viernes, 19 de julio de 2013

Domingo XVII (ciclo c) Catena Aurea

Lucas 11, 1-13
Y aconteció que estando Jesús orando en cierto lugar, cuando acabó le dijo uno de sus discípulos: "Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos". Y Jesús le respondió: "Cuando orareis, decid: Padre: santificado sea el tu nombre. Venga el tu reino. Danos hoy el pan nuestro de cada día. Y perdónanos nuestros pecados, así como nosotros perdonamos a todo el que nos debe. Y no nos dejes caer en la tentación".
 Les dijo también: "Si alguno de vosotros tuviere un amigo y fuese a él a media noche, a decirle: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío acaba de llegar de viaje a mi casa, y no tengo nada que darle; aunque aquél desde dentro le responda: No me molestes; ya está cerrada la puerta, y mis criados están como yo, acostados; no puedo levantarme a dártelos: si el otro porfía en llamar y más llamar, yo os aseguro que cuando no se levantase a dárselos por ser su amigo, a lo menos por librarse de su importunidad, se levantará al fin y le dará cuantos panes hubiere menester".
Así os digo yo: "Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo aquél que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama se le abrirá. Que si entre vosotros un hijo pide pan a su padre, ¿le dará acaso una piedra? ¿O si pide un pez, por ventura le dará una sierpe en lugar del pez? ¿O si un huevo, por ventura le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos como sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará espíritu bueno a los que lo piden?"

Beda
Después de la historia de las hermanas que significaron las dos vidas de la Iglesia, se escribe, no sin misterio, que Jesús oró y enseñó a orar a sus discípulos, pues la oración que enseñó encierra en sí el misterio de ambas vidas y la perfección de estas vidas no puede obtenerse por nuestras propias fuerzas, sino por nuestras oraciones; por esto se dice: "Y un día estando Jesús orando en cierto lugar", etc.

San Cirilo, in Cat. grac. Patr
Siendo así que Jesucristo encierra en sí la plenitud de todo lo bueno ¿por qué ora si es perfecto y de nada necesita? A esto respondemos, que, conforme a su encarnación, puesto que así lo había querido, debía cumplir en su tiempo conveniente las cosas humanas. Si comió y bebió, no era impropia de El tampoco la oración; lo hizo para enseñarnos a que no fuéramos perezosos respecto de ella, sino que la ejercitáramos con toda atención.

Tito Bostrense, in Matth
Cuando los discípulos vieron una doctrina nueva, pidieron un nuevo modo de orar, siendo así que se conocían muchas oraciones en el Antiguo Testamento. De aquí prosigue: "Acabada la oración, le dijo uno de sus discípulos; Señor, enséñanos a orar", no sea que pequemos contra Dios pidiendo unas cosas por otras, u orando de una forma que no sea conveniente.

Orígenes, in Cat. graec. Patr
Y para explicar mejor la doctrina de la oración, porque pedía esto, añade: "Como también Juan enseñó a sus discípulos". Acerca de él nos has enseñado que entre los nacidos de mujer, no se conoce otro mayor. Además y porque nos has mandado pedir cosas grandes y eternas, ¿cómo podremos llegar a conocerlas entonces sino por ti que eres nuestro Dios y Salvador?

San Gregorio Niceno, in Orat. dom. serm. 1
Explica a sus discípulos la doctrina de la oración, puesto que ellos le piden con insistencia que se la enseñe, manifestándoles cómo deben implorar a Dios para ser oídos.

San Basilio, in Constitut. monast., cap. 1
Hay dos modos de orar: uno de alabanza con humildad, y otro de petición, que es menos elevado. Siempre que ores no empieces desde luego pidiendo; porque entonces harás aparecer tu afecto como culpable, acudiendo a Dios como obligado por la necesidad. Así, cuando empieces a orar, prescinde de toda criatura visible e invisible, y empieza por alabar a Aquel que ha creado todas las cosas. Por esto añade: "Y Jesús les respondió: Cuando os pongáis a orar, habéis de decir: Padre", etc.
 
San Agustín, De verb. Dom. serm. 27
¡Cuánta gracia encierra esta primera palabra! No te atrevías a levantar la vista al cielo y de pronto recibes la gracia de Cristo. De un mal siervo te has convertido en un buen hijo; y esto, no por tu propia virtud, sino por la gracia de Jesucristo. Y aquí no hay arrogancia, sino fe; hacer público lo que has recibido no es soberbia, sino devoción. Por tanto, levanta tus ojos al Padre, que te engendró por el bautismo y te redimió por medio de su Hijo. Llámalo Padre, puesto que eres su hijo, pero no quieras atribuirte nada de esto: solamente Dios es Padre de Jesucristo en particular; respecto de nosotros es Padre en común, porque sólo ha engendrado a Jesucristo y a nosotros nos ha creado. Y por tanto, dice San Mateo (6,9): "Padre nuestro", y añade: "que estás en los cielos"; esto es, en aquellos cielos de quienes dice el salmista ( Sal 18,2): "Los cielos publican la gloria de Dios"; el cielo está en donde ya no hay culpa y donde no hay ningún temor de muerte.

Teofilacto
No dice que estás en los cielos, como si estuviera circunscrito a ellos; sino para elevar al que lo oye hasta los cielos y para separarlo de las cosas terrenas.
 
San Gregorio Niceno, in Orat. dom., serm. 2
Observa cuánta preparación se necesita para poder decir a Dios: Padre. Porque si diriges tu vista a las cosas mundanas, o ambicionas la gloria humana, o sirves el apetito de tus pasiones, pronunciando esta oración, me parece oír decir a Dios: Si llamas Padre al autor de la santidad, cuando tú observas una vida depravada, manchas con tu voz inmunda su nombre incorruptible. Porque el que ha mandado llamarlo Padre no consiente la mentira. El principio de todas las buenas obras está, pues, en glorificar el nombre de Dios en esta vida. Por esto añade: "Santificado sea el tu nombre". Porque ¿quién es tan insensato que, viendo una vida pura en los que creen, no glorifica el nombre invocado en esa vida? Por tanto, el que dice en la oración: Sea santificado en mí tu nombre que invoco, ora de esta manera: Justifíqueme yo con tu auxilio absteniéndome de todo lo malo.

Crisóstomo, hom. 18 in Ep. 1 ad Cor
Así como el que observa la hermosura del cielo, dice: Gloria a ti, Señor; así también cuando se observa la virtud de alguno, glorifica a Dios, porque la virtud del hombre lo glorifica mucho más que el cielo.

San Agustín, De verb. Dom., serm. 27
También se dice: "Santificado sea tu nombre", esto es, en nosotros, para que su santificación pueda venir a nosotros.

Tito Bostrense, in Matth
Santificado sea tu nombre, esto es, sea conocida tu santidad en todo el mundo, y te alaba dignamente, porque alabarte es de justos ( Sal 32,1). Mandó, pues, orar por la santificación de todo el mundo.

San Cirilo, in Cat. grac. Patr
Porque entre aquellos que todavía no conocen la fe, es menospreciado el nombre de Dios; pero cuando brille sobre ellos la luz de la verdad, confesarán que El es el santo de los santos.

Tito Bostrense, ubi sup
Y como la gloria de Dios Padre está en el nombre de Jesús, entonces, cuando sea conocido Jesucristo, será santificado el nombre del Padre.

Orígenes, in Cat. graec. Patr
O también como los idólatras o los infieles dan el nombre de Dios a las plantas y a las criaturas, todavía no ha sido santificado; para que sea separado de aquellos ídolos con que está confundido. Nos enseña, pues, a orar, para que el nombre de Dios se dé al sólo verdadero Dios, con lo cual concuerda lo que sigue: "Venga a nos el tu reino"; para que el principado y el poder y la seducción y el reino de este mundo sean desterrados, y, sobre todo, el pecado, que reina en nuestros cuerpos mortales.

San Gregorio Niceno, ubi sup
También pedimos a Dios que nos libre de la corrupción y nos preserve de la muerte. También, según otros, "venga a nosotros tu reino", quiere decir venga el Espíritu Santo sobre nosotros para que nos purifique.

San Agustín, De verb. Dom., serm. 28
El Reino de Dios viene cuando alcanzamos gracia; porque El mismo dice ( Lc 17,21): "El reino de Dios está dentro de vosotros".

San Cirilo, ubi sup
Y los que dicen esto, parece que desean que el Salvador de todos vuelva como Juez a este mundo. Mandó pedir en la oración aquel tiempo verdaderamente terrible, para que sepamos que nos conviene vivir no de una manera tibia e indiferente que entonces nos atraiga el fuego y la venganza, sino más honestamente, según su voluntad, para que aquel tiempo nos depare coronas. Por esto, según San Mateo, prosigue ( Mt 6,19): "Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo".

Crisóstomo
Como diciendo: Permítenos que imitemos la vida del cielo, en cuanto a que nosotros queramos también lo que tú deseas.

San Gregorio Niceno, in Orat. dom., serm. 4
Puesto que dice que la vida humana ha de ser semejante después de la resurrección a la de los ángeles, es consiguiente que debe disponerse de tal modo nuestra vida en este mundo, que esté conforme con la que esperamos en el otro, no viviendo carnalmente los que vivimos en la carne. Por esto, el verdadero médico de nuestra alma combate la naturaleza de la enfermedad, para que aquéllos a quienes invadió, porque se habían separado de la voluntad divina, unidos a ésta queden libres de aquélla; pues la salud del alma consiste en el cumplimiento de la voluntad de Dios.

San Agustín, In Enchirid., cap. 25 et 116
La oración dominical contiene siete peticiones, según el evangelista San Mateo; pero el evangelista San Lucas no pone siete peticiones, sino cinco; y no difiere del primero, sin embargo, sino en que aquellas siete peticiones las comprende en estas cinco, en obsequio a la brevedad. En efecto, el nombre de Dios es santificado por medio del Espíritu Santo y el Reino de Dios vendrá en la resurrección. Manifestando, pues, San Lucas, que la tercera petición es como una repetición de las dos primeras, quiso hacernos comprender mejor omitiéndola; y en seguida añadió las otras tres, hablando primero del pan cotidiano, y diciendo: "El pan nuestro de cada día dánosle hoy".

San Agustín, De verb. Dom., serm. 28
En el texto griego se dice epioúsion, esto es, sobre toda sustancia. No es éste el pan que alimenta el cuerpo, sino aquel pan de vida eterna que fortalece la sustancia de nuestra alma. El latino llama, pues, cotidiano al que el griego llama pan que ha de venir 1. Si este pan es cotidiano ¿por qué se le toma al cabo del año como acostumbraban a hacerlo los griegos de oriente? Toma todos los días lo que todos los días aprovecha, y vive de tal modo, que todos los días merezcas recibirlo. La muerte del Señor significa la remisión de los pecados. El que tiene una herida busca el remedio de ella; estamos heridos los que vivimos en el pecado; y la medicina es el Sacramento celestial y venerable. Si todos los días lo recibes, todos los días son hoy para ti. Jesucristo resucita para ti todos los días; luego hoy es cuando Jesucristo resucita.

Tito Bostrense, in Matth
O el pan de las almas es la virtud divina, que trae sobre ellas la vida eterna del mismo modo que el pan que nace de la tierra conserva la vida temporal. Llamándolo, pues, cotidiano, significó el pan divino que ha venido y el que ha de venir; significó el pan que rogamos nos conceda hoy, pidiendo, digámoslo así, su principio y su sabor. Este se nos concede cuando el Espíritu, habitando en nosotros, produce una virtud que aventaja a toda virtud humana, como la castidad, la humildad, etc.

San Cirilo
Creen algunos que los justos no deben pedir a Dios gracias materiales, por cuya razón explican estas palabras en sentido espiritual. Yo concedo que los justos se esfuercen especialmente en obtener los dones espirituales; sin embargo, también es conveniente no olvidar el pan ordinario, que podemos pedir sin faltar en nada, conforme a la enseñanza de Dios. Por la misma razón de que mandó pedir el pan (esto es, el alimento cotidiano), parece querer que no tengamos nada, sino que practiquemos más bien una pobreza humilde; porque no son los ricos los que piden el pan, sino los oprimidos por la indigencia.

San Basilio, in Regulis brevioribus, ad interrogat. 252
Como diciendo: El pan cotidiano (es decir, el que corresponde a la vida diaria de nuestra substancia), no es en el que debes confiar, sino en Dios, que lo produce, haciéndolo presente a la necesidad de tu naturaleza.

Crisóstomo, in Matthaem hom 24
Deben pedirse a Dios las cosas necesarias para la vida, no las variedades de alimentos, ni los vinos aromáticos, ni las demás cosas que agradan al paladar, cargan el estómago y perturban la inteligencia; sino el pan que puede alimentar nuestro cuerpo, es decir, el que nos basta sólo para hoy, con el fin de que no pensemos en el de mañana. Sólo debemos, pues, fijarnos en una sola petición sensible, la de que no seamos afligidos en el presente.

San Gregorio Niceno, in Orat. dom., serm 5
Después que nos ha enseñado a tener confianza por nuestras buenas obras, nos enseña a implorar el perdón de nuestros pecados; por ello sigue: "Y perdónanos nuestros pecados".

Tito Bostrense, in Matth
Es necesario esto que se añade, porque, no existiendo nadie sin pecados, no nos privemos de la participación de los beneficios divinos por los pecados humanos. Así pues, al ofrecer, como debemos, a Cristo, quien hace que el Espíritu Santo habite en nosotros, la santidad perfecta, habremos de reprendernos si no hemos conservado la pureza de su templo. Este defecto se enmienda por la bondad de Dios, perdonando a la humana debilidad el castigo de sus pecados. Esto se hace con toda justicia por el Dios justo, cuando nosotros perdonamos a nuestros deudores; esto es, a los que nos han ofendido y confiesan su deuda. Por esto se añade: "Así como nosotros perdonamos a nuestros deudores".

San Cirilo
Quiere, pues, (si así puede decirse) que Dios imite a los hombres en la paciencia, para que del mismo modo que ellos se porten con sus semejantes, pidan ser tratados en igual balanza por Dios, que recompensa con justicia y es misericordioso con todos.

Crisóstomo, ut sup., in Cat. graec. Patr
Conociendo nosotros esto, debemos dar gracias a nuestros deudores; porque son para nosotros (si sabemos conocerlo así) la causa de nuestro mayor perdón. Además dando poco alcanzamos mucho; porque nosotros debemos muchas y grandes deudas a Dios y seríamos perdidos si nos pidiese una pequeña parte de ellas.
 
San Agustín, De verb. Dom., serm. 28
¿Cuál es nuestra deuda sino el pecado? Luego, si no hubieras recibido nada, no deberías al que te prestó; por tanto, eres pecador, porque tuviste dinero, con el que has nacido rico, hecho a imagen y semejanza de Dios, pero perdiste lo que tenías. Así, mientras deseas conservar tu orgullo, pierdes el tesoro de la humildad y recibiste del demonio la deuda que no era necesaria; el enemigo tenía tu resguardo, pero el Señor lo crucificó, y lo borró con su sangre. Puede el Señor defendernos contra las asechanzas del enemigo, que engendra la culpa, puesto que perdonó el pecado y pagó nuestras deudas. Por esto sigue: "Y no nos dejes caer en la tentación"; esta es, la tentación que no podemos vencer; pero quiere que, como atletas, suframos la tentación que la condición humana pueda resistir.

Tito Bostrense, in Matth
Es imposible que dejemos de ser tentados por el demonio y por esto pedimos a Dios que no nos deje caer en la tentación. En la Escritura se dice que Dios hace lo que en realidad El sólo permite. Y según esto, si no prohíbe el ímpetu de la tentación que viene sobre nosotros, entonces nos deja caer en ella 2.
  
San Máximo, in Cat. graec. Patr
O bien manda Dios que pidamos: "Que no nos dejes caer en la tentación", esto es, que no permita que suframos la prueba de las tentaciones voluptuosas y espontáneas. Santiago nos enseña que los que pelean en defensa de la verdad no son culpables en las tentaciones involuntarias y que son causa de nuestros trabajos. Dice lo siguiente ( Stgo 1,2): "Hermanos míos, juzgad como un gran bien el sufrir varias tentaciones".

San Basilio, in Regul. brevior., ad interrogat. 224
No conviene, sin embargo, que nosotros pidamos en la oración penas corporales. En general, Jesucristo mandó que orásemos para que no cayésemos en la tentación; pero cuando alguno se ve en ella, conviene que pida a Dios la virtud de resistirla, para que se cumpla en nosotros lo que dice San Mateo (10,22): "El que persevera hasta el fin, se salvará".

San Agustín, in Enchirid., cap. 116
Pero este evangelista no ha puesto lo que al final dice San Mateo; a saber (6,13): "Mas líbranos de mal". Esto para que comprendamos que se refiere a lo que antes se ha dicho respecto de la tentación. Por esto dice: "Mas líbranos", y no dice: "Y líbranos" demostrando que es una petición; no quieras esto, sino esto; en lo cual debe entenderse que en las palabras quedar libre de todo mal, se incluye el quedar libre de la tentación.

San Agustín De verb. Dom. serm. 28
Cada uno pide ser librado del mal (esto es, del demonio y del pecado); pero el que confía en Dios, no teme al pecado. Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? ( Rom 8,31).

San Cirilo, in Cat. graec. Patr
Había enseñado a petición de sus apóstoles cómo conviene orar. Pero podía suceder que los que recibían esta saludable enseñanza hiciesen sus preces, según la forma prescrita, mas con negligencia y descuido; y después, si no eran oídos a la primera o la segunda oración, dejasen de orar. A fin, pues, de que tal cosa no nos suceda, nos manifiesta en una parábola que la pusilanimidad es perjudicial en las oraciones, siendo muy conveniente esperar con paciencia en ellas. Por esto dice: "Les dijo también: Si alguno de vosotros tuviere un amigo".

Teofilacto
Este amigo es Dios que a todos ama y desea la salvación de todos.

San Ambrosio
¿Quién es más amigo nuestro que aquel que ha entregado su cuerpo por nosotros? Aquí se nos da a conocer otro precepto, es decir, que oremos en todo momento (no sólo durante el día sino también de noche). Sigue pues: "Y le irá a él a media noche". Como pidió David cuando decía ( Sal 118,62): "Me levantaba a media noche a tributarte gracias". Y no temió que se despertase del sueño, porque sabe que siempre está despierto; pues si aquél tan santo y que estaba ocupado en las cosas del reino, alababa al Señor siete veces al día (según se nos dice en el mismo salmo 118), ¿qué debemos hacer nosotros? ¿No debemos orar tanto más, cuanto que con tanta facilidad pecamos por la fragilidad de nuestro cuerpo y de nuestro espíritu? Si amas al Señor tu Dios, no sólo puedes merecer para ti, sino también para los demás. Sigue, pues: "Y le dirá: amigo, préstame tres panes", etc.

San Agustín, De verb. Dom., serm. 29
¿Qué son estos tres panes, sino el alimento del misterio divino? Puede suceder que no pueda alguno responder a la petición de un amigo, pues no tiene lo que está obligado a darle. Sucede con frecuencia que viene a nosotros un amigo nuestro de camino, esto es, de la vida del siglo; aquel camino en que todos pasan como peregrinos y ninguno permanece como poseedor, porque se dicen a todo hombre: "Pasa, y deja lugar al que ha de venir" ( Eclo 29,33 Vulg.). También puede suceder que venga fatigado del mal camino (esto es, de la mala vida) un amigo, que todavía no ha encontrado la verdad, la cual, una vez oída y recibida, se convierta y te diga como a cristiano: "Instrúyeme". Y acaso te pregunte lo que tú ignores por la sencillez de tu fe y no puedas satisfacer su deseo; entonces te verás obligado a buscar en los libros del Señor. Acaso lo que te pregunta se encuentra en el libro, pero no de un modo claro. No dejarías entonces de consultar a San Pablo o San Pedro, o alguno de los profetas; pero ya descansa esta familia con este su Señor y es grande la ignorancia de este siglo, ésta es la media noche; e insta el sediento amigo, a quien no basta ya la fe sencilla. ¿Acaso será preciso abandonarlo? Acude, pues, al mismo Dios por medio de la oración, con el cual descansa la familia. De quien se dice: "El que está adentro responde: no me seas molesto". El que tarda en dar, quiere excitar más tu deseo con la tardanza, para que no parezca de poco mérito lo que da.

San Basilio, in Const. monast., cap. 1, versus finem
Acaso lo difiere con el fin de que, repitiendo con asiduidad y frecuencia tu plegaria, conozcas lo que es la casa de Dios y conserves con celo las gracias concedidas. Todo lo que se adquiere con mucho trabajo se conserva con grande empeño puesto que si se pierde se hace infructuoso el trabajo que ha costado.

Glosa
No se quita con esto la libertad de impetrar, sino que se enciende más el deseo de orar, una vez conocida la dificultad de alcanzar lo que se pide. Sigue pues: "Ya está cerrada la puerta".

San Ambrosio
Esta es la puerta que también pide San Pablo se le abra ( Col 4), no sólo orando él, sino suplicando al pueblo que lo ayude en sus oraciones; pide así a fin de que se le abra la puerta de la palabra para anunciar el misterio de Cristo. Y acaso esta puerta es aquella que vio abierta San Juan, a quien se le dijo ( Ap 4): "Sube aquí y te manifestaré lo que conviene hacerse".

San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2,21
En esto se da a entender el tiempo en que se tiene hambre de la divina palabra cuando se oscurece la inteligencia, y cuando los que reparten la sabiduría evangélica como el pan, predicando por todo el orbe, están ya en reposo misterioso con el Señor. Y esto es lo que añade: "Y los muchachos están como yo en la cama".

San Gregorio Niceno
Llama muy oportunamente muchachos a aquellos que han alcanzado la impasibilidad por medio de las armas de la justicia, enseñando que el bien que adquirimos por medio del fervor, lo teníamos desde el principio en nuestra naturaleza. Porque cuando alguno, renunciando a la carne, combate con el ejercicio de una vida virtuosa la pasión por la razón, se hace como un niño insensible respecto de las pasiones. El lecho es el descanso del Salvador.

Glosa
Y en seguida añade: "No puedo levantarme a dártelos", lo cual se refiere a la dificultad de conseguir.

San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2, quaest. 21
O de otro modo: el amigo a quien se viene a la media noche para que nos dé tres panes, también se pone como un símil de aquel que, cuando se encuentra en alguna tribulación, pide a Dios le conceda conocer el misterio de la Santísima Trinidad para consolarse en las penas de la vida presente. Porque la tribulación es como la media noche, en la que es preciso instar mucho para conseguir los tres panes; y en éstos se representa también que la Trinidad es de una sola sustancia. El amigo que viene de camino es el apetito del hombre que debe servir a la razón, pues servía a las cosas temporales, a las que llama camino -porque todas son pasajeras, siendo así que se aparta de ellas aquel apetito por la conversión del hombre a Dios-. Pero si no consuela interiormente la alegría de la doctrina espiritual en que se anuncia la Trinidad del Creador, experimenta grandes aflicciones el hombre, a quien oprime una pena mortal. Así sucede cuando se le manda prescindir de las cosas que le agradan en el exterior e interiormente no pueden saciarse con la alegría de la doctrina espiritual. Y sin embargo, rogando y deseando recibe del Señor la inteligencia, aunque no tenga hombre que le anuncie la sabiduría. Sigue pues: "Y si el otro porfía", etc. Esta comparación es inferior a la realidad, porque si el hombre amigo se levanta de su lecho y da, no impulsado por la amistad, sino por el fastidio, ¿cuánto más da Dios, que sin fastidio da con largueza lo que se le pide?

San Agustín, De verb. Dom., serm. 29
Cuando obtengas, pues, los tres panes (esto es, el alimento y la inteligencia de la Trinidad), tendrás para alimentarte tú y para dar a los demás. No temas, no ceses, porque aquel pan no concluirá y tu indigencia sí. Aprende y enseña; aliméntate y alimenta a los demás.

Teofilacto
O bien, la media noche representa el fin de la vida en el que muchos llegan a Dios; y el ángel es el amigo que recibe el alma. También puede entenderse por media noche lo profundo de las tentaciones en que se encuentra aquel que pide a Dios tres panes; esto es, la necesidad del cuerpo, del alma y del espíritu, para que no peligremos en las tentaciones. El amigo que viene de camino es el mismo Dios, quien prueba por medio de las tentaciones, y a quien no tiene qué ofrecer el que cae en ellas. Respecto a lo que dice: "Y está cerrada la puerta", debe entenderse que nos enseña a estar preparados antes de las tentaciones; porque después que caemos en ellas, se cierra la puerta de la preparación; y hallándonos desprevenidos, si Dios no nos ayuda, peligramos.

San Agustín, De verb. Dom., serm. 29
Después de esta parábola, el Señor añadió una exhortación y nos estimuló en extremo a buscar, a pedir y a llamar, hasta que recibamos lo que pedimos. Por esto dice: "Así os digo yo: pedid y se os dará".

San Cirilo, in Cat. graec. Patr
Las palabras "así os digo", tienen fuerza de juramento, porque Dios no miente. Siempre que afirma a sus oyentes alguna cosa con juramento, manifiesta la pequeñez inexcusable de nuestra fe.

Crisóstomo, homil. 34, in Matth
Por petición da a entender la oración; por buscar, el celo y la solicitud; por lo que añade: "Buscad y encontraréis". Las cosas que se buscan exigen mucho cuidado, principalmente lo que está en Dios, porque son muchas las cosas que dificultan nuestro sentido. Así como buscamos el oro perdido, así debemos buscar a Dios con solicitud. Manifiesta también que aunque no abra la puerta inmediatamente, debe esperare sin embargo; por esto añade: "Llamad y se os abrirá". Porque si continúas pidiendo, recibirás sin duda. Por esto está cerrada la puerta, para obligarte a que llames; por ello no contesta afirmativamente en seguida, para que pidas encarecidamente.

Griego, id est, Severus Antiochenus, in Cat. graec. Patr
O bien, al decir llamad, da a entender acaso que se pida acompañando la palabra con las obras; porque se llama con la mano, que es el signo de la buena obra. Estas tres cosas también pueden entenderse de otro modo: el principio de la virtud es pedir que se nos dé a conocer el camino de la verdad; el segundo consiste en buscar de qué modo conviene pasar por el camino; el tercero, que cuando se han obtenido las virtudes, se llame a la puerta para entrar en un conocimiento amplio. Todas estas cosas las adquiere el que ora. O bien, pedir es ciertamente orar; buscar es hacer buenas obras en armonía con la oración; llamar a la puerta es perseverar en la oración y no desistir.

San Agustín, De verb. Dom, serm. 29
No nos invitaría tanto a que pidiésemos si no quisiera darnos. Avergüéncese la pereza humana; más quiere dar el Señor, que nosotros recibir.

San Ambrosio
El que promete algo debe infundir esperanza de cumplir lo prometido, para que se obedezcan sus mandatos y se tenga fe en sus promesas; por tanto, añade: "Porque todo aquel que pide recibe", etc.

Orígenes, in Cat. graec. Patr
Alguno preguntará por qué muchos que oran no son oídos. A ello debe contestarse que todo aquel que llega a pedir con recta intención, no omitiendo nada de lo que pueda contribuir a obtener lo que pide, recibirá sin duda lo que ha pedido en su ruego. Pero si alguno separa su intención del ruego justo, no pide como debe y entonces puede decirse que no pide. Por lo cual, aunque no reciba, no queda defraudado en lo ofrecido; puesto que el Maestro dice: "Todo el que viene a mí alcanzará la ciencia", y con ir al Maestro recibimos realmente la ciencia de practicar sus enseñanzas con fervor y diligencia; por esto dice Santiago ( Stgo 4,3): "Pedís, y no recibís, porque pedís mal"; esto es, a causa de vuestras vanas pasiones. Pero se dirá: Algunos piden tener conocimiento de Dios y recobrar las virtudes, y sin embargo, no lo consiguen. A esto se debe responder que no piden el bien por lo que es en sí, sino porque esperan hacerse recomendables por él.

San Basilio, in Const., cap. 1
Si alguno con torpeza se abandona a sus deseos y, traicionándose a sí mismo se entrega en manos de sus enemigos, Dios no lo ayuda ni lo oye, porque se ha separado de Dios por el pecado. Conviene, pues, sacrificar todo lo que a cada uno interesa y pedir a Dios su auxilio. Debe implorarse el auxilio divino no con tibieza, ni con la mente distraída, porque así no sólo no se alcanza lo que se pide, sino que se irrita más al Señor. Porque si cuando alguno está delante de un príncipe procura no distraerse ni faltar por temor al castigo, ¿cuánto más atento y temeroso debes estar delante de Dios? Mas si debilitado por el pecado no puedes orar con atención, haz todo lo que puedas para dirigir tu pensamiento a Dios, recordando que lo tienes presente. Dios te perdonará porque no puedes estar en su presencia con la atención debida, no por tu negligencia, sino por tu fragilidad. Si de este modo luchas contigo mismo, no dejes la oración hasta que alcances lo que pides. Por tanto, cuando pides y no recibes, es porque pides mal, o sin fe, o con ligereza, o lo que no te conviene, o porque te cansas. Con frecuencia dicen algunos: ¿por qué oramos?, ¿acaso ignora Dios lo que necesitamos? Lo conoce, en verdad, y nos concede las cosas espirituales con profusión y antes que las pidamos. Pero conviene que deseemos desde luego las obras virtuosas y el Reino de los Cielos, buscándolo con este deseo, usando de toda nuestra fe y paciencia, y no arguyéndonos la conciencia de ninguna falta.

San Ambrosio
De este modo el precepto de orar con frecuencia lleva consigo la esperanza de conseguir lo que se pide. El precepto es la primera razón de la persuasión y después el ejemplo; lo cual manifiesta añadiendo: "Que si entre vosotros un hijo pide pan a su padre ¿le dará acaso una piedra?", etc.

San Cirilo, in Cat. graec. Patr
En este ejemplo el Salvador nos da a conocer qué es lo que necesitamos. Muchas veces sucede que, sin pensar en ello (y empujados por el ímpetu de las pasiones), caemos en deseos perjudiciales. Cuando pedimos, pues, a Dios algo semejante, nunca lo alcanzaremos; y para demostrarlo usa un ejemplo patente que ocurre con frecuencia entre nosotros. Es decir, cuando tu hijo te pide pan se lo concedes con gusto, porque pide un alimento conveniente; pero cuando por falta de inteligencia pide una piedra para comer, no solamente no se la das, sino que le prohíbes como perjudicial hasta el deseo de ella. Este es el sentido del pasaje; que si entre vosotros un hijo pide pan a su padre (pan que el padre le da) ¿le daría acaso una piedra (aún cuando se la pida)? En el mismo sentido debemos entender lo de la serpiente y del pez, cuando dice: "O si pide un pez, ¿por ventura le dará una serpiente en lugar del pez?". Igualmente lo del huevo y del escorpión, que añade en estas palabras: "O si pide un huevo ¿por ventura le dará un escorpión?".

Orígenes, in Cat. graec. Patr
Observa si el pan es el alimento de tu alma en el pensamiento, sin el cual no es posible salvarse, es decir, sin una vida virtuosa; el pez es el amor de la ciencia, o sea el conocimiento de la constitución del mundo, el efecto de los elementos y todo lo que la sabiduría enseña. Así Dios nunca en vez de pan da una piedra, como el demonio quería que Jesucristo comiese; ni en vez de un pez da una serpiente, que es alimento de los etíopes, indignos de comer peces; ni tampoco da en vez de un alimento nutritivo y útil manjares no comestibles y dañosos, que es lo que se refiere al escorpión y al huevo.

San Agustín, De quaest. Evang., lib. 2, v. 22
Por pan se entiende la caridad, el más deseable y necesario bien, que sin él para nada aprovecha lo demás, así como una mesa sin pan parece pobre. A esta se le contrapone la dureza del corazón, a la que comparó con la piedra. En el pez se entiende la fe de las cosas invisibles, a causa del agua del bautismo, o porque es en lugares invisibles donde se pesca. Puede compararse con razón la fe al pez, cuando resiste al embate de las olas de este mundo que la rodean; y en oposición cita a la serpiente, por el veneno de su falacia que inoculó en el primer hombre, aconsejándole el mal. En el huevo se entiende la esperanza, porque el huevo no es todavía un feto perfecto, pero por su incubación se espera; y en contraposición cita al escorpión, cuya cola envenenada es sumamente temible. Así lo contrario de la esperanza es mirar atrás, porque lo futuro, objeto de la esperanza, se encuentra siempre delante.

San Agustín, De verb. Dom., serm. 29
¿De cuántas cosas te habla el mundo y cuánto ruido hace detrás de ti para que vuelvas la cabeza? ¡Oh mundo inmundo! ¿Por qué ese ruido? ¿Por qué quieres hacernos volver atrás? Quieres detener, siendo tu perecedero. ¿Qué harías si fueras durable? ¿A quién no engañarías siendo dulce, puesto que engañas con alimento amargo?

San Cirilo, ubi sup
Después de este ejemplo concluye: "Pues si vosotros siendo malos"; esto es, teniendo un alma predispuesta a la maldad, no conforme ni fija en el bien, como Dios desea.

Beda
O bien, llama malos a los que aman las cosas del mundo, que dan lo que consideran bueno según su modo de entender, y que son buenas, en efecto, por su naturaleza y para el uso de esta frágil vida. Por esto añade: "Sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos". Los apóstoles que, en virtud de su elección, se sobrepusieron a la bondad de los demás, comparados con la bondad divina, pueden considerarse como malos, porque nada es bueno por sí mismo, sino sólo Dios. Por lo que añade: "¿Cuánto más vuestro Padre celestial dará espíritu bueno a los que se lo piden?", (exprésase así por San Mateo ( Mt 7,11): "Dará cosas buenas a los que se las pidan"). Aquí muestra que el Espíritu Santo es la plenitud de todos los dones de Dios, porque todas las ventajas que nos vienen de la gracia de los dones de Dios, emanan de esta fuente.

San Atanasio, dialog. 1, de Trinit
Si el Espíritu Santo no fuese de la naturaleza de Dios, que es el solo bueno, no se llamaría aquí bueno, siendo así que el Señor rehusó a ser llamado bueno en cuanto a su naturaleza humana.

San Agustín, De Verb. Dom., serm. 29
Luego, avaro, ¿qué buscas?; y si buscas otra cosa, ¿qué es lo que podrá bastar al que no basta sino Dios?

Notas
1. Ver diferencia entre latín y griego.
2. Es decir, Dios permite la tentación y nuestra caída pues respeta nuestra libertad. Sin embargo, por otro lado, queda claro lo que dice el Señor a través de San Pablo: "No habéis sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas. Antes bien, con la tentación os dará el modo de poderla resistir con éxito" 1Cor 10,13.

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