir las turbas, porque el amor al poder es bastante para seducir al alma. Por tanto, insisten con más fuerza. Por esto dice: "Ellos, sin embargo, clamaban: quítale, quítale". Ansían darle la muerte más ignominiosa y añaden: "Crucifícale"; temiendo lo que pudiera venir después de El por su celebridad.
 
San Agustín, ut supra
Pilato, sin embargo, intenta hacerse superior al terror que le había inspirado el nombre del César y les dice: "¿He de crucificar a vuestro rey?" Queriendo abatir con su propia ignominia a los que no puede aplacar con la ignominia de Cristo.
Sigue: "Respondieron los Pontífices: No tenemos más rey que al César".
 
Crisóstomo, ut supra
Ellos mismos se impusieron voluntariamente el suplicio. Por eso Dios los entregó y los dejó precipitarse en su propia sentencia, por cuanto unánimes negaron el reino de Dios y rechazaron el cetro de Cristo, imponiéndose a sí mismos el del César.
 
San Agustín, ut supra
Pero Pilato es vencido otra vez por el temor y sigue: "Entonces se lo entregó para que fuese crucificado". Hubiera parecido que se oponía abiertamente al César, si hubiera persistido en dar otro rey a los que protestaban no admitir otro que al César, dejando impune al que ellos habían entregado para morir, por haber intentado esto mismo. No se ha dicho: se los entregó para que lo crucificaran, sino para que fuese crucificado, esto es, por sentencia y autoridad del procurador. El Evangelista dijo: "Entregado a ellos", para que fueran complicados en el crimen de que intentaban ser inocentes; pues Pilato no hubiera hecho esto, sino apremiado por ellos.
 
Glosa
Por orden del procurador, los soldados se apoderaron de Cristo para crucificarle. Sigue: "Cogieron, pues, a Jesús, y le sacaron fuera".
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 116
Puede esto referirse a los alguaciles del procónsul; pues después se dice más claramente: "Después que los soldados le crucificaron". El Evangelista atribuye con razón a los judíos todo lo ocurrido, pues ellos fueron los que arrancaron a Pilato la condenación.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
Como para ellos era la cruz objeto de ignominia, no consentían ni aun el tocarla, y la cargaron sobre Jesús como reo. Y sigue: "Y llevando la cruz a cuestas", etc. Así sucedió con el que le prefiguró, porque Isaac cargó sobre sí la leña, pero entonces no se llegó más que hasta lo que quiso demostrar la voluntad del Padre; pero ahora tuvo cumplido efecto, pues era la realidad.
 
Teofilacto
Así como entonces fue Isaac libertado, y sacrificado el cordero, así en esta ocasión, quedando impasible la naturaleza divina, es sacrificada la humanidad representada por el cordero, como errante hijo de Adán. Pero, ¿cómo otro Evangelista dice que obligaron a Simón a llevar la cruz?
 
San Agustín, De cons. evang. 3, 10
Ambas cosas son verdad: en primer lugar, sucedió lo que dice San Juan, y en segundo lugar, lo que dicen los otros tres evangelistas. De lo que se deduce que el mismo Jesús llevaba la cruz al salir para el lugar citado.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 117
¡Gran espectáculo y a los ojos de la impiedad gran escarnio! Pero a los de la piedad grande misterio. Ríe la impiedad, viendo al rey llevar por cetro la cruz de su suplicio; ve la piedad al rey llevando a cuestas la cruz en que ha de ser clavado; cruz que había de fijarse hasta en la frente de los reyes; cruz objeto de desprecio para los impíos, y en la que habían de gloriarse los corazones de los Santos. Llevándola sobre sus hombros, la sublimaba como antorcha que ardía sobre el candelabro, y no había de ocultarse bajo el celemín.
 
Crisóstomo, ut supra
Como los vencedores, así llevaba sobre sus hombros la insignia de su triunfo.
Pretenden algunos que Adán murió y fue sepultado en el mismo lugar que llamaban Calvario, a fin de que, en el mismo sitio donde triunfó la muerte, levantara Jesús el trofeo de su victoria.
 
San Jerónimo, super Mat. cap. 27
Apreciable interpretación y agradable al oído del pueblo; pero no es verdadera. Fuera de la ciudad y de sus puertas, había lugares en donde se decapitaba a los reos, y tomaron el nombre de calvario del de decapitados 7. Adán fue sepultado junto a Ebrón, y según se lee en Jesús hijo de Nave, fue enterrado en Arbee 8.
 
Crisóstomo, ut supra
Le crucificaron con dos ladrones; y sigue: "Y con él otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio". Con esto se cumplió la profecía: "Fue contado entre los malvados" ( Is 53,12). Hacían servir a la verdad los mismos ultrajes que le inferían. El demonio quería cubrir de tinieblas lo que pasaba, pero no pudo, porque los milagros que ocurrieron entonces, a nadie pudieron atribuirse sino sólo a Jesús, y todos los artificios del diablo fueron inútiles para oscurecer la gloria de Jesús, pues la esclarecieron no poco. Porque convertir en la cruz al ladrón y llevarle al Paraíso, no fue menos que desgajar las rocas.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 31
Si bien lo consideras, fue la misma cruz un tribunal, en el que sentado el juez, fue absuelto el ladrón que creyó y condenado el que le injurió. Y esto significaba lo que sucederá con los vivos y los muertos: unos a la derecha y otros a la izquierda.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
Así como se escribe sobre los trofeos el nombre del que alcanzó la victoria, así puso Pilato el título sobre la cruz de Jesucristo. Por eso dice: "Y escribió Pilato un título", etc. constituyéndose Pilato como apologista de Cristo, separando su causa de la de los ladrones, y vengando la manifiesta malicia de los judíos insurrectos contra su rey. Lo escribió. "Había, pues, escrito: Jesús Nazareno, Rey de los judíos".
 
Beda
Esto demuestra que desde entonces su reino se engrandecía, lejos de desaparecer como ellos pensaban.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 118
¿Pero es que Jesucristo tan sólo es rey de los judíos, o lo es también de los gentiles? Ciertamente también de los gentiles, pues había dicho: "Yo he sido constituido por Dios, Rey sobre el monte santo de Sión" ( Sal 2,6), añadiendo después: "Pídeme a mí, y te daré en herencia las naciones" ( Sal 2,8). Queremos penetrar en este título 9 un gran misterio 10, porque en verdad, el olivo silvestre 11 ha sido hecho partícipe en la pinguosidad del olivo cultivado, y no éste de la savia del olivo silvestre ( Rom 11,17). Cristo, pues, Rey de los judíos, establece la circuncisión, no de la carne, sino del corazón; no de la letra, sino del espíritu ( Rom 2,29).
Sigue: "Muchos de los judíos leyeron este título, porque estaba cerca de la ciudad el lugar", etc.
 
Crisóstomo, ut supra
Creíble es que con motivo de la festividad acudirían muchos gentiles, juntamente con los judíos; y para que nadie lo ignorara, no escribió el título en una lengua, sino en tres, y por eso añade: "Y estaba escrito en hebreo, en griego y en latín".
 
San Agustín, ut supra
Estas tres lenguas eran las que predominaban: la hebrea, por la ley judaica; la griega, por la sabiduría de aquella nación, y la latina, por la dominación romana en casi todo el mundo.
 
Teofilacto
También significa esta inscripción, en tres lenguas, que Cristo es el Señor de tres ciencias: la práctica, la física y la teológica; pues por la inscripción latina está figurada la ciencia práctica, por cuanto el imperio romano era poderosísimo y conquistador; la inscripción griega representa la sabiduría en las ciencias especulativas; y, por fin, la hebrea, supone el conocimiento de las cosas divinas encomendado a la nación judaica.
 
Crisóstomo, ut supra
Crucificado el Señor, era todavía perseguido por la envidia de los judíos: "Decían, pues, a Pilato: No escribas Rey de los judíos, sino que El dijo: Yo soy el rey de los judíos". En verdad, esta inscripción no se diferenciaba de la sentencia y si se le añadía "El ha dicho", venía a ser la demostración de una ambición necia y criminal. Pero Pilato insistió en su primer pensamiento, y por eso respondió: "Lo que escribí, escribí".
 
San Agustín
¡Oh inefable poder de Dios, aun en los corazones de los que no le conocen! Esto no puede llamarse sino una voz secreta que silenciosamente resonaba en el alma de Pilato, repitiendo lo que tanto tiempo antes estaba escrito en los salmos: "No alteres el título de la inscripción". Pero, ¿qué decís, insensatos Pontífices? ¿Acaso no es esto una prueba de la verdad, de lo que Jesús dice: ¿Yo soy el rey de los judíos? ¿Si no puede corregirse lo que Pilato ha dicho, podrá alterarse lo que dijo la verdad? Si Pilato ha escrito lo que ha escrito, es porque el Señor ha dicho lo que ha dicho.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 118
Por sentencia de Pilato, los soldados que estaban a sus órdenes crucificaron a Jesús. Así dice: "Los soldados, pues, le crucificaron", etc. Los demás evangelistas hablan poco sobre la distribución y sorteo de los vestidos, pero éste lo dice muy claramente de este modo: "Hicieron cuatro partes", etc. De aquí resulta que fueron cuatro los soldados que obedecieron la orden de Pilato, crucificando al Salvador. Sigue: "Y después tomaron la túnica", esto es, no echaron suertes sobre lo demás, y lo repartieron. Pero la túnica no la dividieron; y sigue diciendo: "La túnica era inconsútil", esto es, toda de una pieza.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
El Evangelista hace la historia de esta túnica. En Palestina era costumbre construir este traje con dos pedazos de tela cosidos, y San Juan nos da a entender que así era la túnica de Jesús, indicando la pobreza de su vestido.
 
Teofilacto
Dicen otros, que en la Palestina no se tejen las telas del mismo modo que entre nosotros, dejando el estambre a la vista superior, y el tejido en la inferior, para que vuelto se vea el tejido, sino que lo hacían al contrario.
 
San Agustín, ut supra
El Evangelista dice por qué echaron suertes sobre ella. Dijeron unos a otros: "No la partamos", etc. Se ve que los demás vestidos los repartieron por partes iguales sin necesidad de sortearlos. Pero como la túnica no podía repartirse sin que se cortara sin provecho, por eso convinieron en sortearla. Esta narración del Evangelista, consta justificada por testimonio de los profetas. Por esto dice: "Para que se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron entre ellos mis vestidos" ( Sal 58), etc.
 
Crisóstomo, ut supra
Observa la exactitud de la Escritura; pues el Profeta no sólo expresó lo que fue repartido, sino que también lo que no lo fue; porque si bien dividieron los vestidos, echaron suertes sobre la túnica, que no quisieron dividir.
 
San Agustín, ut supra
Según San Mateo (27,35), repartieron sus vestidos, sorteándolos, queriendo dar a entender, que si bien los demás vestidos fueron repartidos, la túnica fue sorteada; y así es como dice San Lucas "Dividiéndose sus vestidos, echaron suertes" ( Lc 23,34). Habiéndolos, pues, dividido, llegaron a la túnica, de la cual hicieron sorteo, usando de la palabra suertes en plural, en igual del singular. También San Marcos presenta alguna diferencia, diciendo: "Los soldados echaron suertes sobre lo que a cada uno tocaría" ( Mc 15,24), como refiriéndose a todos los vestidos y no sólo sobre la túnica; pero esta brevedad con que habla, engendra oscuridad. Así, pues, se ha dicho: "Echando suertes sobre los vestidos", como si se dijese sorteándolos para dividirlos. Cuando dice: "Qué es lo que tocaría a cada uno", parece que se refiera, no sólo a la túnica, sino que también a todo lo demás, para saber quién se quedaría con la túnica que era indivisible. Esta división de los vestidos de nuestro Señor Jesucristo, en cuatro partes, figuraba su Iglesia extendida por las cuatro partes del mundo. Pero la túnica es la figura de la unidad de la cuatro partes, por el vínculo de la caridad. Pero si la caridad lleva más elevado vuelo, y es superior a la ciencia, y se sobrepone a todo precepto, según lo de San Pablo a los Colosenses: "Sobre todo esto, tened caridad" ( Col 3,14), con razón el vestido que la simboliza debe ser tejido de una sola pieza. Y añadió el Evangelista: "Toda ella", porque nadie debe ser extraño a la caridad del todo, que se llama Iglesia Católica. Es inconsútil (sin costuras), para que nunca se desuna, y tiende a la unidad, porque a todos reúne en un centro. En la suerte se ve la figura de la gracia de Dios, pues no la deciden los méritos de cada uno, sino el secreto juicio de Dios.
 
Crisóstomo, ut supra
Dicen algunos que la túnica sin costuras, tejida de una sola pieza de arriba abajo, es la alegoría de la humanidad del crucificado enlazada con la divinidad.
 
Teofilacto
O de otro modo: la túnica inconsútil, denota el cuerpo de Cristo concebido por el Espíritu Santo y el poder del Altísimo en la Virgen, siendo, por tanto, indivisible el cuerpo de Cristo; pues aunque a cada uno sea dado para que santifique a la vez su cuerpo y su alma, permanece, sin embargo, entero en todos. Y así como el mundo visible se compone de cuatro elementos, puede tomarse por vestidura de Cristo este mundo visible que los demonios se reparten entre ellos cuantas veces entregan a la muerte al Verbo de Dios que habita en nosotros, consiguiendo dividirnos por las falacias de este mundo.
 
San Agustín, ut supra
Ni se diga que estas cosas nada significan, porque son obra de los malos. ¿Pero qué diremos, de la misma cruz, hecha igualmente por los impíos? Y, sin embargo, ella significa, perfectamente, como dice el Apóstol, cuál sea su latitud, su longitud, su altura y su profundidad ( Ef 3,18): su latitud, respecto del madero trasversal, sobre el que se extienden las manos, significa las buenas obras de la más extensa caridad; la longitud de la cruz, desde el madero trasversal hasta la tierra, significa la perseverancia en la duración del tiempo; la altura de la cruz, desde el leño trasversal hasta arriba, significa el supremo fin a que deben dirigirse todas nuestras obras; y la profundidad de aquella parte que se oculta en la tierra significa el abismo de la gracia de Dios, de donde proceden todas nuestras buenas obras, que aparecen y se levantan hasta Dios. Pero aun cuando la cruz de Cristo no signifique más que aquello que dice el Apóstol a los de Galacia: "Los que son de Cristo, crucificaron su carne con sus pasiones y sus concupiscencias" ( Gál 5,24), ¡cuán grande bien es! Finalmente; ¿cuál es la enseña de Cristo, sino la cruz de Cristo? Este es el signo que los creyentes trazan en su frente, bien sea con el agua regeneradora del bautismo, o con el óleo santo del crisma o con el alimento del sacrificio, y sin el cual nada se perfecciona.
 
Teofilacto
Mientras los soldados se ocupaban de satisfacer su sórdida avaricia, Jesús cuidaba solícito de su Madre. Por eso dice: "En efecto, los soldados hicieron esto; estaban junto a la cruz de Jesús, su Madre", etc.
 
San Ambrosio, in epistolis
María, Madre del Señor, estaba ante la cruz de su Hijo. Nadie me enseñó esto, sino San Juan Evangelista. Otros describieron el trastorno del mundo en la pasión del Señor; el cielo cubierto de tinieblas, ocultándose el sol y el buen ladrón recibido en el Paraíso, después de su confesión piadosa. San Juan escribió lo que los otros se callaron, de cómo puesto en la cruz llamó Jesús a su Madre, y cómo considerado vencedor de la muerte, tributaba a su Madre los oficios de amor filial y daba el reino de los cielos. Pues si es piadoso perdonar al ladrón, mucho más lo es el homenaje de piedad con que con tanto afecto es honrada la Madre por el Hijo: "He aquí tu hijo". "He aquí a tu Madre". Cristo testaba desde la cruz y repartía entre su Madre y su discípulo los deberes de su cariño. Otorgaba el Señor, no sólo testamento público, sino también doméstico; y este testamento era refrendado por Juan. ¡Digno testimonio de tal testador! Rico testamento, no de dinero, sino de vida eterna; no escrito con tinta, sino con el espíritu de Dios vivo ( 2Cor 3) y pluma de lengua, que escribe velozmente ( Sal 44,2). Pero María se mostró a la altura de la dignidad que correspondía a la Madre de Cristo. Cuando huyeron los Apóstoles, estaba en pie ante la cruz, mirando las llagas de su Hijo, no como quien espera la muerte de su tesoro, sino la salvación del mundo. Y aun quizás porque conociendo la redención del mundo por la muerte de su Hijo, ella deseaba contribuir con algo a la redención universal, conformando su corazón con el del Salvador. Pero Jesús no necesitaba de auxiliadora para la redención de todos los que sin ayuda había conservado 12. Por eso dice: "He sido hecho hombre sin auxiliador, libre entre los muertos" ( Sal 87,5). Aceptó, en verdad, el afecto maternal, pero no buscó el auxilio ajeno. Imitad, madres piadosas, a ésta, que tan heroico ejemplo dio de amor maternal a su amantísimo Hijo único. Porque ni vosotras tendréis más cariñosos hijos, ni esperaba la Virgen el consuelo de poder tener otro.
 
San Jerónimo, contra Helvidium
La María que San Marcos y San Mateo llaman madre de Santiago y José, fue mujer de Alfeo y hermana de María, Madre del Señor, y es la que Juan designa en esta ocasión con el nombre de María Cleofé, bien sea por su padre o por razón de parentela o por cualquier otra causa. Pero si os parece que es otra, y así lo parezca, porque en otra parte se llame María, madre de Santiago el Menor, y aquí, María Cleofé, fijáos en la costumbre de las escrituras de llamar con diverso nombre a una misma persona.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 82
Y admira cómo el sexo débil de las mujeres, aparece aquí más varonil, firme junto a la cruz, cuando los discípulos huían.
 
San Agustín, De cons. evang. 3, 21
Si no fuera porque San Mateo y San Lucas nombraron a María Magdalena podríamos decir que unas estuvieron junto a la cruz y otras lejos, pues ninguno hace mención de la Madre del Señor, más que San Juan. Veamos, pues, cómo se ha de entender que la misma María Magdalena estuviese lejos con las demás mujeres, según dicen Mateo y Lucas, y estuviese al mismo tiempo junto a la cruz, como dice San Juan. Esto no puede conciliarse a menos que hubieran estado a tal distancia que pudiera decirse: junto a la cruz; o porque, en su presencia, prontamente podrían haberse acercado; o porque estaban lejos en comparación con la turba de soldados y jefes que estaban más cerca. Podemos también suponer que las que estaban cerca, con la Madre del Señor, comenzaron a marcharse después que Jesús la encomendó a su discípulo, para alejarse de la confusión de las turbas y ver de lejos lo demás que sucedió. Por ello los otros evangelistas, que las mencionan después de la muerte del Señor, recuerdan que estaban ya lejos. En fin, ¿en qué altera la veracidad del hecho el que unas mujeres fueran citadas a un tiempo por unos evangelistas, y a otro tiempo por otro evangelista?
 
Crisóstomo, ut supra
Habiendo estado presentes otras mujeres, no recuerda el Evangelista a otra sino a la Madre del Señor, dándonos a entender el respeto que debemos a las madres. Pues, así como no conviene que los parientes se enteren de las cosas espirituales, así también conviene darles conocimiento de ellas, prefiriéndola a los demás cuando no se hayan de oponer. Por eso dice: "Como viese Jesús a su Madre y al discípulo a quien amaba, dijo a su Madre: Mujer, he ahí a tu hijo".
 
Beda
El Evangelista se designa con la señal del amor no porque fuese él sólo, con exclusión de los otros discípulos amados del Salvador, sino por el privilegio de la castidad con que sobresalía de los demás, por cuanto fue amado con un afecto más familiar, siendo virgen desde su vocación y permaneciendo siempre.
 
Crisóstomo, ut supra
¡Con cuán alto honor honró al discípulo! Pero él se oculta con la moderación de su sabiduría; porque si hubiera querido vanagloriarse, hubiese expresado la causa por qué era amado, y es preciso convenir que el motivo era grande y admirable. Así es que Jesús nada más dijo a Juan, ni le consuela en su tristeza, porque no era el momento oportuno de hablar de consuelo. Pero no era poco distinguirle con tal honor, y como era conveniente procurar para su Madre, oprimida de dolor, alguno que le reemplazara (porque Jesús se iba), dejó este encargo al discípulo que amaba. Sigue: "Después dijo al discípulo: He ahí a tu madre".
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 119
Esta es, sin duda, aquella hora en la que, habiendo de convertir el agua en vino, había respondido Jesús a su Madre: "Mujer, ¿qué hay común entre ti y mí? aun no ha llegado mi hora" ( Jn 2,4). En aquella ocasión en que debía empezar a obrar milagros, no la reconoció como Madre de su divinidad, no siéndolo mas que de su débil humanidad 13, pero ahora que ya padece en su humanidad, honra con sentimiento humano a aquella, de la que había sido hecho hombre. Esta es una instrucción y ejemplo que nos da el buen Maestro, para enseñarnos los oficios de piedad que los hijos deben a sus padres, y así convirtió en cátedra de maestro la cruz en que estaba clavado.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
De este modo queda refutado el error de Marción. Si Jesucristo no fue engendrado según la carne, ni tuvo Madre, ¿por qué tanto esmero por su cuidado? Observa cuán tranquilamente dispone todas las cosas, en el momento de estar en la cruz, hablando a sus discípulos de su Madre, cumpliendo las profecías y prometiendo el cielo al buen ladrón. Antes de ser crucificado, se le ve temblar, pues entonces demostraba la debilidad de la naturaleza; pero ahora ostenta la grandeza de su poder. Así nos enseña, que si nos conturba la adversidad, no por eso desistamos. Y cuando hubiéramos entrado en la lucha, soportarlo todo como cosa fácil y ligera.
 
San Agustín, ut supra
Como proveía a su Madre, en cierto modo, de otro hijo por el que la dejaba, manifestó el motivo en las siguientes palabras: "Y desde aquella hora el discípulo la recibió como suya". ¿Pero en qué recibió Juan como suya a la Madre del Señor? ¿Acaso no era de los que habían dicho a Jesús: "He aquí que nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido" ( Mt 19,27)? La recibió, no por sus propiedades (pues nada tenía propio), sino en los cuidados que solícito la había de dispensar.
 
Beda
Hay otra versión que dice que el discípulo la recibió, no como algunos dicen como Madre suya, sino más propiamente para cuidar de ella.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 119
Padecía todo esto el que aparecía hombre, y lo disponía todo el que se ocultaba Dios. Por esto dice: "Después, sabiendo que todo se había consumado, a fin de que se cumpliera la Escritura", esto es, lo que había predicho la Escritura: "Y en mi sed me dieron a beber vinagre" ( Sal 68,22), dijo: "Tengo sed", como si dijera: Esto os falta hacer, dad lo que sois. Como que los judíos eran el vinagre, degenerado del vino de los patriarcas y profetas. Había, pues, allí, un vaso lleno de vinagre, como un corazón lleno de iniquidad de este mundo, a manera de esponja, llena de cavernosas y engañosas tortuosidades. Y sigue: "Y ellos, colocando una esponja empapada en vinagre alrededor de un hisopo, la aplicaron a su boca".
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
Pero ni a pesar de lo que estaban viendo, se aplacaban, sino que se encrudecían más, ofreciéndole para que bebiera la pócima de los condenados. Y por esta razón se valen de la vara del hisopo.
 
San Agustín, ut supra
El hisopo en que pusieron la esponja llena de vinagre, es un arbusto despreciable que purga el pecho y representa la humanidad de Cristo que nos purifica. Ni hay que buscar cómo pudieron aplicar la esponja a la boca de Jesús, que estaba elevado de tierra sobre la cruz; pues según dicen los otros evangelistas, y éste omitió, se valieron de una caña para elevar hasta la cruz la esponja con semejante bebida.
 
Teofilacto
Algunos llaman caña al hisopo, porque tiene unas ramas parecidas a la caña.
Sigue: "Como hubiese recibido Jesús el vinagre, dijo: Consumado es".
 
San Agustín, ut supra
¿Qué era esto, sino lo que estaba profetizado tanto tiempo antes?
 
Beda
Aquí puede preguntarse: ¿Por qué dice este evangelista: "Como hubiese tomado el vinagre", cuando dice otro: "No quiso beber" ( Mt 27,34)? Esto es fácil de resolver, porque no lo recibió para bebérselo, sino para que se cumpliera la Escritura.
 
San Agustín, ut supra
Y porque no convenía que quedase nada por cumplir antes de su muerte. Sigue: "E inclinada la cabeza, dio su espíritu". Concluidas todas las cosas que debían ejecutarse, esperaba como el que tenía poder para dejar su alma y volver a tomarla.
 
San Gregorio, Moralium, 11, 3
Aquí se dice espíritu en lugar del alma, porque si el Evangelista hubiera entendido por espíritu otra cosa diferente que el alma, saliendo el espíritu, el alma hubiera quedado.
 
Crisóstomo, ut supra
No inclinó la cabeza porque expiró, sino que cuando inclinó la cabeza, entonces expiró. Por cuya razón dijo el Evangelista que era el Señor de todas las cosas.
 
San Agustín, ut supra
¿Quién hay que pueda dormir cuando quiera, como Jesús murió cuando quiso? ¡Cuán terrible ha de ser su poder cuando juzgue, si tanto se manifiesta cuando muere!
 
Teofilacto
El Señor entregó su espíritu a Dios Padre, dándonos a entender que las almas de los Santos no permanecen en los sepulcros, sino que van a las manos del Padre de todos. Las de los pecadores son llevadas al lugar de las penas, esto es, al infierno.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
Como los judíos se tragaban un camello y hacían escrúpulo de un mosquito, después de consumar tan gran atentado discutían solícita y diligentemente lo que sigue: "Los judíos, pues, como era Pascua, a fin de que no permaneciesen los cuerpos en la cruz en el sábado", etc.
 
Beda
Parasceve (esto es preparación) era llamado el día sexto, porque en aquel día los israelitas preparaban dos comidas, pues era muy grande aquel día de sábado (por la solemnidad de la Pascua). "Rogaron, pues, a Pilato que les rompieran las piernas a los ajusticiados".
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 120
No con el objeto de quitarlos de la cruz, sino más bien para no horrorizar con este espectáculo de un suplicio prolongado en el día de fiesta.
 
Teofilacto
Así se mandaba en la Ley, que no se pusiera el sol estando un hombre en el suplicio, o porque no quisieran ser tenidos por verdugos y homicidas en día festivo.
 
Crisóstomo, ut supra
Observa cuán grande es el poder de la verdad, pues ellos mismos cuidan de que se cumpla la profecía. Por lo que sigue: "Vinieron, pues, los soldados y quebrantaron las piernas del primero y del otro crucificado con El; pero cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que un soldado abrió su costado con una lanza".
 
Teofilacto
Para complacer a los judíos, lancean a Cristo, ultrajando su cuerpo exánime; pero esta injuria se trocó en milagro, porque el manar sangre de un cuerpo muerto es milagro.
 
San Agustín, ut supra
Con mucha precaución se abstuvo el Evangelista de usar las palabras hirió su costado, o lo rasgó, sino abrió, a fin de que en cierto modo se franqueara la puerta por donde brotaron los sacramentos de la Iglesia, sin los cuales no se entra en la verdadera vida. Y sigue: "Y al instante salió sangre y agua". La sangre fue derramada por la remisión de los pecados, y el agua para suave bebida y purificación. Esto había sido prefigurado por la puerta que a Noé se le mandó abrir en el costado del arca para que entraran los animales que se habían de salvar del diluvio, en los que se simbolizaba la Iglesia. Por esta razón fue hecha la primera mujer del costado de Adán dormido, y este segundo Adán, inclinando la cabeza, durmió en la cruz, para que fuese formada su esposa y saliera de su costado durante su sueño. ¡Oh muerte que a los muertos resucitas! ¿Qué hay más puro que esta sangre? ¿Qué más saludable que esta herida?
 
Crisóstomo, ut supra
Como de aquí toman origen los sagrados misterios, cuando te acercares al tremendo cáliz, acércate como si fueras a beber del costado de Cristo.
 
Teofilacto
Avergüéncense los que en el sagrado sacrificio rehusan mezclar el agua con el vino, dando a entender que no creen que del lado de Cristo fluyó agua. Puede haber quien calumniosamente diga que algún resto de vida quedaría en el cuerpo de Cristo, y que por esto brotó sangre, pero el manar agua es una prueba irrefutable contra este argumento. Esta es la razón por qué el Evangelista añadió: "Y el que lo vio dio testimonio".
 
Crisóstomo, ut supra
Como si dijéramos: No lo oyó a otro, sino que lo vio por sí mismo y es verdadero su testimonio, lo que añadió con razón, contando la injuria hecha a Cristo y dando éste señal admirable para llamar la atención. También lo dijo para que enmudecieran los herejes, y para profetizar futuros misterios que se ocultaban bajo este tesoro.
Sigue: "Y él sabe que dice verdad, para que vosotros creáis".
 
San Agustín, ut supra
Lo dice quien lo vio, para que crea el que no lo vio. Dos testimonios cita de las Escrituras sobre estos acontecimientos; pues el que había dicho: "No quebraron a Jesús las piernas", añadió: "Esto sucedió para que se cumpliese la Escritura, que dice: No desmenuzaréis ninguno de sus huesos" ( Ex 12,46), etc. Este precepto había sido dado en la antigua Ley a aquellos que inmolaban el cordero, que fue la figura de la Pasión del Señor. Uno de los soldados abrió su costado con una lanza, y a esto se refiere el otro testimonio, que dice: "Y otro pasaje de la Escritura dice: ellos dirigieron su mirada al que atravesaron", cuyas palabras contienen la promesa de Cristo que había de ser crucificado en su propia carne.
 
San Jerónimo
Este testimonio está tomado de Zacarías ( Zac 12,10).
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
Creyendo José que se había calmado el furor de los judíos al ser crucificado Cristo, se acercó confiadamente para procurar su descendimiento de la cruz y su entierro. "Después de esto, José de Arimatea rogó a Pilato", etc.
 
Beda
Arimatea es la misma Rámatha, pueblo de Helcana y de Samuel. Providencialmente dispuso el cielo que fuera un justo el que mereciese recibir el cuerpo del Señor. Por eso se dice: "Por cuanto era discípulo de Jesús", etc.
 
Crisóstomo, ut supra
No de los doce, sino de los setenta; pero ¿cómo no se acercó ninguno de los doce? Si alguno alegaba como causa el temor a los judíos, también éste tenía la misma causa, y por eso dice que se ocultaba por temor a los judíos. Pero era muy noble y conocido de Pilato, por lo que consiguió la gracia que sigue: "Y dio permiso Pilato", y él le enterró, no como sentenciado, sino como personaje célebre. Sigue: "Vino, pues, y se llevó el cuerpo de Jesús".
 
San Agustín, De cons. Evang, 3, 22
En este postrer deber de sepultura se preocupa menos de los judíos que cuando solía guardarse de sus asechanzas para oír al Señor.
 
Beda
Aplacada generalmente la ira de los judíos, porque se alegraban de haber triunfado de Cristo, pidió su cuerpo, porque en ello no se veía la razón de discípulo, sino la caridad de cumplir con los oficios de sepultura, cosa que los hombres, buenos y malos, suelen hacer. Se le une también Nicodemo, y por eso sigue: "Nicodemo, el que había ido primeramente de noche a Jesús, vino también, trayendo una confección, como de cien libras, de mirra y de áloe"
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 120
La palabra primeramente no se refiere al hecho de haber llevado primero la mixtura de la mirra, pues no debe unirse a trayendo una confección, etc., sino que pertenece al verbo anterior: "el que había ido primeramente de noche a Jesús", lo cual refiere San Juan en los primeros capítulos de su Evangelio. Se entiende que, en aquella oportunidad, vino por primera vez y que después volvió a venir varias veces para hacerse discípulo de Cristo. Los aromas que llevaron son los más a propósito para preservar el mayor tiempo posible el cuerpo de la corrupción. Todavía consideraban a Jesús como simple hombre y, sin embargo, le demostraban tanto amor.
 
Beda
Es de notar que sería simplemente un ungüento, por no tener permiso para confeccionarlo de diferentes aromas.
Sigue: "Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús y lo vendaron", etc.
 
San Agustín, ut supra
Sobre esto advierte el Evangelista que debe respetarse la costumbre que en cada nación se observa respecto a la sepultura de los muertos. Era costumbre de aquella nación el embalsamar con varios aromas los cuerpos de los muertos, para conservarlos íntegros el mayor tiempo posible.
 
San Agustín, De cons. Evang, 3, 23
En esto no está San Juan en oposición con los demás Evangelistas, porque los que no hicieron mención de Nicodemo no afirmaron que el Señor fuese enterrado solamente por José de Arimatea. Aunque otros sólo hicieran mención de él diciendo que fue envuelto por José en una sábana, no quisieron dar a entender que Nicodemo no trajera otra, y resultará cierto lo que dice San Juan, que no fue envuelto en una sábana, sino en sábanas. Acerca del sudario y de las vendas con que todo el cuerpo estaba envuelto (porque todo era de lino), aun cuando hubiera sido una la sábana, pudo decirse con mucha verdad que fue envuelto en linos, porque generalmente así se llama lo que se teje de lino.
 
Beda
De aquí viene la costumbre de la Iglesia de consagrar el cuerpo de Jesús, no sobre telas de seda bordadas de oro, sino sobre sábana limpia.
 
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
Como urgía el tiempo (pues Cristo había muerto a la hora de nona y la tarde avanzaba mientras se hicieron las diligencias de obtener el permiso de Pilato y descender a Cristo de la cruz), por eso le colocaron en el sepulcro inmediato. Y así dice: "Había un huerto en el lugar donde fue crucificado, y en el huerto un sepulcro nuevo", lo que sucedió por disposición divina para que, no habiendo enterrado con El ningún otro cadáver, no pudiera suponerse que la resurrección sea de otro que Jesucristo.
 
San Agustín, in Ioannem, tract., 120
Así como en el seno de la Virgen María no fue concebido otro que Jesús, así en este sepulcro, ni antes ni después, fue enterrado nadie.
 
Teofilacto
Este sepulcro nuevo es una figura mística de que la sepultura de Jesús es nuestra restauración sobre las ruinas de la muerte y de la corrupción. Observad la gran pobreza con que el Señor fue enterrado, pues el que en su vida no tuvo casa, en su muerte es enterrado en sepulcro ajeno, cubriendo José su desnudez.
Sigue: "Allí, pues, porque era el tiempo de la Parasceve, pusieron a Jesús en aquel sepulcro, que estaba cerca".
 
San Agustín, ut supra
El Evangelista quiere dar a entender que se aceleró el acto de darle sepultura, a fin de que tuviese lugar antes de anochecer, desde cuyo momento no se habría obtenido permiso por la Parasceve (que los judíos llaman cena sencilla en términos latinos).
 
Crisóstomo, ut supra
El sepulcro estaba próximo para que los discípulos pudieran acercarse con facilidad y ser testigos de lo que ocurría, y para que también lo fueran hasta los mismos enemigos guardianes del sepulcro, a fin de que se comprobara la falsedad de la suposición de un robo.
 
Beda
En sentido místico el nombre José se interpreta Aumentado, por el aumento de las buenas obras, cuya práctica se nos aconseja para que merezcamos recibir dignamente el cuerpo del Señor.
 
Teofilacto
Ahora, pues, considera cuánto mortifica a Cristo el que es avaro con los pobres que padecen hambre. Sé tú, pues, también José y cubre la desnudez de Cristo, no una vez, sino con frecuencia, en el fondo de tu meditación. Cúbrela ungiéndole con la amargura de la mirra y aloe, considerando aquella sentencia que no puede ser más amarga: "Id, malditos, al fuego eterno" ( Mt 25,41).
 
Notas:
1.- El toponímico Kedrwn, es la transliteración griega del hebreo kidron, turbio, oscuro, sombrío. El nombre designa el torrente que atraviesa el valle que separa Jerusalén del monte de los Olivos, y también el valle mismo.
2.- El griego MalcoV, proviene del hebreo melek, rey.
3 .- El pretorio designa la residencia del gobernador romano de una provincia. Cuando el procurador romano atendía asuntos públicos en Jerusalén ocupaba, según parece, el palacio de Herodes. Allí estaría el pretorio. El palacio de Caifás dista unos 300 metros del palacio de Herodes.
4 .- El día 14 del mes de Nisán se realizaba el sacrificio del cordero, que era consumido en las primeras horas del día 15. Este día era propiamente el de la pascua, y comenzaba con él la fiesta de los ácimos, que duraba 7 días.
5 .- El nombre griego liqostrwton, enlosado, designaba el lugar que en arameo se conocía como gabbata, elevación. Algunos creen que habría estado situado cerca a la torre Antonia (ubicando también allí el pretorio), pero generalmente se considera que estaría ubicado en el palacio de Herodes, que quedaba en la parte alta de la ciudad.
6 .- Parasceve era el sexto día de la semana judía, y significa día de la preparación. En él se preparaba lo necesario para el sábado, en que no se podía trabajar.
7.- En griego, kranion, cráneo, que traduce el hebreo gólgota.
8.-Sobre el sepulcro de Adán se conocen dos tradiciones. La tradición judía afirmaba que estaba enterrado en Quiryat-Arbá (antiguo nombre de Hebrón), al lado de los patriarcas. Otra tradición afirmaba que luego del diluvio Sem enterró la cabeza de Adán en el monte Calvario.
9.- Se refiere al título: "Jesús Nazareno, Rey de los Judíos".
10.- Sacramentum.
11.- El olivo silvestre o acebuche es menos frondoso que el cultivado y su fruto, conocido como oliva acebuchina es más pequeña y menos sustanciosa que la aceituna del olivo cultivado. El pasaje de Romanos 11, 17, que sirve de trasfondo, permite una mayor intelección de la figura que usa San Agustín. El acebuche u olivo silvestre son los gentiles que llegan a la fe, y son injertados en el olivo cultivado, el Pueblo escogido, del que han sido desgajadas algunas ramas por su falta de fe.
12.- "El papel de María con relación a la Iglesia es inseparable de su unión con Cristo, deriva directamente de ella. 'Esta unión de la Madre con el Hijo en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte' (LG 57). Se manifiesta particularmente en la hora de su pasión" ( Catecismo de la Iglesia Católica, 964).
13.- El concilio de Efeso (431) enseña que "no nació primeramente un hombre vulgar de la santa Virgen, y luego descendió sobre El el Verbo; sino que unido desde el seno materno, se dice que se sometió a nacimiento carnal, como quien hace suyo el nacimiento de la propia carne... De esa manera (los padres) no tuvieron inconveniente en llamar madre de Dios a la santa Virgen".


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